Inglaterra sufre y se deja el liderato ante Eslovaquia
Los ingleses no consiguen marcar y acaban segundas de grupo despu¨¦s de un partido en el que Hodgson volvi¨® a situar la l¨ªnea de presi¨®n demasiado atr¨¢s
Jamie Vardy juega con el antebrazo derecho escayolado. Sufri¨® una triple factura dura y precisa que le operen porque el desarreglo es importante. Pero eso es un tr¨¢mite que ha postergado para cuando acabe su participaci¨®n en la Eurocopa. La enajenaci¨®n que experimenta cuando se pone la camiseta inglesa es notable. Tanto, que en las primeras acciones del partido contra Eslovaquia se olvid¨® de sus huesos y le peg¨® un pu?etazo al palo de la porter¨ªa despu¨¦s de fallar un mano a mano con Koz¨¢cic.
Inglaterra hace sufrir a sus jugadores y a sus hinchas, que se arrancaron desesperados a cantar el God Save the Queen bajo la lluvia fina, y sin venir a cuento, mientras Dier mov¨ªa la pelota intentando cerrar filas. Inglaterra provoca el delirio de los s¨²bditos lo mismo que el los resoplidos del heredero al trono, el duque de Cambridge, presente en el palco de Saint-?tienne, p¨¢lido de asistir como asisti¨® a tantos remates que pegaron en eslovacos o se fueron desviados. Porque Inglaterra es una selecci¨®n presa de la incoherencia de un entrenador, Roy Hodgson, que no ha sabido dotarla de un orden. La falta de un plan racional est¨¢ triturando los nervios de un pueblo devoto de su escudo.
Hodgson cuenta sus partidos por desaciertos. Contra Eslovaquia fue responsable de dos. Primero, sentar a seis titulares cuando es evidente que el equipo no ha encontrado un funcionamiento y necesita estabilidad. Segundo, insistir en la presi¨®n media y baja, provocando repliegues que acaban por deshacer las piernas de futbolistas que no son precisamente fondistas keniatas. Wilshere, Dier, Lallana y Sturridge acabaron la primera parte pidiendo ox¨ªgeno.
Una cosa cabe decir en descargo del seleccionador. Sus centrales, Cahill y Smalling, leen el juego con retraso. Son fuertes, ¨¢giles y bravos. Pero reaccionan tarde a las circunstancias que presenta el partido, de modo que les cuesta anticiparse. Ante la duda, reculan porque necesitan tiempo para ver las cosas con calma. Y con ellos, retrocede todo el equipo, incluso los atacantes, que se ven obligados a hacer recorridos de 70 metros una y otra vez. Hasta que el cuerpo deja de responderles como debe responder el organismo de un jugador que se enfrenta a dos l¨ªneas defensivas por donde no hay manera de colarse sin estar chispeante.
Calambre colectivo
Cahill y Smalling no son los centrales m¨¢s clarividentes. En esto, comparten el mismo defecto que su entrenador. Porque en lugar de disponer una soluci¨®n para compensar el d¨¦ficit, Hodgson los anim¨® a replegarse, arrastrando a todos sus atacantes hacia el agotamiento y haciendo que el Pr¨ªncipe de Gales se frotara la cara ansioso, contraviniendo su deber de preservar el decoro de la Corona.
Hodgson no supo sacarle partido a sus armas y sus contrincantes, alertados, se lo pusieron dif¨ªcil.
Hodgson no supo extraer lo mejor de sus recursos y los rivales, alertados, se lo pusieron dif¨ªcil. Los eslovacos escondieron la pelota en la medida de sus posibilidades. Cada vez que la recuperaron, Hamsik y Weiss se encargaron de estirar las posesiones. Les bast¨® esa argucia de barrio para obligar a los brit¨¢nicos a moverse m¨¢s de lo que les conven¨ªa.
Hodgson intent¨® poner remedio al calambre colectivo cambiando a los agotados Wilshere, Sturridge y Lallana, por Rooney, Kane y Alli. Pero, como el equipo sigui¨® repleg¨¢ndose cada vez que perdi¨® la pelota, el problema principal no se resolvi¨®. Y as¨ª, todos los ingleses sufrieron.?
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