El Athletic desarbola al Valencia

Por definici¨®n, como cant¨® Serrat, es caprichoso el azar. Y en el f¨²tbol, m¨¢s que caprichoso, es juguet¨®n, zascandil. En San Mam¨¦s, este domingo, por ejemplo, quiso el azar que cuando mejor jugaba el Athletic, cuando asediaba al Valencia y lo llevaba al terreno m¨¢s cercano al estr¨¦s, a la m¨¢xima impotencia del f¨²tbol, que es no conocer el tacto del bal¨®n, sentirte ninguneado por esa cosa redonda que te es ajena, pues se produce una falta enfrente del pico del ¨¢rea y Parejo la lleva a la red con direcci¨®n y violencia por encima de la barrera. Como si se tratara de un sorteo, sali¨® la bola del 10, la de Parejo, y le toc¨® el premio gordo cuando el Athletic hab¨ªa comprado todas las papeletas y Be?at las distribu¨ªa con la maestr¨ªa de un crupier.

Pero es caprichoso el azar. Y cuando mejor jugaba el Valencia, cuando dominaba todo el campo y le daba cari?o al bal¨®n, impulsado por Andr¨¦ Gomes y Parejo, cuando el Athletic se preguntaba qu¨¦ ocurr¨ªa, qu¨¦ hab¨ªa pasado, encontr¨® un c¨®rner, que sac¨® Susaeta, hubo penalti a Aduriz pero al instante cabece¨® Laporte en el segundo palo entre dos defensas valencianistas que hicieron el Tancredo, quiz¨¢s pensando en el penalti. Pero la ley del cole impera tambi¨¦n en el f¨²tbol: penalti contra gol, gol. O sea, cab¨ªa pensar que jugar bien, dominar, poner autoridad en el juego, no merec¨ªa la pena. Que ante el azar, sobran argumentos.

Pero hab¨ªa argumentos sobre el campo. Los ten¨ªa el Athletic con la direcci¨®n de Be?at, quiz¨¢s en su mejor versi¨®n, y la profundidad de Williams, incluso con los desafortunados remates de Ra¨²l Garc¨ªa. Y los ten¨ªa el Valencia con la habilidad de Bakkali y Feghouli y la inteligencia de Andr¨¦ Gomes. O sea, que el azar pod¨ªa elegir al cliente afortunado.

Pero hasta el azar tiene sus debilidades. Su potencia es limitada. Sali¨® el Valencia, tras el descanso, con el af¨¢n de clavar su bandera en el campo rojiblanco, pero Negredo la desenclav¨® a la primera oportunidad. Un pase al hueco le dej¨® solo ante Iraizoz, pero el delantero midi¨® mal todo lo que hizo y acab¨® mandando el bal¨®n alto, incre¨ªblemente alto. Estaba claro que el grandull¨®n del Valencia era un cebo para que jugasen los dem¨¢s: cuando tuvo que pescar, se le escap¨® el pez. Lo mismo le pas¨® a Aduriz, poco despu¨¦s con un remate a bocajarro que no hab¨ªa fallado, probablemente, en la ¨²ltima d¨¦cada. Pero el Athletic hab¨ªa revertido el partido. Ra¨²l Garc¨ªa se hab¨ªa instalado a la espalda de los centrocampistas y frente a los defensas del Valencia, su lugar favorito. Y no le vieron. Eso facilit¨® el contragolpe rojiblanco. Tan voraz, el Athletic en San Mam¨¦s, hist¨®ricamente, se visti¨® de zorro y en una contra, Aduriz habilit¨® a Susaeta que defini¨® con un disparo exacto.

El Valencia encaj¨® el golpe con dificultad. Su trayectoria pone a prueba su personalidad a cada segundo. La rabia no fue su sello en San Mam¨¦s. El gol de Susaeta le llen¨® de dudas, el de Aduriz ¡ª?c¨®mo no!¡ª nueve minutos despu¨¦s, tras una contra y un pase fant¨¢sticos de Ra¨²l Garc¨ªa, se las quit¨®: "No hay nada que hacer", pens¨®. "Otra vez ser¨¢", decidi¨®. Cierto que Nuno meti¨® a Alc¨¢cer, De Paul y Rodrigo, todo lo que ten¨ªa y no hab¨ªa usado, pero el ¨¢nimo colectivo, a veces, no admite nombres propios. El gol de Susaeta le desarm¨®, con el de Aduriz rindi¨® armas. Y el Athletic recuper¨® la sonrisa que hab¨ªa perdido en Holanda y sali¨® del descenso del que part¨ªa. El azar eligi¨® al que m¨¢s caranto?as le hizo, al que m¨¢s le quiso, el que m¨¢s lo busc¨®. El Valencia, sin argumentos, le dej¨® hacer. Y eso, nunca es suficiente.