Santana: ¡°Wimbledon te llega al coraz¨®n¡±
Cuando Manolo Santana (Madrid, 78 a?os) cogi¨® su raqueta y enfil¨® Londres, el tenis era un reducto de las ¨¦lites en Espa?a. Ahora se cumplen 50 a?os de su hist¨®rica victoria en el templo de la hierba
Eran los a?os sesenta cuando un espa?olito de a pie, nacido en el barrio Chamber¨ª y de familia republicana, decidi¨® que era hora de rebelarse contra el sistema. ¡°Quer¨ªa desafiar a los anglosajones¡±, explica Manolo Santana (Madrid, 78 a?os) bajo el agradable sol de Marbella, donde reside desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas y ahora disfruta de los d¨ªas en su club, asentado sobre una colina. Entonces, cuando la expansi¨®n del tenis era m¨ªnima y muy selectiva en el pa¨ªs, reducto exclusivo para las ¨¦lites, Santana se propuso dar el gran golpe. Hab¨ªa conquistado ya Par¨ªs y Nueva York, pero no el All England Tennis Club de Londres, dominio de norteamericanos, australianos y brit¨¢nicos. As¨ª que prepar¨® el hato, empu?¨® su raqueta y rubric¨® un ¨¦xito pionero para un espa?ol: triunfar en la hierba de Wimbledon. De esa gesta se cumplen ahora 50 a?os. ¡°Y, si quieres, podr¨ªa contarte ese d¨ªa paso a paso¡±, dice el protagonista.
Pregunta. Pues, adelante se?or Santana.
Respuesta. Lo primero que me viene a la cabeza es que fui a la final en metro. Lo cog¨ª en Gloucester Road, como todos los d¨ªas. Entonces no hab¨ªa coches oficiales ni nada similar. T¨² ten¨ªas que cargar con todas tus cosas, con el bolso y la raqueta, y apa?¨¢rtelas como pod¨ªas; no hab¨ªa nadie que te ayudase como a los de ahora, que tienen todas las comodidades. Hoy d¨ªa, cuando voy all¨ª, nada m¨¢s poner el pie en el aeropuerto ya me est¨¢ esperando un ch¨®fer. Recuerdo con mucho cari?o ese trayecto y las noches de acampada que hac¨ªa la gente para poder entrar; eso te llegaba. De ese d¨ªa sobre todo me emociona el llenazo que me encontr¨¦ al salir a la pista. Fue impresionante. Desde que era peque?ito y comenc¨¦ a trabajar como recogepelotas so?¨¦ con algo as¨ª, y al final pude cumplirlo. Eso s¨ª, no fue nada f¨¢cil.
P. Julio de 1966, un espa?ol y el templo de la hierba. ?Tanto le gustaba llevar la contraria?
R. Antes hab¨ªa ganado Roland Garros [1961 y 1964], pero no estaba preparado para Londres. Eso me dol¨ªa en el ego. Me dec¨ªa: no puedo estar cayendo en la primera y la segunda ronda. Por eso renunci¨¦ a competir en Par¨ªs dos a?os. Quer¨ªa aprender a jugar sobre la hierba y triunfar alg¨²n d¨ªa en Wimbledon. Ese fue un paso muy importante en mi vida. En aquella ¨¦poca el tenis estaba absolutamente dominado por los anglosajones y tres de los cuatro Grand Slams se jugaban sobre c¨¦sped: Australia, US Open y Wimbledon. Ten¨ªa la necesidad de demostrarme a m¨ª mismo que pod¨ªa hacerlo; era una necesidad personal. As¨ª que esos dos a?os me alquil¨¦ un apartamento en Londres y jugu¨¦ todos los torneos que se celebraban en los alrededores. En la tierra batida dominaba perfectamente el juego, pero lleg¨® un momento en el que quer¨ªa demostrarle al mundo anglosaj¨®n que yo no era solo un jugador de arcilla. Y la verdad es que aprend¨ª muy r¨¢pido, porque en 1965 ya gan¨¦ el US Open y despu¨¦s Wimbledon.
