Triunfo y exorcismo en Santiago
No parec¨ªa la premiaci¨®n de un equipo, sino la de varias generaciones
No parec¨ªa la premiaci¨®n de un equipo, sino la de varias generaciones que antes fracasaron en el intento o sin estar en posici¨®n de siquiera intentarlo. No luc¨ªa como la coronaci¨®n de un nuevo rey, sino como la consagraci¨®n en retrospectiva de una dinast¨ªa por d¨¦cadas descartada como tal: los Leonel S¨¢nchez, Caszely, Figueroa, Zamorano, Salas. Tumultos en el podio, masas en el alzar del trofeo, peregrinaci¨®n en la vuelta ol¨ªmpica, lo del Estadio Nacional fue diferente y maravilloso en su caos.
A veces resulta dif¨ªcil establecer si fue el bal¨®n quien contrajo deudas hist¨®ricas con algunas selecciones o si, por contraparte, esas mismas selecciones deb¨ªan algo a la pelota. Como quiera que sea, la ¨²nica v¨ªctima de esta moratoria era la jam¨¢s campeona afici¨®n chilena.
Tal vez por todo lo anterior, por tan prolongada escasez, por el temor de los jugadores a verse perseguidos a perpetuidad por tama?a derrota, no hubo demasiado futbol en la final. Descartada o neutralizada la l¨ªrica, s¨®lo iba a ser con ¨¦pica. Y puestos a ella, surge pretexto en la cancha para casi todo, para el exceso de nervio, para el bloqueo por angustia, para la imprecisi¨®n por h¨ªper revoluci¨®n, para m¨¢s m¨²sculo que brillantez, para temores que son ansias que son dudas que son pases a la nada o disparos que no encontrar¨¢n red. As¨ª se jug¨®, exactamente en el terreno que al mayor virtuoso de la cancha, Lionel Messi, menos le conven¨ªa: sin espacios, melanc¨®lico siempre de albiceleste de quien es de blaugrana, con meros esbozos de su genio, ¨¦l tan acostumbrado a resolver partidos y campeonatos, pospuso otra vez ¨Cy por segunda final consecutiva¨C la gloria con su selecci¨®n. Otra vez, adem¨¢s, sin el concurso del lesionado ?ngel di Mar¨ªa. Y otra vez, tambi¨¦n, con Gonzalo Higua¨ªn varado en el estigma de delantero sin suerte (o sin estrella, o sin frialdad, o sin punter¨ªa cuando m¨¢s socorrida e imperativa resulta).
Se sud¨® hasta la extenuaci¨®n y m¨¢s all¨¢ de ella, se apret¨® y empuj¨® al l¨ªmite, se llev¨® la rudeza tan lejos (que fue mucho) como el arbitraje lo permiti¨®. Ese r¨ªo revuelto por defensas impecables y delanteras ¨¢ridas, nos lanz¨® hasta los penales. Si Chile hab¨ªa esperado toda su historia, si en Copa Am¨¦rica nunca se hab¨ªa impuesto a Argentina, si el Estadio Nacional hab¨ªa contemplado casi ochenta a?os sin t¨ªtulo alguno para su m¨¢s distinguido inquilino, lo de menos era aguardar 120 minutos m¨¢s lo que dilatara la serie definitoria.
Multitudinaria misa de exorcismo bajo el himno de ¡°por fin¡±, Chile no gan¨® por suerte, aunque tuvo much¨ªsima. Chile acaso gan¨® por fe, que tuvo todav¨ªa m¨¢s.
Twitter: @albertolati
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.