Arsenio Iglesias, la gloria del derrotado
El s¨ªmbolo del Superdepor, que recibe el homenaje de Riazor a sus 85 a?os, fue un entrenador at¨ªpico, casi inconcebible en el f¨²tbol de hoy
Hace 20 a?os, en el f¨²tbol espa?ol a¨²n se pod¨ªa escribir una epopeya imposible. Hace 20 a?os, el dominio de Madrid y Barcelona ya era apabullante pero a¨²n pod¨ªa aparecer un equipo de una ciudad peque?a, reci¨¦n llegado de Segunda, para amenazar el duopolio. Dos d¨¦cadas atr¨¢s incluso pod¨ªa suceder que ese equipo estuviese dirigido por un viejo entrenador socarr¨®n y algo cascarrabias, que no ocultaba su origen aldeano y que desarmaba a los periodistas disparando r¨¢fagas de sabidur¨ªa campesina.
A aquel equipo lo bautizaron Superdepor y figura ya en la leyenda contempor¨¢nea del f¨²tbol espa?ol. Tan impactante fue su irrupci¨®n que se gan¨® a los aficionados de todo el pa¨ªs. El icono de ese equipo era Arsenio Iglesias, un veterano emigrante por los banquillos espa?oles que hab¨ªa consumido su carrera en el vag¨®n de clase baja. Un hombre ya en edad de jubilarse y sin m¨¢s logros de post¨ªn que un par de ascensos a Primera. De todo lo sorprendente que rodeaba a aquel equipo nada como ese entrenador, Arsenio, O Bruxo, O Vello, un fil¨®sofo rural que ocultaba su astucia bajo el disfraz de hombre del campo. Abominaba del divismo y proclamaba que su funci¨®n no iba m¨¢s all¨¢ de poner a los mejores jugadores en su sitio natural. Donde otros se pavoneaban adorn¨¢ndose de ret¨®rica, Arsenio no hac¨ªa m¨¢s que quitarse importancia. Su lac¨®nico discurso alcanzaba ese punto exacto donde se funden la sencillez y la profundidad. Como cuando le pidieron que definiera el f¨²tbol y lo despach¨® con dos palabras: orden y talento.
Lo m¨¢s inaudito era el escepticismo con que se tomaba el ¨¦xito tard¨ªo. A su alrededor bull¨ªa una euforia ensordecedora. Prensa de media Europa acud¨ªa informar del milagro. Arsenio se encog¨ªa de hombros y sobrevolaba la fiesta con una sonrisa de melanc¨®lica iron¨ªa. Hab¨ªa en ¨¦l un poso del fatalismo at¨¢vico que se atribuye a los paisanos gallegos, acrecentado por a?os de sufrimientos en banquillos de segunda fila. Y m¨¢s cuando la proeza del Superdepor tropez¨® con un drama: el t¨ªtulo perdido por un penalti errado en el ¨²ltimo minuto del ¨²ltimo partido.
Aquello separ¨® a¨²n m¨¢s a Arsenio del resto del mundo. El club y una parte de la afici¨®n se hab¨ªan cre¨ªdo su papel de nuevos triunfadores. Y ¨¦l decidi¨® marcharse. Pero antes todav¨ªa llev¨® al Deportivo a su primera final de Copa. En v¨ªsperas de ese duelo que iba a ser el ¨²ltimo de su carrera blanquiazul, al viejo entrenador ya ni le inquietaba el temor a perder. ¡°Es m¨¢s humana la derrota¡±, dec¨ªa. ¡°A veces oyes esas frases manidas: ¡®A m¨ª me gusta ganar hasta en los entrenamientos¡¯. Al que le guste perder es tonto. Pero en toda disputa hay ganadores y perdedores. El mundo no se gobierna ¨²nicamente por los sentimientos de los que se dicen ganadores natos¡±.
Han tenido que pasar dos d¨¦cadas y cumplir 85 a?os para que este s¨¢bado el Deportivo le rinda por fin su homenaje en Riazor, el estadio donde ha pasado media vida. La espera tal vez sirva que los m¨¢s j¨®venes descubran que, aunque parezca incre¨ªble, una vez hubo un hombre as¨ª sentado en el banquillo de uno de los mejores equipos de Espa?a.
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