Eufemismos innecesarios
Se corre el peligro de que agresiones tan puntuales, como la de Filipe a Messi, terminen quedando en el imaginario de la gente como una fatalidad inherente al f¨²tbol
El planchazo que Filipe le dio a Messi, en el partido que enfrent¨® al Barcelona y al Atl¨¦tico, no fue descrito por en¨¦sima vez con la precisi¨®n necesaria por los comentaristas deportivos que transmit¨ªan el encuentro por la emisora que escuch¨¦. Como tambi¨¦n simult¨¢neamente lo ve¨ªa por la televisi¨®n, dicha imprecisi¨®n me pareci¨® a¨²n m¨¢s escandalosa.
Rebobinemos primero la jugada. La pelota est¨¢ en el aire. A un lado de la misma, Messi est¨¢ dispuesto a dominarla. Del otro, el medio Filipe no est¨¢ dispuesto a jugarla. Ensaya una entrada (que no plancha) terror¨ªfica sobre el muslo del crack azulgrana. Es evidente que con esa suerte, es imposible disputar ninguna pelota. La bola dividida que levita entre los dos jugadores, solo se la puede dominar con el empeine. O esperar que llegue al c¨¦sped para matarla. Pero Filipe, inmisericordemente expeditivo, estira el pie con los tacos por delante directamente a la carne de Messi. La agresi¨®n es evidente. El ¨¢rbitro lo tiene claro y le saca la tarjeta roja.
Espero como un milagro, que un d¨ªa alguien en la radio o en la televisi¨®n, le llame a las cosas por su nombre. Que a las patadas alevosas le llamen patadas alevosas
Y ahora rebobinemos los comentarios profesionales de la jugada. No tuve que esperar ni un segundo para escuchar lo que esperaba escuchar en jugadas de esa magnitud. ¡°Lleg¨® tarde¡±. Es el cl¨¢sico eufemismo que se suele escuchar en situaciones semejantes. Estoy esperando como un milagro, que un d¨ªa alguien en la radio o en la televisi¨®n, le llame a las cosas por su nombre. Que a las patadas alevosas le llamen patadas alevosas. Y que a los empujones o entradas premeditadas, no se los justifique diciendo que eso ocurre porque el f¨²tbol es un deporte de contacto. Si no se corre el peligro de que agresiones tan puntuales, como la de Filipe a Messi, terminen quedando en el imaginario de la gente como una fatalidad inherente al f¨²tbol.
?Cu¨¢ntas veces tuve que escuchar decir que llegaba tarde el defensa del Valencia Roberto Fabi¨¢n Ayala, cuando pisoteaba la cabeza de los delanteros que le hac¨ªan sombra? ?Cu¨¢ntas veces escuch¨¦ algo de lo mismo, cuando Diego Simeone, otrora zaguero, dejaba en los muslos de los delanteros que rondaban su ¨¢rea la profunda marca de sus tacos?
Alguien podr¨ªa preguntarse para qu¨¦ servir¨ªa tanta exactitud. Servir¨ªa para no justificar ante los oyentes o televidentes, la desagradable evidencia de algunas agresiones en los campos de f¨²tbol entre compa?eros de profesi¨®n.
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