La moda del f¨²tbol
Ya no vale cualquier cosa para jugar al f¨²tbol. La camiseta exige distinci¨®n, incluso para los d¨ªas que no hay partido
Ya no se hacen trajes para toda la vida, como antes. Hubo un tiempo en que entrabas en una sastrer¨ªa, dec¨ªas que necesitabas un pantal¨®n y una chaqueta, y un se?or te tomaba las medidas sin prisa, mientras canturreaba en voz baja una de Perales. Cuatro semanas despu¨¦s ten¨ªas un traje nov¨ªsimo y eterno. Si todo iba bien, te mor¨ªas t¨² antes que el traje, cuya primera virtud era la duraci¨®n. Pero la eternidad se acab¨®. El negocio requiere que la moda pase a nuestro lado sin detenerse, vertiginosamente. En el f¨²tbol se aprecia muy bien esa velocidad endiablada de la indumentaria. Cada a?o, por julio, los equipos presentan sus nuevas camisetas. A veces convocan a dos o tres jugadores para que las luzcan. Conviene que sean lo bastante distintas de las ¨²ltimas, para que el aficionado no caiga en la austera tentaci¨®n de seguir vistiendo la del a?o pasado. Hay que hacerle ver que debe gastar el dinero en cosas importantes.
Hace dos semanas lo hablaba con Ra¨²l Caneda en un chiringuito de playa: el f¨²tbol moderno lo es en parte porque concede trascendencia a todo aquello que no la tiene, y que no afecta en nada al juego. Pero, ?c¨®mo no salir perfectamente peinado al campo? ?O c¨®mo no lucir tu nombre en las botas? ?Renunciar a un buen tatuaje, como si fueses una estrella del rock? El f¨²tbol tiene una banalidad que cuidar. Qu¨¦ ser¨ªa del negocio si de pronto nos preocup¨¢semos s¨®lo por lo que ocurre dentro del campo, y c¨®mo y por qu¨¦, y que es a lo que en su d¨ªa se le llam¨® f¨²tbol. Por eso la camiseta ya no se conforma con ser una simple prenda de ropa, que se ensucia, se suda y sirve para distinguir a un equipo de otro, proporcionando a cada uno de ellos cierta identidad. Ahora la camiseta remite a la moda y la elegancia, y como parte del business, cada a?o los clubes inventan una nueva, en distintos colores.
Ya no vale cualquier cosa para jugar al f¨²tbol. La camiseta exige distinci¨®n. Estamos en ese momento del futuro lejano en el que algunos aficionados la visten incluso los d¨ªas que no hay f¨²tbol, para pasear y hacer turismo. Es tan fina y aristocr¨¢tica, piensan. Por lo de pronto, el Madrid ya le ha a?adido botones a la de la temporada que viene. Qu¨¦ lejos queda aquella zamarra terrible que en 1978 visti¨® el Colorado Caribous de Denver, y que recogiendo los valores y la est¨¦tica del Oeste americano, estaba decorada ?con flecos de cuero!
Puesto que este deporte, en su actual frivolidad, es en parte una cuesti¨®n de imagen, el jugador no salta al campo como si fuese a jugar al f¨²tbol. Salta a la televisi¨®n, que equivale a una pasarela universal, as¨ª que se atilda consciente de que millones de espectadores querr¨¢n imitar su peinado, sus patillas, sus poses, y desde luego, comprar la ¨²ltima camiseta con su nombre. Recuerdo que en casa, si un d¨ªa te vest¨ªas s¨®lo decentemente, ya te preguntaban a d¨®nde ibas tan elegante. Era impensable decir ¡°Voy a jugar al f¨²tbol¡±. Ahora ya s¨ª.
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