Ni humildad, ni ambici¨®n, ni grandeza
La grandilocuencia con la que se ha tratado ¨²ltimamente al Bar?a ha sido tan desproporcionada como la burla hacia el Madrid
Admirable en la adversidad, el Bar?a no ha sabido cerrar la Liga cuando disfrutaba de una posici¨®n especialmente ventajosa como la de recibir al Madrid en el Camp Nou con 10 puntos m¨¢s y nueve respecto al Atl¨¦tico. El equipo se esforz¨® para resolver partidos dif¨ªciles en campos complicados, alguno sin la presencia del lesionado Messi, o con la mitad del 10 ¡ªas¨ª ocurri¨® en el Calder¨®n (jug¨® Rafinha) y el Bernab¨¦u (actu¨® Sergi Roberto)¡ª, para ser abatido despu¨¦s, a ocho jornadas para el final del campeonato, por Cristiano Ronaldo.
El Madrid se comport¨® como un rival peque?o porque admit¨ªa la superioridad del Bar?a. No ten¨ªa mayor objetivo que el de competir con dignidad en el Camp Nou. El guion del partido certificaba las sensaciones previas: a los azulgrana les alcanz¨® con un cabezazo de Piqu¨¦ a la salida de un c¨®rner para marcar (1-0). Hasta que empat¨® Benzema despu¨¦s de una prodigiosa transici¨®n de Marcelo. El tanto desorient¨® a los barcelonistas y encumbr¨® al Madrid.
Los muchachos de Zidane firmaron una remontada en inferioridad num¨¦rica por la expulsi¨®n de Sergio Ramos ante la perplejidad del Camp Nou. Nadie encontr¨® explicaci¨®n a una derrota sorprendente la noche en que se hab¨ªa convenido homenajear a Cruyff. Ni la hinchada, y por contagio el equipo, parec¨ªan preparados para la derrota despu¨¦s de la euforia generada por los ¨²ltimos resultados, tan favorables al Barcelona como contrarios al Madrid.
Luis Enrique solo fue capaz de cambiar a un futbolista y se equivoc¨® porque quit¨® al mejor y m¨¢s vulnerable, Rakitic, para calzar a Arda
La grandilocuencia con la que se ha tratado ¨²ltimamente al Barcelona ha sido tan desproporcionada como la burla hacia el club de Florentino. Los azulgrana se han perdido en la abundancia, cuando han dejado de ser un colectivo, para convertirse en un tridente dispuesto a renovar el triplete a la carta, en el momento que quisieran Messi, Luis Su¨¢rez y Neymar. H¨¦roes en la victoria, los tres delanteros deben asumir la culpa en la derrota, y m¨¢s si es tan cruel como la sufrida ante el Madrid.
No queda m¨¢s remedio para entender el fiasco del Bar?a que recordar el ideario expuesto por el propio Messi cuando la semana pasada se le pregunt¨® por las claves del ¨¦xito azulgrana: humildad, ambici¨®n y grandeza. Ninguno de los tres delanteros se aplic¨® la f¨®rmula contra el Madrid. El tr¨ªo no desequilibr¨® en ataque y fue especialmente insolidario defensivamente, sobre todo en las ayudas, un absentismo que dej¨® expuestos a los laterales e interiores, desbordados y secados por dos de los h¨¦roes visitantes: Marcelo y Carvajal.
El tridente madridista, por contra, marc¨® los goles ¡ªBale asisti¨® en el segundo despu¨¦s de que el ¨¢rbitro le anulara un tanto legal¡ª, y ayud¨® en la contenci¨®n dirigida por Casemiro. Critiano, Benzema ¡ªsustituido por Jes¨¦¡ª y Bale ¡ªcambiado por Lucas V¨¢zquez¡ªparticiparon de la idea colectiva de Zidane: resistir es vencer en el Camp Nou. El equipo humilde fue el Madrid.
Al equipo azulgrana le falt¨® tambi¨¦n la grandeza que le corresponde al l¨ªder de la Liga. Nunca supo c¨®mo enfrentar el partido, si deb¨ªa atacar o defender, confundido e inocuo, la mayor¨ªa de veces en punto muerto, para suerte del Madrid. Los barcelonistas necesitan ser en¨¦rgicos y jugar tensionados, presionar y tener el alto voltaje de su entrenador Luis Enrique. No saben descansar con el bal¨®n ni controlar el juego y cuando se entregan al intercambio de golpes corren el peligro de ceder si el rival domina las ¨¢reas como el Madrid.
Tampoco tuvieron ambici¨®n, o la gestionaron de mala manera, seguramente porque estaban convencidos de que la victoria llegar¨ªa por inercia, igual que ocurri¨® en partidos anteriores, como en Las Palmas o M¨¢laga. Los goles disimularon a menudo el poco caudal de juego y la rutina ha acabado por confundirle en mal momento, en el Camp Nou contra el Madrid. El Bar?a no reaccion¨® hasta que tom¨® el gol de Benzema. Y entonces, cuando se sinti¨® exigido, perdi¨® el oremus, abocado por el t¨¦cnico a un partido desenfrenado, convencido de que la victoria caer¨ªa de su parte como era costumbre en cada jornada de Liga.
Luis Enrique solo fue capaz de cambiar a un futbolista y se equivoc¨® gravemente porque quit¨® al mejor y m¨¢s vulnerable, Rakitic, para calzar a Arda, sustituci¨®n que favoreci¨® la avalancha final del Madrid y provoc¨® varias dudas sobre el Bar?a. La hinchada se preguntaba por el desplome f¨ªsico del equipo y su dificultad para cerrar los partidos, incluso en el Camp Nou.
Asumido que para entrenar al Bar?a no hace falta tener memoria, nostalgia ni emotividad, una virtud para no ser prisionero del pasado, a Luis Enrique se le pide que tenga mejor mano en los cambios y no sea un entrenador fuerte con los d¨¦biles y d¨¦bil con los fuertes. Al t¨¦cnico le corresponde que el equipo recupere el equilibrio y tomar decisiones que favorezcan el bien com¨²n ante la visita ma?ana del Atl¨¦tico y el viaje el s¨¢bado a Anoeta. El Bar?a necesita renegar del boato, acabar con el ensimismamiento y recuperar la cultura del esfuerzo a partir del compromiso de Messi, Su¨¢rez y Neymar. Ahora que llega el final, hay que volver al principio.
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