Este golf ya no es el suyo
Mala primera jornada de Olazabal y Jim¨¦nez, que tendr¨¢n que sudar mucho el viernes para pasar el corte
El golf es un deporte en el que expertos de pelo blanco, trajes de raya diplom¨¢tica y boca triste disertan en televisiones mudas sobre deportistas que cuando acaban de jugar corren a coger sus beb¨¦s en brazos y a besar a sus rubias esposas. Los aficionados lo observan todo con los ojos turbios de cerveza y la mirada salaz clavada en los culos y los escotes de las camareras del Hooters vecino. Esta, el desmadre muy controlado de los miles de espectadores que aprovechan la semana del Masters para romper su rutina, es la ¨²nica transgresi¨®n visible en un deporte que en vez de crear ¨ªdolos juveniles parece empe?ado en generar personajes ?o?os, sin compasi¨®n ni respeto. Al juego se prestan igual Tiger Woods, el jugador negro que lleg¨® para liderar la revoluci¨®n y que cuando ya huele los 40 prefiere la imagen de padre de familia que la de deportista ego¨ªsta y campe¨®n que Bubba Watson, ganador de dos de las tres ¨²ltimas chaquetas verdes y que, desde su altura y su fuerza zurda, hace no solo cre¨ªbles sino inevitables a los personajes esos que defini¨® De Quincey, esos que consideraban m¨¢s pecado faltar a misa los domingos que matar a un semejante. Desde el mismo Hooters, enmarcados en fotograf¨ªas de ¨¦poca, los campeones de la edad de oro del golf, el mismo Arnold Palmer con el cigarrillo en la boca y mirada matadora de Elvis Presley, recuerdan lo que fue un deporte con una carga sexual tan grande casi como las caderas de James Brown, nacido en Augusta en una casa de putas, y muerto como padrino del soul. De Arnold Palmer nadie se preguntaba si ten¨ªa mujer e hijos, ni nadie, quiz¨¢s, lo deseaba, mataban el ideal del jugador.
?En este universo pasteurizado que tan bien representa el campo de Augusta, m¨¢s un jard¨ªn que una cancha, la transgresi¨®n tambi¨¦n puede llamarse Jos¨¦ Mar¨ªa Olazabal, quien es el de casa, la inapagable llama de su pasi¨®n aparentemente incomprensible, su admirable empe?o, indomable a los 49 a?os, para luchar, la cabeza echada hacia adelante, la zancada amplia y r¨¢pida como la de quien carga contra un obst¨¢culo invisible, en un mundo que ya no es el suyo, que empez¨® a escurr¨ªrsele entre los dedos cuando enterraron los drivers de madera y cualquier atleta pod¨ªa sacarle 50 metros y ganarle en precisi¨®n con las maderas de carbono y titanio. Cuando muri¨® el toque.
Hace nueve a?os que Olazabal, ganador de dos chaquetas verdes, no puede con el par del campo de Augusta, y los 79 golpes (+7) con los que termin¨® la primera ronda convierten en quiz¨¢s optimista su objetivo de pasar el corte. Es su peor tarjeta en Augusta desde la tercera ronda de 2004.
Feliz cumplea?os, Seve
Severiano Ballesteros habr¨ªa cumplido el jueves, 9 de abril, 58 a?os, y, avanzada la tarde luminosa dos golfistas hicieron recordar al desaparecido genio c¨¢ntabro, uno por espa?ol e inspirado, Sergio Garc¨ªa; el otro, por joven y precoz, el estadounidense Jordan Spieth, quien, antes de cumplir los 22 a?os, hizo la mejor ronda del d¨ªa, 64 golpes, que le colocan como l¨ªder destacado.
Sergio Garc¨ªa fue el mejor espa?ol. Al cierre de esta edici¨®n, cuando hab¨ªa embocado un par en el hoyo 16, el jugador de Castell¨®n marchaba sexto con -4, un resultado espl¨¦ndido que deb¨ªa, como le habr¨ªa gustado a Seve, a un par de toques m¨¢gicos con su juego corto. Uno de ellos, un putt complicado desde el borde del precipicio que es el green del 10, le sirvi¨® para salvar el par en uno de los hoyos m¨¢s complicados del Augusta National Golf Club. Con el otro, un globito desde el rough del green del 14 logr¨® un extraordinario birdie, inesperado despu¨¦s de lo que le hab¨ªa costado llegar all¨ª con los hierros largos.
