Cristiano no se va
Cristiano est¨¢ en otra dimensi¨®n, la dimensi¨®n ganadora de quien hace un partido malo y lo resuelve ganando
En la defensa del resultadismo ha pasado con Portugal lo que a esos padres que le dicen a sus hijos que en el colegio hay que tener personalidad y acaban en el ISIS. Se ha confundido todo,si bien con alegr¨ªa. Hasta tal punto que Portugal ha pasado ol¨ªmpicamente de ganar en 90 minutos durante todo el torneo, llevando a un extremo el culto al resultado: se puede ganar empatando siempre, claro que se puede.
Con ese f¨²tbol sin destilar, entregado a una causa violenta que tuvo m¨¢s suerte que oficio, Portugal lleg¨® a semifinales de una Eurocopa para jugar contra Gales, lo que bien mirado es como empatar en el cuadro y pasar; el neorresultadismo en el sorteo. Y ah¨ª, por fin, se atrevi¨® a pasarse el bal¨®n. Fue como si descubriesen que los del mismo color fuesen compa?eros. La consecuencia ha sido jugar la final de la Eurocopa. La ¨²ltima vez que la disput¨® fue hace doce a?os en su casa, cuando le gan¨® una selecci¨®n, Grecia, que jug¨® peor que ella pero con m¨¢s estilo. Hasta para ser mediocre hay que tener elegancia.
Desde entonces Cristiano Ronaldo ha ganado balones de oro, Copas de Europa y tiene m¨¢s de 30 a?os. Los partidos importantes los sigue inaugurando igual, con una chilena al aire que es como los fuegos artificiales de la fiesta del pueblo. Funciona como una haka: se eleva en el aire, hace la tijera y el bal¨®n pasa de largo; la afici¨®n ruge. Es la se?al de que CR se ha metido en el partido. La se?al de que se seguir¨¢ metiendo hasta marcar el gol de la victoria, comprometido como est¨¢ con una especie de designio seg¨²n el cual puede marcar este a?o los goles m¨¢s decisivos del Madrid y de Portugal. Cristiano est¨¢ en otra dimensi¨®n, la dimensi¨®n de quien hace un partido malo y lo resuelve ganando ¨¦l solo. Por eso ayer, que agarr¨® a Portugal de las solapas y la meti¨® en el ¨¢rea de Gales, su papel tuvo tambi¨¦n un m¨¦rito est¨¦tico: la del capit¨¢n que lo parece no s¨®lo con los gestos sino en la responsabilidad del juego. Con tal compromiso que hasta le hicieron un penaldo que tard¨® varios segundos en detectarlo, como si hubiese olvidado la liturgia.
A su cabezazo de locura, colgado del cielo como un ahorcado, le sucedi¨® Nani poniendo el sobre lacrado en la mesa de Gales. Era la derrota de la selecci¨®n milagrosa. Se sostuvo en pie lo que pudo hasta que le dio la gana de saltar a CR, y confi¨® su arsenal a la avalancha de Gareth Bale, que apareci¨® en todas partes y de tal manera que parec¨ªa Dr¨¢cula. Empezaba y acababa las jugadas como esos costureros que no saben c¨®mo, a veces por explotaci¨®n, terminan desfilando en Mil¨¢n. Corri¨®, dispar¨® y asisti¨®; fue la lucha de Bale no contra Cristiano, sino contra su destino. El destino gan¨®, esta vez en 90 minutos.
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