Morir esta tarde
Nadie deber¨ªa fallecer sin experimentar la electrizante conmoci¨®n de que su equipo gane la liga
Mi amigo Gasc¨®n muri¨® hace 15 a?os. Unas semanas antes de fallecer estaba muy enfermo en cama y fum¨¢bamos y habl¨¢bamos de cosas alegres, como si la muerte no estuviese del todo inventada. Mientras, de fondo, sonaba un carrusel en la radio. ?l pend¨ªa de una mascarilla de ox¨ªgeno y yo de un paquete de Chester. Cada vez que quer¨ªa dar una calada a mi cigarro me tiraba de un brazo, le apartaba la mascarilla, fumaba, y se la colocaba de nuevo, para que respirase. A ¨²ltima hora se puso a decir incoherencias. En un tramo del carrusel en que se cantaron cinco goles consecutivos, en otros tantos estadios, empez¨® a mover mucho los brazos, en busca de algo. ¡°?Qu¨¦ quieres?¡±. Entonces se qued¨® quieto, observ¨¢ndome, y me agarr¨® de la manga. Retir¨¦ la mascarilla y me susurr¨® con la voz carcomida: ¡°Ganar la Liga¡±. Deliraba, pero sab¨ªa lo que dec¨ªa. Gasc¨®n era de Osasuna, y, aunque dijo m¨¢s cosas antes de irse, me gusta creer que aquella frase fue su ¨²ltimo deseo.
Muchas veces he pensado que nadie deber¨ªa morir sin experimentar la electrizante conmoci¨®n de que su equipo gane la Liga. Aunque ese equipo sea Osasuna o el Leicester City. No es tanto pedir. Una Liga bastar¨ªa. No hay que abusar de la felicidad. La reiteraci¨®n de los placeres favoritos acaba por rebajarlos. Me pregunto si alg¨²n madridista, vivo o muerto, recuerda su 22? t¨ªtulo, por ejemplo. En cambio, ?qu¨¦ aficionado de Osasuna, Oviedo o ?ibar no podr¨ªa evocar cada detalle, como n¨²mero de cigarros fumados o camisas planchadas, del a?o que levantaron su Liga? Un t¨ªtulo as¨ª, en manos de una escuadra modesta, ser¨ªa tan impactante que se podr¨ªa recordar aunque nunca hubiese sucedido.
Es dif¨ªcil no conmoverse cuando el club menor cuestiona, sin que nadie lo vea venir, el dominio del rico y laureado. Y c¨®mo no sentir animadversi¨®n hacia ese equipo poderoso, y al mismo tiempo tener el deseo de convertirse en uno igual. ¡°Me opongo a los millonarios¡±, afirmaba Twain, ¡°aunque ser¨ªa peligroso ofrecerme ese puesto¡±. En Espa?a rara vez se producen estos zarpazos, as¨ª que nos conformamos con ver c¨®mo acontecen a lo lejos. De pronto, vivimos pendientes de que el Leicester City asalte la Premier. Su triunfo sobre los grandes clubes ingleses constituir¨ªa un oscuro gozo incluso para aquellos a los que ni nos va ni nos viene. Meter las narices donde no nos llaman es uno de los entretenimientos m¨¢s fascinantes que existen.
Nadie sabe si el Leicester resistir¨¢ el empuje de Tottenham, Arsenal o Manchester City, que en ¨²ltima instancia simbolizan el t¨ªpico equipo que te mira mal y te dice, como John Wayne a Lee Marvin en El hombre que mat¨® a Liberty Valance: ¡°Ese bistec es m¨ªo¡±, para que te apartes. A favor del Leicester juega que ha entrado en la fase en la que ya no se siente menos que nadie, igual que ese se?or que no es rico en absoluto pero tiene todo el dinero que se necesita para toda una vida, a cambio de que se muera hoy por la tarde.
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