Contador impone su pedigr¨ª
El ciclista espa?ol se adjudica su tercera Vuelta sin fallar ning¨²n d¨ªa, superando al combativo Froome y tras la desgracia de Nairo Quintana La lluvia marca la ¨²ltima etapa, que gana Malori
Nibali, Contador, Nairo, Froome, Valverde, Joaqu¨ªm Rod¨ªguez, seis corriendo por tres calles, Giro, Tour y Vuelta. Pero el ciclismo no siempre permite que todos luchen contra todos. Hay quien gana y se borra, hay quien se borra y luego gana, hay quien se cae y sufre, hay quien se cae y adem¨¢s se cae. La Vuelta era la que ten¨ªa el ramillete m¨¢s florido, el de los ca¨ªdos y los erguidos. Solo faltaba Nibali de la media docena de rosas del ciclismo mundial, pero gan¨® el n¨²mero uno, Alberto Contador, su tercera Vuelta a Espa?a, su tercera vez (tres de tres) que toca el cielo espa?ol. Lo que hubiera pasado si Nairo Quintana no se hubiese ca¨ªdo dos veces consecutivas, como v¨ªctima de una magia negra, nunca se sabr¨¢. Como no se supo qu¨¦ hubiera pasado si Purito Rodr¨ªguez no se hubiese descalabrado en el Giro (su carrera m¨¢s deseada), o si Froome y Contador no se hubiesen ca¨ªdo en el Tour dejando a Nibali solo ante la obligaci¨®n de traducir en minutos la ventaja de las ausencias.
El palmar¨¦s de Contador
Contador suma su tercera victoria final en tres participaciones en la Vuelta a Espa?a, despu¨¦s de sus triunfos en 2008 y 2012.
Se trata de su sexta gran vuelta, con los Tours de Francia de 2007 y 2009 y el Giro de 2008. El TAS le desposey¨® del Tour 2010 y el Giro 2011 por dopaje.
El madrile?o acumula 58 victorias en 12 temporadas (la m¨¢s prol¨ªfica fue la de 2009 con 11 triunfos), desde que se hizo profesional en 2003 en el equipo Once-Eroski.
Nairo, Nibali y Contador cumplieron con sus obligaciones. Froome estaba rabioso por haberse dejado el Tour en una ca¨ªda y por la pendencia que tiene con la Vuelta, donde ha sido batido de forma extravagante. Purito, dolido por caerse en su carrera favorita y correr una carrera que no le iba (el Tour), Valverde porque el Tour se le ha hecho muy grande y Froome porque, enrabietado, era un peligro para sus rivales y para s¨ª mismo.
Contador se puso el h¨¢bito de monje cisterciense. Razones ten¨ªa para dudar de s¨ª mismo. Tantas como Froome. El Tour deja heridas, cuando te vas, muy dif¨ªciles de curar, aunque los m¨¦dicos hagan su trabajo y el ciclista ponga lo mejor de s¨ª mismo. Pero el monje tambi¨¦n vanagloria al h¨¢bito. Y Contador era lo m¨¢s parecido a Contador. Ciclista vivaz, impetuoso, a veces atrevido, a veces calculador, interpret¨® que la m¨¢xima es no fallar nunca, o fallar poco, en su defecto. Que Froome era el rival de los hunos y Purito y Valverde, los reyes de los otros.
Todo despu¨¦s de que Nairo Quintana diera con los huesos por los suelos el martes en la CRI de Borja y el mi¨¦rcoles tras salir de Pamplona con destino a Aralar. Ah¨ª se acab¨® una parte de la Vuelta, la que enfrenta a los escaladores, los que llevan a la bicicleta y no a la inversa cuando la carretera se empina. Quedaba todo lo importante y el rey de Boyaca se daba el trompazo que le echaba de la carrera (si ya no se hab¨ªa ido despu¨¦s del trompazo de Borja). Era como cuando se te cae una carta y queda boca arriba en una partida de p¨®quer. Esa carta ya no vale, te descubre la mueca, la mirada. Y Contador vio un carril m¨¢s en la autopista hacia el ¨¦xito. Ya solo quedaba Froome, el ingobernable, porque Purito y Valverde, se antojaban lejos de las posibilidades del ciclista madrile?o, cuya pierna estaba mejor de lo que parec¨ªa, cuya preparaci¨®n era superior a la que se antojaba.
El ganador, que ten¨ªa razones para dudar de s¨ª mismo, se puso el h¨¢bito cisterciense
Y lleg¨® a Santiago sin haber fallado un solo d¨ªa, sufri¨¦ndolos todos, pero superando lo que padec¨ªa. All¨ª, la Plaza del Obradoiro era un collage indescriptible. Mirando a la Catedral de frente, permanentemente en obras, enmohecida por los ap¨®sitos tur¨ªsticos, a la izquierda sal¨ªan los ciclistas, por detr¨¢s el Ayuntamiento; a su izquierda, Lourdes Hern¨¢ndez Gonz¨¢lez, o sea Russian Red, ensayando y probando porque tras acabar la Vuelta actuaban en el Obradoiro, ¡°cuando estos acaben¡± dec¨ªa un miembro del equipo. Ella se afanaba en acompasar el volumen de su voz al de la bater¨ªa y los ciclistas el de su comp¨¢s en la bicicleta al de los adoquines que amenazaban la llegada. Lourdes, que eligi¨® el nombre de su grupo por un pintalabios, qued¨® satisfecha con el acompasamiento.
A los ciclistas el sol y la lluvia les propusieron algunas jugarretas. Dir¨ªase que gan¨® la lluvia, porque antes de soltar una tormenta, Adriano Malori, el laborante del Movistar, marc¨® su tiempo 11m 12s que pod¨ªa parecer intrascendente. Pero la lluvia, la tormenta, convirti¨® su reloj en un reloj de oro. Y Movistar acab¨® como empez¨® la Vuelta, ganando. Primero por equipos, al final en un CRI que, por la lluvia, pareci¨® una carrera de sacos: con llegar basta.
El pedigr¨ª de los unos y los otros se hab¨ªa quedado colgado de los ¨¢rboles de los Ancares. La bajada fue larga, en autob¨²s, en coche. Pero m¨¢s largos se hicieron los casi 10 kil¨®metros en Santiago. Y es que con lluvia, todo el mundo agacha la cabeza, aunque te mojes igual, pero si est¨¢s llegando a casa, mojarte es una an¨¦cdota. Y la an¨¦cdota se convirti¨® en realidad. Y la realidad llev¨® a Contador a su espacio natural. M¨¢s all¨¢ de su rodilla, m¨¢s ac¨¢ de su miedo. En el punto justo para llegar al final del camino.
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