Es el Madrid, est¨²pido
En el Madrid se gana, como sea, con quien sea y a la hora que sea. Es su c¨®digo gen¨¦tico, no hay m¨¢s que decir.
Cincuenta a?os despu¨¦s, cuando se trata de indagar en el exclusivo tu¨¦tano del Real Madrid el genial Luis Su¨¢rez Miramontes a¨²n recuerda con estupor la semifinal del 13 de abril de 1966. Su imponente Inter de Mazzola, Jair, Facchetti y Peir¨® se hab¨ªa proclamado campe¨®n en las dos ediciones anteriores y ahora deb¨ªa resolver el ¨²ltimo pelda?o para otra final. La parada era en Chamart¨ªn ante un Madrid con once espa?oles. El equipo local se adelant¨® con un gol de Pirri y, en tiempos en los que no hab¨ªa cambios ni para los lesionados, por mucho que fueran los porteros, se lastim¨® el meta canario Betancort. ¡°Fue incre¨ªble, incre¨ªble. El hombre se sosten¨ªa como pod¨ªa apoyado en un palo y pasaba el tiempo y no ¨¦ramos capaces ni de acercarnos a su porter¨ªa. Nos mir¨¢bamos unos a otros y dec¨ªamos sin parar: oye, que no hay portero, co?o¡ ?Ese es el Madrid!¡±. Por supuesto, ni con la puerta abierta de par en par el Inter pudo con los blancos, que con este y muchos otros episodios han construido su leyenda, tan ¨²nica que remite a un secreto de ultratumba desde que Di St¨¦fano se lo llev¨® a su merecid¨ªsima eternidad. Hubo y seguro que hay, mejores equipos, pero no mejor ganador.
No hay entidad m¨¢s enigm¨¢tica que el Real Madrid, arcano infinito del f¨²tbol. Resulta parad¨®jico que el m¨¢s campe¨®n de todos los campeones sea el m¨¢s indescifrable, quiz¨¢ porque el planteamiento de cr¨ªtica y aficionados sea incorrecto desde el pleistoceno. Solo cabe cambiar el foco cenital del debate: en las victorias del Madrid el c¨®mo es lo de menos. Este club gana y luego, que los otros discutan el m¨¦todo si es que quieren perder el tiempo. No se da el proceso a la inversa de gran parte de sus adversarios, que anteponen una mesa redonda sobre el estilo y el cauce necesario para triunfar. A muchos les va muy bien as¨ª, pero al Madrid a¨²n le va mejor por la rutilante Europa, sea Copa en blanco y negro o Champions en color.
Mientras merece todo el sincero reconocimiento que otros se estrujen el cerebro en la b¨²squeda de un sello, el Madrid contradice toda l¨®gica: suma y suma como nadie cuando juega bien, mal o regular, con mejores o peores entrenadores, jugadores o directivos, con suerte en los sorteos y sin ella, gal¨¢cticos de no s¨¦ d¨®nde y ¡°pavones¡± de por aqu¨ª. Se le ha visto hacer cumbre con jugadores importados y con una n¨®mina limitada a espa?oles, con tracas inigualables de Puskas y voleas de Zidane para los archivos del tesoro, pero tambi¨¦n marca en fuera de juego y a deshora, en pr¨®rrogas y tandas de penaltis, con gente acalambrada o en plenitud, con pizarra o sin pizarra¡ Lo mismo da: 14 finales y 11 ganadas. Y las tres perdidas se remontan a Altamira, en 1962, 1964 y 1981. Por incre¨ªble que parezca, en su extenso relato no hay gafes con los postes como tuvo aquel Bar?a de Kubala en Berna, tampoco un Ducadam del Steaua iluminado. Por m¨¢s que se rastree, en los momentos cumbres nunca le remontaron como el United al Bayern o el Liverpool al Milan. Por descontado, no tiene desvelos con quebrantalenguas como Schwarzenbeck o pesadillas en cualquier minuto 93.
Tan misterioso es el Real que donde alcanzaron los Garc¨ªa no lo hicieron Butrague?o y su estilosa y maravillosa Quinta. Marcaron ¨¦poca el Benfica de Eusebio, el Inter de Helenio Herrera, el Ajax de Cruyff, el Bayern de Beckenbauer, el Liverpool postShankly, el Milan de Sacchi y este Bar?a de Messi. Para profundizar en lo sibilino de esta instituci¨®n, desde los pa?ales de la Copa de Europa con la Saeta como referente no hay etiqueta posible para el Real. En el Madrid quien ha marcado ¨¦poca es el Madrid, ya sea con Amancio (1966), Mijatovic (1998), Ra¨²l (2000), Iker Casillas (2002), Sergio Ramos (2014) o Cristiano (2016).
Tan contracultural es su formato, que donde no lleg¨® el t¨¦cnico con m¨¢s eco del planeta, Jos¨¦ Mourinho, lo ha hecho un novato como Zizou o entrenadores campechanos que no precisaban cortejos de aduladores como Heynckes, Del Bosque y Ancelotti, fulminados en pleno apogeo. No importa, en el Madrid se gana, como sea, con quien sea y a la hora que sea. Es su c¨®digo gen¨¦tico, no hay m¨¢s que decir. M¨¢s bien aplaudir, quedarse boquiabierto y coger fuerzas para reabrir otro est¨¦ril congreso sobre madridismo la pr¨®xima temporada. Cabe incluso que repita otra ¡°catetada¡± como la copera de C¨¢diz que cambie de entrenador a medio curso, que est¨¦ a punto de fichar De Gea y falle el fax o desde?e por un rato a los Casemiro de este mundo, tan alejados del espumoso mundo de las celebridades. Cuidado, que ni as¨ª se le ocurra a nadie afilar la guada?a y precipitarse en los vaticinios.
Tan contracultural es su formato, que donde no lleg¨® el t¨¦cnico con m¨¢s eco del planeta, Jos¨¦ Mourinho, lo ha hecho un novato como Zizou
Antes de abrir otro inevitable simposio sobre el Madrid, convendr¨ªa recordar lo que padeci¨® Luis Su¨¢rez Miramontes y lo que ha martirizado a todo un palad¨ªn como Diego Pablo Simeone, m¨¢s tocado que nunca tras el doble fiasco de Lisboa y Mil¨¢n. Su fant¨¢stica obra en el Atl¨¦tico no merece que le entren dudas. El Cholo, futbolero y futbolero, deber¨ªa saber ya mejor que nadie que con el Madrid por delante no cabe otra introspectiva que susurrar a tu conciencia: es el Madrid, est¨²pido. Coletilla bien manoseada, s¨ª, pero¡ ?C¨®mo explicar si no lo de este majestuoso club de mocitas madrile?as y glorias deportivas que se cantan con un simple Hala Madrid?
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