La deforestaci¨®n de Brasil
La Canarinha inici¨® un proceso autodestructivo tras caer en el 82 con una selecci¨®n fascinante
El estupor de los brasile?os tras el morrocotudo descalabro ante Alemania puede verse agravado si Scolari o alguno de sus superiores no rectifican de inmediato. Las palabras p¨®stumas del seleccionador fueron a¨²n m¨¢s alarmantes que el 1-7, porque el f¨²tbol ofrece la redenci¨®n, por mucho que ahora la penitencia vaya a ser sonada. M¨¢s dura ser¨¢ si el problema no es diagnosticado de inmediato, si alguien no enfoca de forma adecuada d¨®nde estuvo el error fatal. No parece que sea Scolari, quien dijo tras el batacazo de todos los siglos: ¡°Este grupo est¨¢ haciendo camino hacia el Mundial 2018 de Rusia. De nuestros 23 jugadores, 14 o 15 estar¨¢n en Rusia. Es una derrota fea, horrible, la peor, pero a¨²n estamos caminando en direcci¨®n al futuro. Yo no tengo ninguna duda ni me falta cr¨¦dito¡±.
Por sus palabras se deduce que el porvenir pasa por profundizar en la scolarizaci¨®n y en ese empecinamiento por renegar de los majestuosos archivos del f¨²tbol local. Resulta alarmante que, tras un siniestro mundial de proporciones desconocidas, el instigador del cambio de molde vislumbre que el porvenir pase por aumentar la dosis de m¨¢s de lo mismo. Ya excede a la terquedad. Brasil tiene motivos para el pesimismo cr¨®nico si el camino elegido para el m¨¢s all¨¢ es que Scolari y sus rectores perseveren en tirar del mismo hilo. Por esa senda, La Canarinha solo tiene yermo y rastrojos. Brasil, su f¨²tbol, tiene un grave problema estructural y en su fascinante vivero de toda la vida hoy tiene moho. De existir un tesoro, debe ser un recluso de Scolari y sus ac¨®litos, porque la selecci¨®n se ha vulgarizado de tanto rastrear futbolistas con siete colmillos. Como si a Beethoven le hubiera dado por el heavy metal.
En Brasil, ni en sus peores ciclos, hubo un solo Neymar. El de ahora parece un espont¨¢neo, como si fuera fruto de un penalti casual. La deslealtad con el pasado, con una escuela m¨ªtica, ha resultado una estafa, un agravio a la antolog¨ªa de Le¨®nidas, Pel¨¦, Garrincha, Tostao, Zico, Ronaldo y tantos y tantos fetiches del mejor f¨²tbol que se haya visto jam¨¢s. Ganaron como nadie, deleitaron al personal y nunca perdieron como ahora. Los de hoy perdieron como nunca y mataron de aburrimiento. Un Brasil postizo, sin retrovisores, nada aut¨®ctono.
La deforestaci¨®n comenz¨® a partir de 1982, cuando Brasil tuvo un traspi¨¦ con Italia en Sarri¨¤ y dej¨® el Mundial espa?ol antes de tiempo, s¨ª, pero a hombros de aficionados de todo el planeta. Entonces, La Canarinha puso en marcha un diab¨®lico plan para aliviar una afrenta que solo estaba en su imaginaci¨®n. Aquel Brasil de Zico, Cerezo, Junior, Falcao y S¨®crates solo hab¨ªa perdido un partido, no el fervor popular, un trofeo que trasciende a los marcadores porque solo est¨¢ al alcance de los elegidos. Aquella selecci¨®n encandil¨® y, junto a la Hungr¨ªa del 54 y la Holanda del 74, son los tres mejores campeones de la derrota que jam¨¢s se hayan visto. Ninguno mereci¨® reproches, salvo esa dichosa pelotita tan traicionera. Lejos de presumir, a Brasil le dio un enfermizo ataque de resultadismo, de pron¨®stico grave.
