Di St¨¦fano marca a B¨¦lgica el gol que no existe
¡ªGanamos cinco a cero y yo hice el primero de taco. Acrob¨¢tico. Creo que fue el mejor gol de toda mi carrera y nunca lo he podido ver. Ni siquiera tener una foto.
Aquel gol que cuenta Di St¨¦fano as¨ª en sus memorias se produjo en Heysel, el m¨ªtico estadio de Bruselas que cambi¨® de nombre tras aquella cat¨¢strofe de 1985. Fue el 31 de marzo de 1957, el domingo que cerraba la semana en el que el primer contingente de trabajadores espa?oles hab¨ªa ido a B¨¦lgica. Los peri¨®dicos mostraron las fotos de sus salidas desde la estaci¨®n, glosando el esfuerzo de los que sal¨ªan en busca de divisas, para el bien de sus familias y Espa?a.
Los emigrantes estaban muy presentes en las salidas al exterior de nuestros equipos. Se les dec¨ªa a los jugadores que ganaran por ellos, para que pudieran ir orgullosos al trabajo, con la cara alta. Y era verdad. El f¨²tbol no da soluciones, pero da alegr¨ªas.
Aquel era el tercer partido de Di St¨¦fano con Espa?a. Se hab¨ªa nacionalizado al comienzo de la temporada 56-57, la cuarta en el Madrid. Bernab¨¦u quiso fichar a Kopa, la estrella del Stade de Reims, el equipo batido por el Madrid en la primera final europea, en la 55-56. Como s¨®lo pod¨ªa haber un extranjero por equipo, Bernab¨¦u pidi¨® a Di St¨¦fano que se nacionalizara espa?ol. Espa?a ten¨ªa convenio con los pa¨ªses de la Hispanidad por el que a los dos a?os de residencia se pod¨ªa optar a la doble nacionalidad. Di St¨¦fano acept¨®, pas¨® a ser al tiempo argentino y espa?ol. Le decidi¨® tanto el inter¨¦s de Bernab¨¦u de traer a Kopa como el suyo propio de jugar con la selecci¨®n. Hab¨ªa jugado s¨®lo unos pocos partidos con Argentina y sab¨ªa que no le volver¨ªan a llamar. Por la ¨¦poca, los que sal¨ªan del pa¨ªs eran descartados. Con Espa?a podr¨ªa volver al f¨²tbol de selecciones. No exist¨ªa a¨²n la prohibici¨®n de jugar para un segundo pa¨ªs. Eso se impuso con vistas al Mundial de 1966.
El de B¨¦lgica era su tercer partido. Di St¨¦fano ya empezaba a cobrar fama internacional por la Copa de Europa. En esa segunda edici¨®n, el Madrid hab¨ªa eliminado al Rapid de Viena y al Niza, siempre con ¨¦l como h¨¦roe, su prestigio se acrecentaba.
Miguel centr¨® y Alfredo iba tan r¨¢pido que el bal¨®n se le qued¨® atr¨¢s y remat¨® con el tac¨®n
As¨ª que el d¨ªa del partido se hablaba en B¨¦lgica de Di St¨¦fano y en Espa?a de los emigrantes y de la visita que la Selecci¨®n hizo la v¨ªspera a Amberes. En Amberes hab¨ªa jugado Espa?a los primeros partidos de su historia, en los JJ?OO de 1920. All¨ª gan¨® la plata y volvi¨® con un apodo lanzado en la prensa belga que durante a?os cre¨® una mezcla de orgullo y confusi¨®n: La Furia Espa?ola.
Eran Los Diablos Rojos contra La Furia Espa?ola. Pero diablos en horas bajas, con 10 derrotas en los ¨²ltimos 13 partidos. Los 65.000 espectadores acudieron, en su mayor¨ªa, para ver a Di St¨¦fano. As¨ª lo contaba en Espa?a a?os despu¨¦s Goywaerts, entonces un adolescente, luego jugador de gran clase que en los sesenta pas¨® sucesivamente por el Bar?a y el Madrid, sin triunfar por una rodilla maltrecha y cierto abandono en el peso. Ya al entrenamiento del s¨¢bado, en el campo del Anderlecht, acudi¨® mucho p¨²blico, que tuvo que esperar dos horas. Estaba fijado para las 14.30, pero la excursi¨®n a Amberes lo retras¨® hasta las 16.30.