Antes de que Tiger Woods (quien tuvo un regreso ¡°extra?o¡±, como repet¨ªan los comentaristas televisivos y acab¨® con +1) reventara su marca, Ballesteros hab¨ªa sido el m¨¢s joven ganador del Masters, justo al cumplir los 23 a?os. El a?o pasado, Spieth, tejano de Dallas, educado en los jesuitas, callado y sencillo, a punto estuvo de ganar el Masters antes de cumplir los 21, lo que habr¨ªa privado a Woods de uno de sus motivos de orgullo. Termin¨® segundo tras el zurdo Bubba Watson, y lo hizo como dejando la puerta abierta a su regreso, que ayer hizo a lo grande. Sus 64 golpes de ayer son la segunda mejor primera ronda de la historia, tras los 63 que no le permitieron a Greg Norman ganar en 1996.
En el hoyo nueve su golpe de salida se fue a la derecha, entre los pinos enfermos de tanto riego. Su segundo golpe, de apa?o, le dej¨® a¨²n a 100 metros del green, que se elevaba en la distancia, con la pendiente de un puerto de monta?a. El tercer golpe bot¨® en el green, pero retrocedi¨® maligno y acelerado hasta el pie del talud. Desde all¨ª, el cuarto golpe del golfista de Hondarribia, un chip delicado, parti¨® sutil y aparentemente preciso, pero volvi¨® a quedarse corto y la bola, tan tozuda como el jugador de granito en el juego de voluntades, retom¨® el camino de descenso por un green que parec¨ªa de cemento y no de suave hierba bent hacia la casilla de partida. Finalmente el jugador cedi¨®, tir¨® para adelante y logr¨® salvar la situaci¨®n con un doble bogey, que se sumaba a los bogeys en los dos pares tres de los primeros nueve y al del hoyo siete para terminar los primeros nueve con +4. Y no fueron +5 porque casi tres horas antes, cuando el calor a¨²n no asfixiaba ni los greens hab¨ªan empezado a cocerse, Olazabal hab¨ªa comenzado la jornada con un birdie, un gigantesco putt, 10 metros si no m¨¢s, en el primer hoyo lanzado con decisi¨®n y temple. Fue el ¨²nico chispazo de genio de un d¨ªa que termin¨®, cinco horas de deshidrataci¨®n m¨¢s tarde, con un nuevo doble bogey en el hoyo 18, el primo hermano del nueve.
En el calor h¨²medo, tan pegajoso como un lapo, que invadi¨® tropical el bosque de Augusta tambi¨¦n se fundieron las esperanzas de Miguel ?ngel Jim¨¦nez, transgresor de puro habano y vasito de escoc¨¦s con dos hielos y, como Olazabal ,jugador de toque y juego corto, perdido en un campo de pegadores, quien quiz¨¢s bati¨® el r¨¦cord negativo de los segundos nueve hoyos del Augusta National Golf Club vestido de Masters. Despu¨¦s de terminar al par los primeros nueve, en el camino de vuelta que pasaba por el Amen Corner, donde el cl¨¢sico de jazz dec¨ªa que hab¨ªa que gritar y los golfistas que acuden al Masters como quien entra en una catedral de pinos prefieren rezar para salir indemnes del encadenado de los hoyos 11, 12 y 13, un largo par cuatro, un tres y un cinco. Jim¨¦nez, quien a los 51 a?os ya ha visto de todo en la vida, no debi¨® de rozar lo suficiente pues encaden¨®, uno tras otro, un bogey, otro bogey y un doble bogey en el acu¨¢tico 13, par cinco. En los primeros hoyos de los segundos nueve hizo +7. Solo un birdie en el 16 endulz¨® la amargura de terminar con 78 golpes (+6). "Ha sido un c¨²mulo de circunstancias negativas. He jugado como apajarado. No me han funcionado los hierros. No me he dado tiempo para pensar y se me ha ido el santo al cielo", dijo el malague?o. "pero estoy tranquilo. S¨¦ que si le juego bien al campo y le saco un bajo par, paso el corte. Si no, tendr¨¦ un week end off, pero no se acaba el mundo".
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