El equipo de Scolari es como si a Beethoven le hubiera dado por el ¡®heavy metal¡¯
Ins¨®lito, los jerarcas del f¨²tbol brasilero optaron por arrancar lo m¨¢s florido de su historia y envidar por otros medios para justificar el fin. ?Pero es que no ten¨ªan m¨¢s motivos que nadie para saber con qu¨¦ medios hab¨ªan conseguido tantos fines sin tener nada que justificar? El principal, el de los malabares playeros, el que no se quitaba la sonrisa de la boca ni en la final de todas las finales, el de los que hac¨ªan chistes con el bal¨®n sin por ello rebajar un ¨¢pice su fibroso, el¨¢stico y resistente f¨ªsico. En ning¨²n rinc¨®n del planeta florec¨ªa m¨¢s, pero llegaron los inquisidores.
Brasil mand¨® su pasado al carajo y quiso parecerse a cualquiera. No fue inmediato, claro, porque la gen¨¦tica no se altera en media hora, pero empez¨® a dar pistas. Al Mundial del 90 incorpor¨® un defensa l¨ªbero, que entonces solo era un pecado alem¨¢n y de aquellos que solo pueden sobrevivir con una montonera defensiva y cruzando los dedos. Ya fue un tost¨®n, aunque de alg¨²n atolladero le sacaban reputados como Alem?o, Jorginho, Branco, Careca o Muller. El problema es que Dunga ya se dejaba ver como s¨ªmbolo de la nada.
La deslealtad con el pasado ha resultado una estafa, todo un agravio
Cuatro a?os despu¨¦s, en Estados Unidos 94, se patent¨® el invento del cuadrado m¨¢gico, para soponcio de Did¨ª, Gerson, Rivelino, y compa?¨ªa, que siempre fueron m¨¢gicos sin geometr¨ªas. Aquella ortopedia consist¨ªa en dos centrales fornidos y dos medios defensivos como guardianes. Uno era Dunga, el otro era excelente, Mauro Silva, pero con el tiempo su estela dej¨® paso a una columna de matracas, una herej¨ªa. Romario y Bebeto se las ingeniaron para llegar a brindar tras un pesti?o de final. Brasil iba en direcci¨®n contraria a su historia pero a¨²n ten¨ªa alguna agarradera, como la de Ronaldo para llegar hasta la final de Francia 98, o la del propio Fen¨®meno junto a Rivaldo y Ronaldinho, que entronizaron a Scolari en 2002.
El imparable rumbo a la mediocridad engull¨® a Ronaldinho y Kak¨¢ en 2006. La deriva hizo que en Sud¨¢frica el peso del juego recayera en Kleberson, Felipe Melo y Gilberto Silva. Apenas hab¨ªa ya sostenes, pero el t¨¦cnico Menezes, con el volante en las manos, no pudo con el oro en Londres 2012 y Scolari regres¨® a tiempo de proclamarse el jabato vengador del Maracanazo hecho un Felipao curtido por Europa. La Copa Confederaciones de 2013 fue un espejismo, por m¨¢s que Brasil arrollara a una Espa?a con pocas piernas y la cabeza en otro sitio. El Mundial es otro recorrido y las exigencias se disparan.
Al t¨¦rmino de la zurra recibida de Alemania, Scolari se parapet¨® tambi¨¦n en que la propia selecci¨®n germana fall¨® en su Mundial de 2006 y en la Eurocopa de 2008, pero mantuvo el bloque de jugadores. Se hace trampas, porque aquella Alemania buce¨® en lo mejor de su pasado, en el modelo de Overath, y no se dej¨® tentar por la idea de herc¨²leos atletas convertidos en futbolistas con los pies dislocados. El resultado es esta brillante generaci¨®n a la que ha acunado y esperado hasta volver a una final 24 a?os despu¨¦s. Espa?a, a su vez, parti¨® de 2008 con el modelo definido y, pese al batacazo en este Mundial, bendita traici¨®n a su furioso e irrelevante pasado. En Brasil, el pasado era ¨²nico, pero los Scolaris opositan para gobernar el futuro. Eso es m¨¢s inquietante a¨²n que el 1-7. Un resultado traum¨¢tico que deber¨ªa servir para impugnar para siempre lo que Brasil ya no es. La Canarinha se lo debe a Brasil y al f¨²tbol mundial, al que sus antepasados hicieron tan dichosos. El de ahora mataba por ulceroso y, desde el martes, por pena. El mejor consuelo: visitar el museo del f¨²tbol brasile?o, la mejor futbolteca del mundo. ?Habr¨¢ ido Scolari?
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