De Gea y la hipocres¨ªa
Es estrafalario que juzguemos al portero no por sus reflejos, sino por sus libertades encima de la cama.
La campa?a pol¨ªtica se ha apropiado de la Eurocopa como si fuera una tormenta de lluvia ¨¢cida. Lo demuestra el alarde patri¨®tico de Rivera en la pantalla gigante de Barcelona. Y lo prueban esas cualidades visionarias de Mariano Rajoy. No le gusta Morata. Porque le falta gol. Y echa de menos a Villa.
Semejante clarividencia se la confi¨® a los rivales de Podemos en el pre¨¢mbulo del debate a cuatro. Y antes, claro, del partido contra Turqu¨ªa, de modo que Rajoy ha demostrado unas extraordinarias habilidades prof¨¦ticas. Las mismas con las que ya se observa presidente del Gobierno.
Es una an¨¦cdota pintoresca, todo lo contrario de las intenciones demag¨®gicas y oportunistas con que Pedro S¨¢nchez ha sumado su antorcha a la pira preventiva que se le ha organizado a David de Gea.
El l¨ªder socialista dice no sentirse c¨®modo con ese portero defendiendo los colores de Espa?a. Y asume como dogma que el guardameta predispuso una cita entre una prostituta y el futbolista Iker Muniain, aunque no form¨® parte del tri¨¢ngulo de la perversi¨®n en un hotel madrile?o.
Otorga as¨ª credibilidad a la denunciante tres a?os despu¨¦s de haberse producido los ¡°hechos¡± y asume Pedro S¨¢nchez un papel de pedagogo social, discriminando entre el futbolista rico y la meretriz pobre, y confundiendo premeditadamente el orden moral y el penal.
David de Gea no est¨¢ acusado de nada, pero la altisonancia del caso Torbe y el sensacionalismo del esc¨¢ndalo que denuncia una testigo protegida sobrentienden que el guardameta de La Roja es indigno de representarnos.
Fue la raz¨®n que esgrimi¨® el premier Valls cuando desconvoc¨® de la lista bleue a Benzema. Hab¨ªa razones judiciales m¨¢s corpulentas de las que conciernen a De Gea, pero interven¨ªa el mismo ¨¦nfasis moralista y ejemplarizante que ahora ha adoptado Pedro S¨¢nchez.
Se equivoca el l¨ªder socialista, no ya por haber precipitado una sentencia hip¨®crita, sino por atribuir a los futbolistas de la selecci¨®n nacional unas obligaciones ¨¦ticas y morales que en absoluto les competen. La educaci¨®n, la formaci¨®n del esp¨ªritu, recaen en los colegios y en los hogares, compromete a las instituciones, obligan a los representantes pol¨ªticos. Y exceden, por completo, a los iconos deportivos que idolatramos. Nadal se representa a s¨ª mismo igual que hace Gasol, de forma que abrumarlos con obligaciones de ejemplo y de modelo social implica una dejaci¨®n de responsabilidades a la que se ha a?adido la homil¨ªa de S¨¢nchez.
Es rid¨ªculo exigirle a Piqu¨¦ el deber de emocionarse con el escudo de la camiseta, como es estrafalario que juzguemos a De Gea no por sus reflejos debajo de la porter¨ªa, sino por sus libertades encima de la cama.
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