Hay tiempo
En pocos escenarios como en un estadio es pr¨®diga la agon¨ªa del paso de los minutos, el f¨²tbol es un asunto de ¨²ltima hora
En f¨²tbol siempre hay tiempo. Esta es una lecci¨®n que aprendes sin necesidad de haber visto un partido en tu vida. Yo empec¨¦ a ser consciente de ella en la universidad, cuando conoc¨ª a un estudiante de Derecho que se hab¨ªa matriculado en un par de asignaturas de Filosof¨ªa. Se llamaba Charly y no pisaba la facultad hasta tres d¨ªas antes de los ex¨¢menes. ¡°Llega usted un poco tarde¡±, le reproch¨® el profesor de Introducci¨®n a la Antropolog¨ªa Cultural la primera vez que lo vio por su clase. Charly sonri¨® a medias, alz¨® un poco los hombros y respondi¨® casi en lat¨ªn: ?Hay tiempo?. Parec¨ªa Obdulio Varela en la final del Mundial del 50, justo despu¨¦s del gol de Brasil, cuando con el bal¨®n bajo el brazo se dirigi¨® muy lentamente al centro del campo para reanudar el partido. Esos dos minutos en los que no se jug¨® son quiz¨¢ los m¨¢s transcendentales de la historia del f¨²tbol. Y es que no importaba perder el tiempo, porque hab¨ªa m¨¢s. De hecho, al poco marcaron Schiaffino y Ghiggia, y Uruguay consum¨® el maracanazo.
No record¨¢bamos una Eurocopa tan generosa en goles tard¨ªos, obtenidos al filo del final
En la misma l¨ªnea flem¨¢tica, Charly sac¨® un notable alto en aquel examen, y en todos los siguientes. No s¨¦ c¨®mo lo hac¨ªa. En cuanto nos tomamos un poco de confianza, descubr¨ª que su control sobre el tiempo abarcaba cualquier faceta. Eso inclu¨ªa los jueves por la noche, que en aquella ¨¦poca pod¨ªan caer a martes o a s¨¢bado. Hac¨ªa acto de presencia sobrio, perfectamente arreglado, airoso, cuando los dem¨¢s empez¨¢bamos a sentarnos en las aceras para agarrarnos al suelo. ¡°Las cosas interesantes siempre pasan a ¨²ltima hora¡±, le gustaba decir, para explicar la tranquilidad con la que irrump¨ªa en las discotecas, y que nosotros estuvi¨¦semos completamente borrachos y ¨¦l no.
Esta idea sobre la emoci¨®n y plenitud de los momentos culminantes adquiere un sentido profundo en el f¨²tbol. No record¨¢bamos una Eurocopa tan generosa en goles tard¨ªos, obtenidos al filo del final. Francia, Italia, Espa?a, Alemania, Inglaterra, Hungr¨ªa o Irlanda del Norte han marcado en los desesperados m¨¢rgenes del minuto 90, cuando uno se siente tentado a creer que ya no hay tiempo para nada. Y ni siquiera nos hemos adentrado en las eliminatorias y sus pr¨®rrogas. Es como si la falta de esperanza en marcar, despu¨¦s de minutos, horas, semanas de asedio est¨¦ril, espolease los ¨¢nimos. Todos hemos vivido d¨ªas de los que nuestra perseverancia obtuvo un peque?o milagro. Al final siempre hay un resquicio. En pocos escenarios como en un estadio es pr¨®diga la agon¨ªa del tiempo. El f¨²tbol es un asunto de ¨²ltima hora. Charly lo sab¨ªa. No le interesaba el deporte; en realidad, tampoco el Derecho o la Filosof¨ªa, pero ten¨ªa una confianza ciega en s¨ª mismo, y se entusiasmaba pensando en que pod¨ªa hacer cualquier cosa. Ten¨ªa fe en los milagros mundanos. Jam¨¢s vi a nadie estirar el brazo con tanta clase para consultar la hora, y despu¨¦s decir: ¡°Hay tiempo¡±. Daba envidia verlo. Y ni siquiera ten¨ªa reloj. Eso s¨ª que era f¨²tbol.
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