El Baskonia pierde el partido de las causas perdidas
El Lokomotiv, m¨¢s motivado, supera a un desangelado conjunto vitoriano en la segunda mitad
Habr¨ªa que saber qui¨¦n es la ni?a o el ni?o de la mini grada del Lokomotiv que grita cada vez que su rival se acerca a la canasta. Grita como si tuviera hambre o se hubiera ca¨ªdo o le hubieran tirado un helado. Los poquitos aficionados de Krasnodar se alimentan de los gritos que salen de esos pulmones intactos. ?O quiz¨¢s es un grito grabado, met¨¢lico, otro artilugio para hacer visible la roja oscuridad del Lokomotiv, unas pocas felices familias, quiz¨¢s de los jugadores? Pero ?qu¨¦ ser¨ªa de una final por el tercer y cuarto puesto si no fuera por ese beb¨¦ electr¨®nico o natural de pulmones de oro o por la charanga de Baskonia, que bien pudieran ser los incansables? Es el partido de las causas perdidas y cualquier trompeta es bien recibida. Aunque en el campo, el castigo de la derrota pesa m¨¢s en la cabeza que en el cuerpo. Y al Baskonia se le atragant¨® el postre. Dolido por no poder luchar por los platos principales, el postre del tercer y cuarto puesto lo asumi¨® como un castigo, como una condolencia.
Laboral Kutxa, 75 - Lokomotiv, 85
Baskonia: Adams (25), Hanga (3), Bertans (13), Tillie (7) , Planinic (5), -quinteto inicial-, Bourousis (5), Blazic (8), James (2), Corbacho (3) y I. Diop (4).
Lokomotiv: Bikov (0), Delaney (21), Claver (10), Broekhoff (21), Singleton (10) -quinteto inicial-, Janning (10), Zubkov (11), Balashov (0) y Voronov (0).
Parciales: 16-20, 26-20, 11-21, 22-24.
?rbitros: Christodoulou (Grecia), Ryzhyk (Ucrania) y Pastusiak (Polonia).
El Lokomotiv, invitado por primera vez a la cena de la aristocracia, consider¨® que el postre era suculento como para no rechazarlo. Era su primera participaci¨®n en la Final Four y conven¨ªa no pasar desapercibido. Y conven¨ªa exhibirse por si... Por ejemplo, el australiano Broekhoff pon¨ªa un sello imborrable de su doble faceta de defensor y anotador. O por si alguien dudaba de Delaney. El primero anot¨® 21 puntos; el segundo, le igual¨®. Casi la mitad de los de su equipo.
El coraz¨®n y la cabeza no suelen llevarse bien cuando se les suben la pulsaciones. Y el Baskonia las enjug¨® con m¨¢s l¨¢grimas que rabia. Aguant¨® medio partido (16-20 en el primer cuarto y lleg¨® al descanso con 42-40). Luego dimiti¨® y el Lokomotiv, al impulso de Broekhoff, de Delaney y de un soberbio Claver se fue yendo, y yendo, dando a entender que a buen entendedor pocas palabras bastan. En el tercer cuarto ten¨ªa ocho puntos que significaban m¨¢s que ocho unidades y concluy¨® el partido con una ventaja de 10. Pero m¨¢s all¨ª de los n¨²meros siempre dio la sensaci¨®n de ganar y que la distancia era una pura matem¨¢tica. El Baskonia rot¨®, tanto que se mare¨® y la canasta se le hizo peque?a. El ni?o o ni?a call¨®, adormecido, y la charanga del Baskonia son¨® como una big band. Sobre todo cuando acab¨® el partido y su equipo perdi¨®. El pulm¨®n del ni?o o ni?a cambi¨® de grada y la charanga atron¨® el pabell¨®n. Los hinchas del Fenerbah?e, que llegaban, aplaudieron con ganas. Las causas perdidas, se libraron en el parqu¨¦, pero no llegaron a la grada.
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