La Real se desploma ante un nuevo Rayo Vallecano
El equipo de J¨¦mez adapta sus principios y el de Moyes no encuentra su raz¨®n de ser
Por alguna trasmutaci¨®n desconocida (o por una revoluci¨®n conservadora) ni la Real era la Real ni el Rayo parec¨ªa el Rayo. Ambos jugaban con tirantes, que aunque afeen la figura, impiden mejor la desnudez. Sabida es la fe en los principios del Rayo de Paco J¨¦mez y no renunci¨® a ella en cuando a su enamoramiento con la pelota, su cuidado en no da?arla. Desde el principio le declar¨® su amor, pero no de una forma arrebatada. Prefiri¨® proteger su retaguardia con cuatro defensas, como si la derrota ante el C¨®rdoba en Vallecas, le hubiera robado la picard¨ªa, ese alma tan vallecana que ayer se mud¨® en animosa precauci¨®n. La Real, ciertamente, est¨¢ por descubrir su alma y donde reside. Moyes apost¨® por un 9 nato, como Agirretxe, pero sus dificultades para gobernar los partidos convierten a ese tipo de delanteros en figuras testimoniales. Parec¨ªa que apostaba por el contragolpe como programa de gobierno, pero en el fondo de trataba de un incumplimiento por su dificultad para superar las adversidades que el Rayo le propon¨ªa en todas las zonas del campo. M¨¢s a¨²n cuando Carlos Vela asume un papel testimonial, an¨®nimo, de baja frecuencia.
Real Sociedad, 0 - Rayo, 1
Real Sociedad: Rulli; Aritz Elustondo (Chory Castro, m. 78), Ansotegi, I?igo Mart¨ªnez, De la Bella; Bergara (Rub¨¦n Pardo, m. 53), Granero (Finnbogason, m. 83); Carlos Vela, Canales, Xabi Prieto; y Agirretxe. No utilizados: Zubikarai, Mikel Gonz¨¢lez, Elustondo y Yuri.
Nada extra?o pues, que en toda la primera mitad, la Real disparase dos veces entre los tres palos, y el Rayo solo una. Ninguna de las tres fueron m¨¢s que eso: tiros entre los tres palos, no as¨ª ocasiones clamorosas. Para clamor, el del Rayo cuando a punto de silbarse el final de la primera mitad, Kakuta hizo una incursi¨®n por el ¨¢rea y dej¨® el bal¨®n, con Rulli batido, a un metro de los pies de Manucho. La lentitud del angole?o fue solo comparable a su falta de instinto goleador. Manucho es un delantero, no un goleador. Le hubiera bastado con resbalar por la hierba para haber conseguido el gol, pero temi¨® ensuciarse.
La Real ten¨ªa en Canales a la pistola y en Agirretxe a la bala. Pero hab¨ªa mucho de fogueo en el asunto. Igual le ocurr¨ªa al Rayo, que se organizaba en torno a Trashorras y percut¨ªa mediante Kakuta, m¨¢s por su velocidad que por su precisi¨®n.
Como nadie era lo que parec¨ªa (perdida la osad¨ªa en el Rayo, y el vigor en la Real) hasta el gol del Rayo tuvo algo de jugarreta del destino. Hasta el minuto 80, Manucho empeor¨® cuanto lleg¨® a sus pies. Y resulta que en un saque de esquina emergi¨® lo que es, un cabeceador de una potencia sublime. La Real de Moyes marca en zona en los saques de esquina. El problema es que Manucho lanzado es imparable. Y De la Bella, al que le toc¨®, solo pudo verle la coleta cuando el angole?o pico el bal¨®n junto al poste.
La Real es un tratado de impotencia, a¨²n m¨¢s manifiesta cuando quiso tocar la heroica y atacar a la desesperada. Tampoco dio se?ales de s¨ª misma y el Rayo defendi¨® con calma, con orden y con estilo, al dictado de un central ejemplar como es el senegal¨¦s Abdoulaye, de f¨ªsico imponente pero m¨¢s imponente colocaci¨®n para advivir el juego. Fue la victoria de un nuevo Rayo, el que no renuncia a los principios pero los acomoda a las circunstancias, frente a la misma Real, la que rebusca los principios y no encuentra m¨¢s que dudas sobre el c¨¦sped.
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