Buscando a Heynckes desesperadamente
G?tze es una promesa incumplida y Mario G¨®mez, el jefe de la secci¨®n de emergencias, algo as¨ª como el desfibrilador alem¨¢n
El 17 de junio de 1970, el Estadio Azteca de M¨¦xico asisti¨® a la entronizaci¨®n del esp¨ªritu alem¨¢n. Ya exist¨ªa, pero no hab¨ªa ascendido los ¨²ltimos pelda?os y alcanzado la hornacina reservada a las gestas personales y colectivas. El honor le correspondi¨® a Franz Beckenbauer, apodado El Kaiser por su manera imperial de jugar, cuando, carente Alemania de cambios, decidi¨® continuar jugando con un brazo en cabestrillo, tras romperse la clav¨ªcula. El partido lo gan¨® Italia en la pr¨®rroga (4-3), pero por encima del talento de Bonisegna, Mazzola o Luigi Riva, el encuentro qued¨® marcado por el brazo incorrupto de Beckenbauer.
Luego prosper¨® la retah¨ªla de lugares comunes sobre el esp¨ªritu alem¨¢n: lo de Gary Lineker sobre que juegan once contra once y siempre gana Alemania o aquello de que hasta que no est¨¢s bajo la ducha no puedes estar seguro de haber vencido a Alemania. Un suma y sigue de atributos que convert¨ªan el m¨ªtico milagro alem¨¢n en una realidad futbol¨ªstica. 46 a?os despu¨¦s de aquella clav¨ªcula, aquel brazo y aquella venda en el llamado partido del siglo, Alemania ha ca¨ªdo en la rutina internacional de jugar o no jugar con un 9 cl¨¢sico, un debate que tiene m¨¢s que ver con la evoluci¨®n del f¨²tbol que con el capricho de este o aquel seleccionador.
El debate no tendr¨ªa sentido si Lewandowski no fuera polaco, sino alem¨¢n. Pero en realidad la figura del ¡°falso nueve¡± responde a la carencia de aquello que en Alemania se llamaba panzers o en Inglaterra, killers. O al menos esa condici¨®n no tiene tanto que ver con los kilos y cent¨ªmetros del ariete. Hrubesch, aquel grandull¨®n del Hamburgo, que intimidaba m¨¢s con su presencia que con su juego.
Alemania ha ca¨ªdo en la rutina internacional de jugar o no con un nueve cl¨¢sico
El delantero centro cl¨¢sico amenaza con extinguirse como se extingui¨® la figura del extremo cl¨¢sico, el regateador nato, sustituido no por otro jugador sino por una figura futbol¨ªstica: la superioridad por banda en el dos contra uno. ?Para qu¨¦ encarar al defensa si se le puede abrumar? ?Para qu¨¦ regatear si se puede sustituir por un rondito? La mano a mano es una figura del pasado o un gesto reservado a los dioses intratables que son tres: Leo, Messi y Leo Messi. Alemania necesita romper moldes. O sea, necesita desesperadamente a Jupp Heynckes, un extremo por su posici¨®n, pero actualmente el tercer m¨¢ximo goleador de la historia de la Bundesliga (tras Gerd M¨¹ller y Klaus Fischer). Lo necesita en el terreno de juego m¨¢s que en el banquillo. Necesita clonarlo para tener un goleador y un extremo con un solo n¨²mero a la espalda.
G?tze es una promesa incumplida y Mario G¨®mez, el jefe de la secci¨®n de emergencias, algo as¨ª como el desfibrilador alem¨¢n. Pero Heynckes no est¨¢ disponible, aunque Alemania siempre est¨¦ disponible para reeditar su milagro, sucumbir a su rutina o golear a Brasil en Maracan¨¢. Alemania, tan fiable, no permite confianzas. El brazo incorrupto de Beckenbauer sigue modelando el esp¨ªritu. Y la ducha sigue siendo la prueba del algod¨®n para saber si has ganado a Alemania o no.
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