Al no poder vencer en Londres, sobre hierba, me dol¨ªa el ego. Era una necesidad personal
P. Y lo hizo con el escudo del Real Madrid en el pecho. ?De d¨®nde sali¨® ese polo y c¨®mo se atrevi¨® a pon¨¦rselo?
R. Yo he sido madridista toda mi vida. Jugu¨¦ con el Real Madrid durante una etapa, cuando hab¨ªa equipos. Me entrenaba en la antigua Ciudad Deportiva del club y jug¨¢bamos en las pistas cubiertas del antiguo Raimundo Saporta. Para m¨ª era un orgullo llevar ese escudo. En Londres me arriesgu¨¦ cuando me lo puse, porque lo normal es que all¨ª me hubieran dicho que me lo quitase, pero yo sal¨ª con mucha tranquilidad a la pista, y sin que nadie se diese cuenta me tap¨¦ el escudo. Sab¨ªa que una vez que hubiese empezado el partido no iban a pararlo para que yo me cambiase de camiseta.
P. Y enfrente, al otro lado de la red, Denis Ralston. Se dice que ten¨ªa una buena amistad con ¨¦l. ?Era as¨ª?
R. No, no ten¨ªa una relaci¨®n muy buena con ¨¦l, porque Denis me ganaba demasiadas veces [risas]¡ . Ese a?o, en el 66, me hab¨ªa ganado en Queen¡¯s, en dos sets adem¨¢s, pero yo no lo diger¨ª del todo bien porque yo ya no era un novato como antes. Afortunadamente me toc¨® jugar contra ¨¦l la final y le gan¨¦ (6-4, 11-9 y 6-4). Yo siempre digo que las finales las ganan los campeones. Ralston era un gran jugador, pero afortunadamente aquel d¨ªa parec¨ªa que el principiante era ¨¦l y no yo.
P. ?Y qu¨¦ me dice de su Slazenger de madera?
R. Pues que el a?o pasado disputamos un torneo de veteranos, unos pocos puntos, y demostramos que a¨²n se puede jugar perfectamente con esas raquetas. Obviamente, las de ahora son mucho m¨¢s ligeras y m¨¢s avanzadas, pero las de antes ayudaban a que el jugador tuviese que desarrollar mucho m¨¢s la inteligencia, porque la potencia quedaba un tercer plano, apenas interven¨ªa. Nada que ver con lo de ahora.
P. El c¨¦sped tampoco ten¨ªa nada que ver con el de ahora. Parec¨ªa pasto y el de hoy d¨ªa es perfecto, como el del mism¨ªsimo Bernab¨¦u.
R. La hierba era mucho m¨¢s lenta, pero eso te permit¨ªa ir a la red, porque ahora los chicos lanzan bombas y es imposible. Hoy d¨ªa casi ning¨²n jugador va a la red porque la bola viene demasiado r¨¢pida y es muy dif¨ªcil controlarla. El ¨²nico que suele hacerlo es Federer, que es un fen¨®meno. El hecho de que la pista fuese m¨¢s lenta favorec¨ªa el juego, porque hab¨ªa m¨¢s variantes. Ahora sobre todo se tiran trallazos desde el fondo de la pista y ya est¨¢. Los partidos duraban m¨¢s y se ten¨ªan que trabajar mucho m¨¢s los puntos. Ahora un Karlovic no te deja jugar y eso no solo aburre a los espectadores, sino tambi¨¦n al que est¨¢ enfrente, que se cansa de ver pasar la bola y de poner la raqueta una y otra vez. Eso no exist¨ªa en nuestra etapa.
?El beso a la Duquesa de Kent? Yo estaba muy feliz y a m¨ª nadie me hab¨ªa dicho nada...
P. Tampoco pod¨ªan sentarse para descansar.
R. As¨ª es, ten¨ªamos que quedarnos de pie o ponernos de cuclillas. Hab¨ªa una especie de nevera atada a la silla del ¨¢rbitro y poco m¨¢s; te refrescabas un poquito y ya est¨¢, pero nada de lujos. Entonces tampoco pod¨ªamos ir al ba?o, as¨ª que ten¨ªas que aguantarte s¨ª o s¨ª.
P. La an¨¦cdota m¨¢s recordada de ese d¨ªa es que rompi¨® el protocolo. ?Nadie le hab¨ªa advertido de que no pod¨ªa besar a la Duquesa de Kent?
R. Fue una reacci¨®n totalmente natural, espont¨¢nea. Yo estaba feliz¡ y a m¨ª nadie me dijo nada; nadie de la embajada me hab¨ªa dicho que a la Familia Real brit¨¢nica no se le pod¨ªa besar la mano, as¨ª que cuando esta se?ora me entreg¨® el trofeo yo fui a cog¨¦rsela y ella la retir¨®. Me dije: tengo que aguantar el tir¨®n [risas]. Y aguant¨¦ el tir¨®n. Ella se dio cuenta y comenz¨® a sonre¨ªr.
