Federer reina en el Olimpo
A los 33 a?os, el suizo gana 6-4, 6-2 y 6-2 a Gasquet y conquista la Copa Davis, el ¨²nico gran t¨ªtulo que le faltaba (Francia, 1-Suiza, 3)
Abran paso, que ya llega. Roger Federer escala un piso m¨¢s en el Olimpo del deporte, donde ya solo puede compararse con los mejores de cualquier disciplina (Michael Jordan, Jack Nicklaus, Michael Phelps¡) tras destruir por 6-4, 6-2 y 6-2 a Richard Gasquet y sellar la victoria de su selecci¨®n en la final de la Copa Davis (Francia, 1-Suiza, 3). Para celebrar el gran t¨ªtulo que le faltaba y derribar la puerta que le coloca en tan her¨¢ldica compa?¨ªa, el campe¨®n de 17 grandes no utiliza la fuerza, el m¨²sculo o la potencia. Al contrario. En un encuentro de la m¨¢xima tensi¨®n, al que llega con la espalda dolorida, Federer despliega lo mejor de su repertorio, que es como decir que Bar¨ªshnikov se calz¨® las zapatillas inspirado o que Paganini toc¨® el viol¨ªn intentando impresionar a alguien. El suizo deja una actuaci¨®n rebosante de sutileza, muy concreta en los momentos clave, y decidida de principio a fin. Gasquet, empeque?ecido pese al apoyo de la grada, solo pude hacerle una reverencia. Abran paso, que llega Federer.
¡°?Richard! ?Richard!¡±, ruge el p¨²blico de Lille, que cree porque quiere, no porque los precedentes le animen a tener fe en un tenista de car¨¢cter impresionable y pecho frio. ¡°?Richard! ?Richard!¡±, le anima la grada, hasta que Federer empieza a competir como compiten los grandes las finales. Sin concesiones. Sin fisuras. Sin dudas. En toda la primera manga, Gasquet solo se apunta cuatro puntos al resto. El gent¨ªo intenta rescatarle cuando Federer saca por el primer parcial (¡°?A las armas, ciudadanos!¡±, cantan en pie 27.448 gargantas, r¨¦cord en un partido de tenis), pero hace ya tiempo que el suizo sabe que su victoria es el ¨²nico destino de ese partido.
A los 28 a?os, el n¨²mero 26 mundial es demasiado previsible en su permanente ataque con bola alta sobre el rev¨¦s de Federer. Como eso permite a su rival leer la jugada con antelaci¨®n, empieza a ocurrir lo que hace a?os se daba por seguro y ahora no es tan frecuente. Federer est¨¢ siempre en el lugar correcto y en el momento adecuado, sin correr ni despeinarse. Federer empieza a tener tiempo para taparse el rev¨¦s y golpear con su drive, que es como permitir que Zeus deje de levantar el escudo y empiece a empu?ar sus rayos. Federer lo ve ya todo tan claro, la pista se le hace tan grande y Gasquet tan peque?o, un ni?o perdido en un prado, que empieza a lanzar dejadas envenenadas y a jugarse ganadores directamente desde el resto. La bola, como imantada, cae siempre donde m¨¢s da?o puede hacerle a Gasquet, que parece estar deseando irse al vestuario para preguntarle a Jo-Wilfried Tsonga, el titular, si los dolores que dicen sentir de verdad eran tan fuertes como para ponerle a ¨¦l en una situaci¨®n tan comprometida.
Y Federer que empieza a volar sobre la pista. La luz del astro ciega a Gasquet, que golpea todas las pelotas a la defensiva, sin posibilidad de elaborar un plan, porque a los 33 a?os Federer est¨¢ en su salsa. Tira desde el fondo. Se atreve a alg¨²n chip and charge, majestuoso en sus livianas zancadas hacia la red. Domina por tierra mar y aire: Gasquet no tiene un solo punto de break en todo el duelo, y cada vez que Federer le ofrece un m¨ªnimo resquicio, lo desaprovecha.
Cuando el suizo cuelgue la raqueta y se pueda escribir el cap¨ªtulo final de su leyenda, este t¨ªtulo de la Davis merecer¨¢ letras doradas. Con cuatro hijos, 33 a?os y miles de partidos en las piernas, el campe¨®n de 17 grandes fue capaz de transformar un escenario de pesadilla en uno de ensue?o. Lleg¨® a Lille sin saber si iba a poder competir, porque la espalda le hab¨ªa hecho renunciar a la final de la Copa de Maestros. Se enfrent¨® en esas circunstancias imposibles, y sin entrenamientos, a la adaptaci¨®n del cemento a la arcilla. Super¨® un viernes mediocre (derrota con Monfils) para crecer el s¨¢bado (victoria en el dobles con Wawrinka, que sostuvo al equipo en los peores momentos) y brillar el domingo levantando una Copa que le faltaba. Llor¨®, como en otras ocasiones, pero sobre todo lo celebr¨® a lo grande. En el Olimpo de los dioses del deporte se reina sonriendo.
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