Froome se divierte con sus muchachos
Con un orden y una superioridad que desmoralizan a sus rivales, el l¨ªder controla en el Jura una etapa que gana el colombiano Pantano
Chris Froome, un clavo amarillo sobre una bicicleta negra, hace un achante y rapid¨ªsimos, Nairo, Mollema y Porte en un segundo est¨¢n en su rueda, dispuestos a aguantar si pueden, se?or, qu¨¦ cruz. Despu¨¦s de amagar su ataque en lo m¨¢s duro de los Lacets del Colombier, Froome frena seco, se vuelve con media sonrisa pintada en la cara, examina las caras jadeantes, los nervios en punta, las piernas tensas de sus rivales de pie sobre los pedales, y mueve la cabeza como diciendo, vaya banda, y se r¨ªe con su amigo Wouter Poels, su can cerbero, que apucha divertido a quien se atreve a toserle. Fue ese el momento m¨¢s importante de la etapa, por la que todos la recordar¨¢n.
PANTANO quel CULOZ !! / @jarlinsonpantan wins ! #TDF2016 pic.twitter.com/WXnExBexY8
— Tour de France? (@LeTour) July 17, 2016
El Mont Blanc, blanco como su nombre y luminoso, sin la nube que casi siempre oculta su cumbre, domina la escena, pero no despierta el esp¨ªritu aventurero en los rivales, desmoralizados. Al pie del gigante de los Alpes majestuoso, en el plano que la televisi¨®n se deleita repitiendo en alta definici¨®n, el ganado sestea en un prado, rumiando en calma, disfrutando de la inacci¨®n.
As¨ª est¨¢ el Tour: uno se divierte con sus muchachos, 180 pasean en reba?o sudorosos y un colombiano que no se llama Nairo gana la etapa del Jura, del asfalto antiguo, el calor h¨²medo junto al R¨®dano. Se llama Jarlinson Pantano, le dicen Pa¨ªs, y es de Cali, de donde son las mujeres m¨¢s hermosas del mundo, como dicen all¨ª, la capital mundial de la salsa.
Hay una fuga de 30 trabajadores del pedal. En el Grand Colombier, el primer hors cat¨¦gorie del Tour, cada uno sube como puede, a su ritmo. Son una banda que se disgrega en varios grupos peque?os, ciclistas que pasan de un grupo a otro, que adelantan, que se retrasan con su chepa a cuestas, condenados. Hay entre ellos grandes nombres que quieren estar a la altura de su fama, Nibali, Dumoulin, Majka, Rolland, Zakarin; hay gregarios que cumplen una funci¨®n en la estrategia de sus equipos; hay corredores que no se resignan a pasar el Tour an¨®nimos, ocultos en el pelot¨®n, sin que ni siquiera su familia y amigos les vean un d¨ªa por la tele. A algunos, como a Pantano, que se siente capaz de ganar la etapa porque desciende muy bien y agarra con mucho estilo el manillar, como un pistero que ha sido, por la parte baja, y se sabe r¨¢pido, o a Majka, que encuentra sus habituales lunares de rey de la monta?a, o a Alaphilippe, osado, ligero y volador, les anima una ilusi¨®n, un objetivo. Detr¨¢s, a unos minutos, en duro contraste estil¨ªstico y mental, la cabeza del pelot¨®n asciende marcial, un ej¨¦rcito de uniformados de oscuro, los Sky, de oscuro al frente, uno de amarillo detr¨¢s, gui¨¢ndolos, y un bielorruso demoledor, Kiryienka, marcando el ritmo como un destructor, una mirada sin expresi¨®n, un movimiento mec¨¢nico, ajena, lejan¨ªsima, la poes¨ªa de los escaladores encarnada en los fugados. A su rueda, detr¨¢s del hombre de amarillo, los rivales, condenados en fila. El de amarillo, de vez en cuando, se aparta, se pone a un lado y, como un general que inspecciona sus tropas, comprueba con suficiencia el estado de los que le siguen. ¡°Es algo que le gusta hacer a Froome¡±, dice Valverde, que no se lo toma a mal. ¡°Es un capo que act¨²a como un capo¡±.
La pregunta se ha generalizado. Ya nadie le pregunta solo a Nairo, ?por qu¨¦ no atacas? Se lo preguntan al segundo, Mollema, al tercero, Adam Yates, al quinto, que es Valverde y al menos ha respondido al achante de Froome con un amago retardado unos kil¨®metros m¨¢s all¨¢. Y al resto de corredores que disputan la general, Porte, Van Garderen, Dan Martin, hasta el d¨¦cimo, que es Aru y ha amagado con Valverde despu¨¦s de que su Astana intentara acelerar la carrera al comienzo de los Lacets, una carretera estrecha y empinad¨ªsima en minicurvas de herradura, como lazadas de zapatos, por la que todos vuelven al Grand Colombier, como si les apeteciera una segunda taza.
Un colega franc¨¦s corre animado a la meta anunciando, voy a hacer una pieza sobre por qu¨¦ nadie ataca. No solo por qu¨¦ nadie ataca a Froome, que lo pueden entender. ?Por qu¨¦ nadie ataca en la carrera al menos para ganar un puesto, acercarse al podio, hacer disfrutar al espectador que sestea? Y entre autobuses que arden al sol que empieza a ponerse, empieza a encuestar a los directores. Estos no tienen ni que hablar. Su mirada desmoralizada expresa mejor sus pensamientos. Hacen gestos. Para explicarse un poco m¨¢s, cuentan la historia de Bardet, el franc¨¦s que se lanza al ataque en el ¨²ltimo kil¨®metro de los Lacets para intentar ganar unos segundos ya que es muy h¨¢bil descendiendo. Lo hace despu¨¦s de los intentos de corto aliento de Aru y Valverde a los que ni siquiera debi¨® responder Froome en persona: simplemente orden¨® a su gigante holand¨¦s Poels que acelerara un poco la marcha. Lo hace m¨¢s decidido el franc¨¦s, que gana unos metros y cree que podr¨¢ abrir hueco. Pero se vuelve un instante y ah¨ª est¨¢, siempre Poels, que se acerca de nuevo. Y del susto que se lleva, el joven Bardet pierde las gafas, que se le van al suelo, y las esperanzas.
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