Bolt se impone a Gatlin en la final de los 100 metros lisos
El jamaicano logra su sexto oro en unos mundiales al superar al estadounidense, que hab¨ªa corrido m¨¢s r¨¢pido en las series y en las semifinales
El Nido rug¨ªa su nombre en r¨ªtmico coro, ?Usain Bolt! ?Usain Bolt! Y el respond¨ªa, como siempre, haciendo el payaso, con su m¨ªmica infantil, sus sonrisas exageradas. Dos horas antes, en las semifinales, hab¨ªa sufrido para conseguir llegar all¨ª, a la calle quinta de la final del Mundial, y se dudaba tanto de su capacidad para hacer frente al tornado Justin Gatlin, el de la salida m¨¢s r¨¢pida del otro lado del Misisipi, que hasta parec¨ªa que hab¨ªa llegado su momento, Usain Bolt, el incre¨ªble mister Bolt, hab¨ªa decidido caer con estilo. Y hasta apareci¨® Lang Lang, el pianista m¨¢s r¨¢pido del mundo, y en un teclado instalado en el c¨¦sped toc¨® unos arpegios veloc¨ªsimos durante exactamente 9,58s, el r¨¦cord del mundo de los 100m, la gran obra de arte de Bolt. Y tal era el ambiente que hay quien pens¨® que esa m¨²sica no era un homenaje, sino el epitafio a un campe¨®n. Y por las pantallas gigantes de millones de LED del estadio se transmitieron en directo im¨¢genes de la luna creciente, de su cara visible. Y vi¨¦ndolas, alguien dijo que tambi¨¦n podr¨ªa ser la cara oculta de la luna, pues con Bolt todo era posible, y record¨® las palabras de Mo Greene, uno que ha sido campe¨®n ol¨ªmpico y mundial de los 100m, y tambi¨¦n r¨¦cordman: ¡°Que nadie d¨¦ por muerto nunca a Bolt pues ¨¦l ha estado en lugares en los que ning¨²n ser humano ha estado antes, y solo ¨¦l sabe lo que es estar en esos territorios¡±. Y tambi¨¦n los t¨¦cnicos recordaron que en la semifinal que parec¨ªa sentenciarlo hab¨ªa en realidad hecho una carrera prodigiosa, pues hab¨ªa tropezado en el quinto apoyo tras la salida y trastabillando y todo hab¨ªa sido capaz de remontar y vencer.
Y entonces, la luz del Nido, artificial en la noche pequinesa de temperatura primaveral, sin sudores, pareci¨® cambiar. Gatlin, que corr¨ªa dos calles m¨¢s all¨¢, se acerc¨® a Bolt y choc¨® los nudillos de su mano amistoso con el jamaicano. Y ¨¦l respondi¨®. Son¨® la m¨²sica de Carros de Fuego ¨¦pica y entonces comenz¨® la carrera que deb¨ªa acabar con todas las carreras, con todos los adjetivos, con Usain Bolt, invicto en una gran final desde hace siete a?os, desde su oro ol¨ªmpico conseguido justamente en el Nido de Pek¨ªn, donde despierta adoraci¨®n desde entonces. Comenz¨® la carrera que se convirti¨® en una de las m¨¢s apasionantes. No fue Bolt contra el tiempo, no fue Bolt contra lo imposible, contra la nada, como en otras grandes ocasiones en las que hac¨ªa falta mirar el cron¨®metro para abrir la boca alucinado y gritar ?guau!. El domingo, en Pek¨ªn de nuevo, fue Bolt contra otro atleta, contra otra m¨¢quina perfecta de m¨²sculos y coraz¨®n. Y fue un duelo que solo se resolvi¨® en los ¨²ltimos metros, all¨ª donde el gigante jamaicano reina omnipotente como dios.
Bolt hizo una de las mejores salidas de su vida. Tan buena que Gatlin, la bala, solo fue capaz de sacarle unos cent¨ªmetros de ventaja en los primeros 20 metros, la fase en la que esperaba sacarle un metro. Pero Gatlin, de zancada corta y veloc¨ªsima, tambi¨¦n sabe progresar en velocidad y mantenerla. Dos calles a su izquierda, Bolt desencadenado pod¨ªa ver con el rabillo que el norteamericano no ced¨ªa, que resist¨ªa, que resist¨ªa. Y fue una lucha m¨¢s de voluntades que de fuerza la que se entabl¨®, la que gan¨® el m¨¢s fuerte, el hombre que lo ha ganado todo. A falta de cinco metros, de apenas dos zancadas, Gatlin ya no pudo m¨¢s. La voluntad cedi¨® y las piernas se le doblaron. Trastabill¨® y perdi¨® velocidad. Y Bolt pudo al fin apoyar la planta de su pie por 41? y definitiva vez y cruzar el primero la l¨ªnea y responder con su rugido a los feroces alaridos delirantes y felices del estadio. El cron¨®metro se par¨® en 9,79s (viento en contra de 0,5 m/s), la mejor marca personal del a?o para el jamaicano, que super¨® por una cent¨¦sima (la ventaja m¨¢s corta de todas sus grandes victorias) al dur¨ªsimo Gatlin, cuyos 9,80s son solo su sexta mejor marca del a?o, inferior en tres cent¨¦simas a la de la semifinal en la que pareci¨® haber acabado con todos.
As¨ª gan¨® Bolt su tercer oro en los 100m (los ha ganado todos desde Berl¨ªn 2009 salvo el de Daegu 2011, donde cometi¨® una salida falsa), que sumados a sus tres en 200m le permiten igualar con seis a Sergu¨¦i Bubka, hasta ahora l¨ªder solitario de un r¨¢nking que puede cambiar el jueves si, como espera, Bolt vuelve a derrotar a Gatlin en la final de revancha, la de los 200m.
Terminada la carrea no termin¨® el show. Mientras Bolt felic¨ªsimo daba vueltas y vueltas a la pista con su bandera y con su pose habitual, Lang Lang volvi¨® al teclado para interpretar, m¨¢s pausado la melod¨ªa de la victoria. Y sonaba tan melanc¨®lica que la imagen que mejor la acompa?¨® fue la del atleta que hab¨ªa perdido, la de Gatlin, tan grande en la derrota como en la pelea por la victoria, llorando desconsolado en el hombro de su madre la huida de su sue?o redenci¨®n definitiva: volver a ganar un Mundial 10 a?os despu¨¦s del primero y tras regresar de cuatro a?os de sanci¨®n. Sin Bolt reinando habr¨ªa sido una tarea tit¨¢nica; con Bolt, el que siempre corre m¨¢s cuando m¨¢s hay que correr, una aspiraci¨®n imposible.
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