Espa?a juega de azul y pantal¨®n blanco, y con este once: Ramallets, Olivella, Campanal, Garay; Maguregui, Z¨¢rraga; Miguel, Mateos, Di St¨¦fano, Su¨¢rez y Gento.
El NO-DO no viaj¨® a Bruselas y la acci¨®n cogi¨® desprevenidos a los fot¨®grados. No hay constancia
Di St¨¦fano tiene vigilancia doble, con el medio Degelas persigui¨¦ndole por todo el campo y el central Mees sali¨¦ndole al paso cuando se va. El partido arranca igualado, hasta que al cuarto de hora llega la jugada que lo rompe. Me la refresca Luis Su¨¢rez:
¡ªDespej¨® Campanal, y Alfredo, que siempre andaba por todos lados, se hizo con el bal¨®n, se lo dio a Mateos, y sali¨® como una flecha al ¨¢rea. Mateos toc¨® para Miguel, que hizo la jugada cl¨¢sica del extremo, se fue de su lateral¡ Di St¨¦fano corr¨ªa por el centro, zaf¨¢ndose de uno que le quer¨ªa agarrar. Miguel le tir¨® el centro, pero Di St¨¦fano iba tan r¨¢pido que se le qued¨® un poco atr¨¢s. Entonces invent¨® algo genial: se tir¨® para adelante, como para rematar de cabeza en plancha, y agarr¨® el bal¨®n por detr¨¢s, con el tac¨®n derecho, y lo coloc¨® junto al palo. Sali¨® como un ca?¨®n. El portero ni se enter¨®. ?Agarr¨® el bal¨®n como a metro y medio del suelo, tocado con toda la fuerza por Miguel, y sin verlo, s¨®lo intuyendo la trayectoria, le atiz¨® de pleno, con el tac¨®n!
El estadio, at¨®nito
El campo se deshizo en un ?Ooooooohhhhh! general. B¨¦lgica qued¨® tan at¨®nita que en tres minutos m¨¢s ya perd¨ªa 0-3, con goles de Luis Su¨¢rez y Mateos. En el segundo tiempo, Di St¨¦fano y Su¨¢rez marcaron otros dos goles. En total, 0-5.
El NO-DO no viaj¨® a ese partido. Pena. No hay imagen grabada. Tampoco fotograf¨ªa, porque el remate fue tan inesperado que pill¨® a los fot¨®grafos con la guardia baja. Un tiempo despu¨¦s, L¡¯Equipe, que siempre ador¨® a Di St¨¦fano, mand¨® un equipo para hacerle un reportaje en el Bernab¨¦u. Simul¨® una y otra vez la jugada, el mismo remate, pero claro, no era lo mismo: sin portero, y en unas vestido de blanco y en otras con el rojo de la selecci¨®n. ?Pero aquel d¨ªa jug¨® de azul y pantal¨®n blanco!
No hay foto, no. Ni Goywaerts, est¨¢ ya aqu¨ª para contarlo. Falleci¨® relativamente joven. Pero de aquel equipo quedan entre nosotros Olivella, Campanal, Miguel, el autor del centro, Gento y Luis Su¨¢rez, cuya memoria es tan imponente como la devoci¨®n que a¨²n siente por Di St¨¦fano.
Y quedan los relatos asombrados de la prensa belga del d¨ªa siguiente, donde alguien lo bautiz¨® como ¡°el gol que no existe¡±.
Por lo menos, alguien lo dibuj¨® a?os atr¨¢s, para el estupendo libro El Maravilloso Mundo del F¨²tbol. Y, a la vista del relato de Luis Su¨¢rez, el dibujo lo clava.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.