En el Giro, cada d¨ªa es una batalla
Ataques de Nibali y Amador, defensa de Jungels, y victoria de Ulissi en la marca trevisana
Un luxemburgu¨¦s y un costarricense iban en fuga por los ricos empedrados de viejas calles del V¨¦neto lujurioso; les persegu¨ªan un colombiano, un polaco, un holand¨¦s, un ruso, un espa?ol y un italiano. Y entonces¡ por supuesto, el italiano oportunista les alcanz¨®, les enga?¨® y les gan¨®. No es un chiste malo, o el inicio de un proyecto de chiste malo, sino el Giro del ciclismo global del siglo XXI que no se da un respiro, que se corre como mediados los a?os 90, donde cada tachuela, cada cuesta, era una oportunidad para atacar, una invitaci¨®n, donde cada etapa se corre como una cl¨¢sica.
El mi¨¦rcoles tocaba la Lieja.
Se corri¨® a la italiana, siguiendo el dicto aquel de que la mejor forma de acabar con un l¨ªder es atac¨¢ndolo siempre que la carretera lo permite, para as¨ª tenerle todo el d¨ªa temiendo y la noche con pesadillas, sin poder dormir pensando en el d¨ªa siguiente y sus ataques. As¨ª corre el Movistar transformado del ardiente Valverde, del culoinquieto Amador que todos los d¨ªas corre hacia una maglia rosa que nunca toca. Eso sue?a insomne, y se defiende brillantemente, Jungels, tranquilo pese a los nervios, como si quisiera ser Miguel Indur¨¢in, el calmo.
¡°Es que Italia, el Giro, sus recorridos, invita a correr as¨ª¡±, dice Eusebio Unzue, quien cuando dirig¨ªa a Indur¨¢in, el s¨®lido, pestaba y tem¨ªa a los Argentin de turno, maestros de la emboscada que le forzaban a gastar m¨¢s energ¨ªa que la que su gran sentido de la eficiencia cre¨ªan conveniente. Unzue lidera ahora a los chicos del Movistar, a Amador y a Valverde, segundo y tercero en la general, y los gu¨ªa con la brida floja por bosques, p¨¢ramos y collados, donde despiertan el terror antes de que el Giro llegue, el fin de semana largo, de viernes a domingo, de pleno en los Dolomitas.
Nibali bajando
Andrey Amador, el costarricense, atac¨® en los ¨²ltimos kil¨®metros, despu¨¦s de que la Forcella de Mostaccin, una especie de Redoute estrecha y sinuosa y tan empinada en medio de la marca trevisana, hubiera despedazado el pelot¨®n como Dios en los cuadros del Renacimiento separaba a los buenos para el cielo y a los malos, condenados al infierno eterno. Los buenos fueron desde el principio Nibali, el siciliano, Valverde, el espa?ol, Bob Jungels de rosa, el compatriota de Charly Gaul, el ligero Chaves, el colombiano, y Kruijswijk, el holand¨¦s s¨®lido ¡ªel otro, el holand¨¦s alto, Tom Dumoulin, el de tan soberbio comienzo, se retir¨® con escoceduras y llagas en la entrepierna que convert¨ªan en un tormento hasta un paseo en el sill¨ªn¡ª, y tambi¨¦n el ruso Zakarin y el polaco Majka. Entre ellos se jugar¨¢n el Giro en el que unos, pocos, se mueven y los dem¨¢s siguen, en el que todos se desgastan, y cada d¨ªa cae uno,
El ataque de Amador era la respuesta en forma de contrapi¨¦ al intento de Nibali bajando unos kil¨®metros antes, un descenso suicida de la Mostaccin que le siguieron animosos Valverde y Chaves y que demuestra que en el Giro se ataca y despu¨¦s se piensa, una forma hermosa de seducir a la afici¨®n, que se pega a la pantalla.
El golpe de Amador, quien desde que termin¨® cuarto el ¨²ltimo Giro es portada a veces en el ?Hola! de Costa Rica, todo vestido de smoking junto a su madre, la ingeniera rusa Raisa Bikkazakova, lo respondi¨® sin temer con una fuerza autoritaria el valiente Jungels, quien se niega a ceder la maglia rosa con la misma fuerza, al menos, y determinaci¨®n que la que juntan los que buscan quit¨¢rsela.
Se les junt¨® al final y gan¨® la etapa ¡ªsu segundo triunfo despu¨¦s de Praia a Mare¡ª Diego Ulissi, el italiano que pasaba por all¨ª, el chico r¨¢pido de Livorno que sabe que las cl¨¢sicas son cosa de un d¨ªa, no como los que buscan el rosa como si las tres semanas de etapa fueran cap¨ªtulos continuados de la misma narraci¨®n, como si las escaramuzas fueran batallas e hicieran tanto da?o, como si despu¨¦s de un d¨ªa siempre llegara el siguiente.
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