P. ?Le cost¨® alguna reprimenda?
R. No, que va. De hecho, la se?ora estaba encantada conmigo. A m¨ª me emocionaba jugar en la central y ese a?o la Duquesa, por una raz¨®n u otra, dijo que el espa?ol ten¨ªa que jugar todos los partidos all¨ª, en La Catedral, as¨ª que de siete pude jugar seis. Ella me ten¨ªa mucho aprecio y por eso cuando me entreg¨® el trofeo, a pesar de lo del beso, yo le dije: se?ora, muchas gracias por el apoyo que me ha dado. Ella me dijo que a los ingleses les gustaba mucho la forma que ten¨ªa yo de comportarme en la pista. Al a?o siguiente quise corresponder, porque perd¨ª el primer partido que jugu¨¦ all¨ª despu¨¦s de haber ganado el t¨ªtulo... [risas].
P. ?Tan dif¨ªcil es competir all¨ª?
R. Muchos se han sentido defraudados, como me sent¨ªa yo antes de ganar. Por ejemplo, Albert Costa, Carlos Moy¨¤ y algunos m¨¢s... Todos ellos ganaron Roland Garros y despu¨¦s, cuando llegaron a Londres... Es dificil¨ªsimo, pero como contrapartida, si terminas dominando el registro, disfrutas como en ning¨²n otro sitio. Es lo m¨¢ximo. Jugar all¨ª es incre¨ªble. ?Sabes qu¨¦ silencio hay all¨ª? Aunque t¨² no quieras te metes en el partido, porque no se escucha absolutamente nada. Y eso que ahora se chilla mucho m¨¢s que antes. Eso te ayudaba a concentrarte y a jugar muy bien. Es muy diferente a Par¨ªs, Melbourne o Nueva York; all¨ª la gente lo vive de una forma m¨¢s euf¨®rica, menos comedida, pero en Londres el respeto hacia el juego y los jugadores es total. Yo, cuando estoy en el palco presidencial y estoy viendo jugar a alg¨²n espa?ol, tengo que tener cuidado... .
P. Cuando habla de todo esto. ?Siente nostalgia?
Si un gran tenista no gana en Wimbledon, su obra es como un edificio inacabado
R. La verdad es que llevo tantos a?os yendo all¨ª que no. Hay otros que se pasan muchos a?os sin ir, pero yo vuelvo siempre porque es mi torneo favorito, el que m¨¢s me gusta; de hecho, la ¨²ltima vez que me cas¨¦ lo hice all¨ª, en un sal¨®n muy bonito. Espero que nadie se moleste, pero un tenista, hasta que no gana en el All England Tennis Club, es como la obra de un arquitecto que tiene un edificio inacabado, o que a¨²n se puede mejorar mucho m¨¢s. Nadie puede imaginarse lo qu¨¦ se siente al ganar all¨ª. Para m¨ª fue un orgullo y encima no hay que olvidar que en aquellos tiempos viv¨ªamos una etapa pol¨ªtica y social muy complicada en Espa?a.
P. ?Y qu¨¦ tal le tratan cada vez que pisa Wimbledon?
R. Los ingleses son impecables para eso. Son muy formales y debes aceptar sus reglas. Yo, por ejemplo, tengo que ir siempre con corbata y con una chapita identificativa que es como mi pasaporte. Mira [se levanta y coge un sobre], este a?o me enviaron tres entradas para el palco de honor y tambi¨¦n para la cena oficial. Adem¨¢s coincide que ahora van a hacer una celebraci¨®n especial con los jugadores que ganaron el Mundial de f¨²tbol 1966, as¨ª que coincidir¨¦ con Bobby Charlton y compa?¨ªa, todo un privilegio. Recuerdo que cuando yo gan¨¦ ¨¦l vino a saludarme y nos hicimos una foto. Es todo de una categor¨ªa tremenda. Son especiales. Este torneo te depara much¨ªsimas cosas bonitas y si tienes un poco de sensibilidad eso te llega al coraz¨®n.
V?DEO: El triunfo de Manolo Santana en la final de Wimbledon de 1966.
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