En el Aspin tampoco pas¨® nada

Desgajado de sus compa?eros gigantes, el Aspin no es nada. Sin el Peyresourde, el Tourmalet y el Aubisque, con los que desde 1910 forma una cadena que los ni?os recitan de memoria, el m¨¢s peque?o de los grandes cols de los Pirineos es poco m¨¢s un falso llano ascendiente que en una extra?a tarde de sol y sombras muy recortadas asciende un rodador ingl¨¦s de 1,90m y m¨¢s de 70 kilos llamado Stephen Cummings a m¨¢s de 20 kil¨®metros por hora, con los codos clavados en escuadra, como los buenos perseguidores en pista y dejando sin aliento a un escalador como Nibali, que se rindi¨®.

Los dem¨¢s grandes no tuvieron necesidad de rendirse: ni siquiera hab¨ªan pensado en pelear, pues su Tour, repiten y repiten, empieza el 14 de julio en el Ventoux, tan dura es la ¨²ltima semana en los Alpes, tanto miedo los tienen. Los Pirineos, que el s¨¢bado son el Tourmalet y el Peyresourde, dos compa?eros perdidos, y el domingo, Andorra, solo servir¨¢n, siguen diciendo, para aumentar el desgaste, porque este, a?aden, es un Tour de resistencia. Pinot, la esperanza francesa para terminar con 31 a?os sin ganador patrio, lo entendi¨® as¨ª, y sin que nadie le acelerara encontr¨® el l¨ªmite de su fuerza de voluntad, muy bajo.

En el nuevo ciclismo, la carrera parece ya escrita antes de celebrarse, est¨¢ prescrita, dice un intelectual consternado por la tele, que se acuerda de Anquetil viendo a Cummings ascender como un estilista de mucho m¨²sculo y se acuerda tambi¨¦n de Bartali viendo a los aficionados fervorosos en las cunetas gesticulando.

En el Aspin que tanto quer¨ªa Robic, siempre envuelto en una bruma muy ligera que en el Aubisque se hace niebla espesa, tan hermoso serpenteando entre praderas de ricos pastos y nubes visto desde el Observatorio del Pic de Midi, la cumbre que lo vigila y lo ve enlazar con el Tourmalet poco m¨¢s all¨¢, en los a?os del ciclismo heroico un aficionado le ofreci¨® un trozo de salchich¨®n y un cuchillo para que se hiciera las rodajas al grosor que m¨¢s le gustara a Bartali, que pedaleaba destacado, y el italiano se asust¨®, pens¨® que le quer¨ªan matar, lleg¨® al hotel de Saint Gaudens, hizo la maleta y se march¨® corriendo a Italia.

En el Aspin del siglo XXI, que no se quiere ver desde el Observatorio construido con materiales porteados por escaladores a pie desde el paso del Tourmalet a comienzos del siglo pasado, sino a trav¨¦s de Google Maps, no hay salchich¨®n que amenace, sino, donde termina su descenso, un arco de cuatro nervios hinchable y un generador espantoso que atufa y emite un ruido insoportable. Colgando de ¨¦l, un tri¨¢ngulo rojo, la flamme rouge, la llama, dicen los franceses, que marca el ¨²ltimo kil¨®metro y que se derrumb¨®, fl¨¢ccidamente triste, sobre la cabeza de Adam Yates, minutos despu¨¦s de que Cummings pasara solo y despu¨¦s sus perseguidores, deslavazados Dani Navarro, Darel Impey, Nibali y el l¨ªder de amarillo, el clasic¨®mano belga Van Avermaet, que se meti¨® en la fuga de 29 que ritm¨® la jornada y aument¨® su ventaja osado. Tendr¨ªa sentido simb¨®lico la ca¨ªda, y es bonita la imagen, la llama roja como la ira de Dios o de los dioses con el ciclismo prescrito, el cabreo de los aburridos, la venganza de quienes se desee, si no fuera porque el derribado, el joven ingl¨¦s Yates, era de los pocos que hab¨ªa intentado alegrar el d¨ªa con un ataque en el descenso buscando el maillot blanco de mejor joven. Como, debido a que el incidente fren¨® luego a todos los que llegaban tranquilos al lago de la meta, el Tour decidi¨® que el tiempo v¨¢lido para el d¨ªa ser¨ªa el tomado en el control a falta de tres kil¨®metros, la ventaja de Yates se esfum¨® con el hinchable deshinchado y la ¨²nica recompensa que recibi¨® por su audacia fue varios puntos de sutura en la barbilla y la sensaci¨®n extra?a que debi¨® sentir al ver su bici volar hasta la parte superior del arco ca¨ªdo, alucinada.

Cummings, de 35 a?os, es un todoterreno que huy¨® hace cinco a?os del Sky homogeneizado de Wiggins capaz de ganar etapas con ataque en el ¨²ltimo kil¨®metro resistiendo al tren de los velocistas, como en Lesaka en el ¨²ltimo Pa¨ªs Vasco, o en fuga en puertos como en la ¨²ltima Dauphin¨¦, o con ataques sorpresa, como en Mende del Tour 15 a Bardet y Pinot, los franceses que se vigilan. El Aspin lo afront¨® solo despu¨¦s de atacar a su fuga unos kil¨®metros antes, y no solo resisti¨®, sino que aument¨® su ventaja sobre los escaladores que le persegu¨ªan.

En la meta, como el a?o pasado, como todos los d¨ªas, a Nairo le preguntan: ?Cu¨¢ndo atacas? ?A qu¨¦ esperas para atacar?

La respuesta a¨²n no est¨¢ escrita.