Nadia
Comaneci era una mujer encerrada en una pecera, debidamente vigilada las 24 horas. Un trofeo que exhibir en la vitrina
En La peque?a comunista que no sonre¨ªa nunca (Anagrama, 2015), Lola Lafon noveliza una de las vidas m¨¢s extraordinarias del siglo XX:?la de Nadia Comaneci, el primer 10 de los Juegos. Sucedi¨® en Montreal, cuando ten¨ªa 14 a?os. Era el primer d¨ªa de la competici¨®n y Nadia Comaneci ech¨® a volar. Dos mortales, otro. Con una belleza tan perfecta que un ingeniero exclam¨®: ¡°La ni?a ha hecho saltar el ordenador por los aires¡±. Era verdad; el COI le hab¨ªa dicho a Omega, fabricante del marcador, que no se preocupase porque no pudiesen salir cuatro d¨ªgitos en pantalla: ¡°El 10 no existe¡±. Comaneci lo invent¨® y al aterrizar, con el p¨²blico volvi¨¦ndose loco, pudo ver su nota: ¡°1.00¡±. Uno de los jueces se dirigi¨® a Nadia Comaneci desde la distancia abriendo las dos manos: diez.
Trece a?os despu¨¦s, una noche de noviembre de 1989, la ni?a que acapar¨® las portadas del mundo estaba sola y llena de mierda en medio de un bosque, siguiendo a un mercenario por un trayecto ¡°helado, salvaje y pantanoso¡±, como escribi¨® Jordi Soler. Sortearon alambradas y equivocaron los caminos. En uno de ellos, caminando a buen ritmo tras seis horas, Nadia se encontr¨® sola. Fue vista por una patrulla de agentes fronterizos, que le pidi¨® los papeles. Nadia Kemenes, dec¨ªa su documento. Aquella chica h¨²ngara se hab¨ªa desorientado y estaba buscando a sus amigos. Los polic¨ªas, sin darse cuenta de a qui¨¦n ten¨ªan delante, le dijeron a la leyenda nacional de Ruman¨ªa c¨®mo salir del pa¨ªs.
Ten¨ªa 28 a?os y su cuerpo, exigido hasta la perfecci¨®n en la infancia, ya no pod¨ªa volar de la misma forma. Su nombre segu¨ªa conmoviendo y para el r¨¦gimen de Ceacescu era el mejor ejemplo de lo que representaban las tiran¨ªas al otro lado del Muro: un diez, el mundo perfecto en el que todos los hombres son hermanos. Por tanto, Nadia Comaneci era una mujer encerrada en una pecera, debidamente vigilada las 24 horas. Un trofeo que exhibir en la vitrina.?
Aquella noche de noviembre Nadia Comaneci sali¨® a pie para llegar a Hungr¨ªa. Un mes despu¨¦s, el d¨ªa de Navidad, Ceacescu y su mujer fueron ejecutados por la Revoluci¨®n que termin¨® con su r¨¦gimen. ¡°?Si me hubiera quedado de saberlo? Claro¡±, dijo la gimnasta. Su libertad la llev¨® de nuevo a las portadas del NYT y del Post. Hoy se cumplen 40 a?os de una nota que se cre¨ªa imposible. ¡°Era demasiado joven para darme cuenta de lo que hab¨ªa hecho¡±, dijo tiempo despu¨¦s a EL PA?S. Ni siquiera ahora, viendo el v¨ªdeo de su ejercicio, sabe nadie c¨®mo lo hizo.
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