Sin Blatter no es suficiente
Por fin, el f¨²tbol ya est¨¢ en deuda eterna con Estados Unidos. Si prospera en la direcci¨®n adecuada, el golpe a la FIFA ser¨¢ recordado como su mayor contribuci¨®n a un deporte que no ha anidado del todo en su territorio. Estados Unidos jam¨¢s se implic¨® tanto en el f¨²tbol, quiz¨¢ porque ese aire feudal de la plutocracia de la FIFA le ahuyentaba. Ahora, con la entrada en escena del FBI, Washington se apunta un golazo para la historia. Blatter y su nomenclatura se ve¨ªan a salvo incluso de los tent¨¢culos estadounidenses. Los fifos se amparaban en una organizaci¨®n tan mastod¨®ntica que presum¨ªan de tener m¨¢s afiliados que la ONU. No les faltaba raz¨®n. Pocas organizaciones mundiales han acumulado tanto poder a costa del gancho mundial del bal¨®n. Se acab¨®, tampoco el f¨²tbol de la calle, met¨¢fora de la vida, est¨¢ dispuesto a soportar m¨¢s corruptelas, m¨¢s cloacas.
A la luz de los investigadores de Estados Unidos, tal y como se sospechaba, el gigantismo no era una se?al democr¨¢tica, un s¨ªntoma del pluralismo de un deporte con semillero en todos los rincones del planeta. La sobredimensi¨®n permit¨ªa el refugio palaciego de una especie de politbur¨® en el que con el f¨²tbol por bandera se ensuciaban y lavaban los platos en familia. La familia del f¨²tbol, dec¨ªan sin pudor. En el patio particular el alcanfor ya huele a podrido.
Pero el intervencionismo estadounidense no tendr¨¢ los frutos debidos si tras la salida de Blatter no se produce una catarsis. Lo corrosivo es el sistema implantado por el dirigente suizo y muchos de sus gregarios. Entre todos han exprimido a gusto la veta mercantil del gran espect¨¢culo universal. Blatter se sinti¨® tan inmortal como su maestro Havelange, o como sus inquilinos Grondona y compa?¨ªa. Lleg¨® el man¨¢ y la FIFA se qued¨® m¨¢s a oscuras que nunca. Sin velas siquiera, eran sus propios mandamases los que recaudaban, barajaban votos por aqu¨ª y por all¨¢, siempre a espaldas de la clientela. Los poderosos no dan explicaciones. Tolerancia interna s¨ª, transparencia cero. Ni siquiera repararon en Salt Lake City, el esc¨¢ndalo que dej¨® a la intemperie al COI. Lo mismo les da vender votos a Sud¨¢frica que el compadreo con Qatar o la compinche Rusia de Putin y Gazprom.
Para que el despeje de Blatter sea efectivo es imprescindible que cambie el modelo. No hay que olvidar que 133 delegados le dieron su voto el pasado viernes. Una palmada a Blatter y su rancho. Es ah¨ª donde est¨¢ el nudo. Ha llegado la hora de que la FIFA se ventile, se convierta en una organizaci¨®n luminosa, di¨¢fana, dirigida por ejecutivos profesionales. La dimensi¨®n extraordinaria del f¨²tbol obliga a que tenga una cierta autonom¨ªa de gesti¨®n para no interferir a menudo en la sociedad civil. Pero ello no puede ser la excusa para plantar un corralito y regatear la ley. La gente, esas hinchadas millonarias a las que ignoran, ya no tragan con la indecencia, ni en nombre de la pol¨ªtica, el dinero o el mism¨ªsimo f¨²tbol. Es el fin del establishment. Lo sabe, o hace saber que lo sabe, Michel Platini, probable sucesor de Blatter.
Por casa, nadie sabe qu¨¦ sabe o no sabe, dice o no dice Villar. Para ¨¦l tambi¨¦n ha llegado el d¨ªa de cavilar. Est¨¢ ante el adi¨®s del antiguo r¨¦gimen. Le guste o no, ya no puede enroscarse en su personaje.
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