Contra de Froome, KO de Nairo
El Sky controla una carrera bloqueada, que se limita a un intercambio en el ¨²ltimo kil¨®metro
Fue un intercambio m¨ªnimo. Unos segundos. Un golpe amagado, casi escondido, como si al que lo propinara, que no era otro que Nairo, le avergonzara su debilidad, casi una caricia, y quisiera retirar la mano y decir, no, no he hecho nada. Demasiado tarde. Como si hubiera estado esperando solo un gesto, ese gesto, Froome, sin compasi¨®n, lanza su contra. De dos pedaladas alcanza a Porte, el australiano que ha encendido el fuego, el colega al que tanto conoce. Nairo intenta ir con ellos. Con su ¨²ltimo aliento, con las m¨ªnimas fuerzas que le han dejado su ataque, lo consigue. Llega a las cuatro ruedas anglosajonas, y cuando llega, una sombra largu¨ªsima le adelanta. Es Wouter Poels, el hombre de Froome. Nairo se sienta y suspira mientras las ruedas se alejan. Queda un kil¨®metro de puerto y de etapa. Nairo est¨¢ KO. El Tour est¨¢ acabado. Se ha acabado al borde de una de las maravillas de la ingenier¨ªa suiza, un dique a 2.000 metros de altitud a la sombra del padre Mont Blanc imponente, y un embalse donde unos minutos antes ha llegado ganador el rusochipriota Ilnur Zakarin, el Froome t¨¢rtaro le dicen, pues es tan esp¨¢rrago y tan desma?ado sobre la bici como el ingl¨¦s, aunque pedalea m¨¢s aplastado.
"Tengo 26 a?os, me quedan muchos a?os por delante para seguir intent¨¢ndolo", dice Nairo. "Si no pasa nada extraordinario en los tres d¨ªas que quedan, Froome ha ganado el Tour", dice Valverde, su compa?ero. Nairo ha perdido el Tour. Valverde, que intent¨® tensar la carrera para preparar el ataque anunciado de su jefe y muri¨® en el intento como todos los que se movieron salvo Porte, perdi¨® casi dos minutos y las esperanzas de un podio que no buscaba.
El paisaje aplasta con su peso, tantas monta?as refulgentes, el sol y un lago. Como una esfinge, inm¨®vil el torso, la espalda casi paralela al asfalto, Haimar Zubeldia avanza, escala a su ritmo. Un espectador le pregunta con gestos si quiere que le refresque con la botella de agua que lleva en la mano, y sin apenas mover m¨¢s que un poco la barbilla para asentir, el ciclista acepta y deja que un chorro fresco le recorra la espalda desde el cuello hasta la rabadilla mientras pedalea sin parar mirando al infinito como un fil¨®sofo. ?De verdad puede un ciclista meditar en el sudor? ?Puede buscar en cada gesto una respuesta a las dudas del hombre? ?Encontrarle un sentido a la vida o, por lo menos, al Tour? ?En qu¨¦ piensa Haimar cuando asciende solo una monta?a, un grupo delante con un ciclista de amarillo a rueda de sus amigos veloces, una cadena de soledades como la suya, eslabones sueltos, detr¨¢s? "Solo pienso en llegar", dice Haimar, que ha visto pasar una locomotora.
Ver el Tour del 16 es como ver pasar el tren, ha dicho alguien antes en la sala de prensa, y bosteza y a?ade, eso solo le gusta a las vacas, que no cierran los ojos cuando oyen el tran tran de los Sky avanzando por la Forclaz, m¨¢s que una locomotora un funicular que asciende imparable por un puerto escaparate con aires de falso Alpe d'Huez. Los vagones enganchan a la locomotora, llenos de pasajeros que persiguen sus objetivos esperando sin m¨¢s, pues la potencia de los motores que los arrastran es desmesurada. Pasada la Forclaz llega el tren al pie de la ¨²ltima subida, dur¨ªsima dice el libro de ruta y reflejan los gr¨¢ficos de las pendientes. En la sala de prensa, alguien recuerda que la filosof¨ªa naci¨® cuando el hombre conquist¨® tiempo libre para aburrirse, y, aburrido, juega con las palabras y con los posibles titulares de un Tour en el que no pasa nada, en el que el l¨ªder va a rueda, en el que la esperanza es solo una palabra.
¡°?Atacar a Porte? ?Para qu¨¦?¡±
El triunfo del Sky es la derrota de Froome, oculto en la maquinaria del equipo, a la que todo el mundo dedica cr¨®nicas y fotograf¨ªas.
A Froome le machac¨® Laurent Jalabert, ahora comentarista televisivo, dici¨¦ndole que el a?o en el que se le ve peor, incapaz de abrir grandes diferencias en la monta?a, es el que m¨¢s f¨¢cilmente va a ganar el Tour. Froome, que es un ingenuo, un pragm¨¢tico que desconoce el sentido de la palabra francesa panache, audacia gratuita, ataque por el valor del gesto y el riesgo consentido, sin m¨¢s recompensa que el aplauso a veces, respondi¨® que no necesita atacar ni ganar tiempo. "?Para qu¨¦ iba a adelantar a Porte?", dijo. "Con Porte me llev¨® muy bien, como en los viejos tiempos en que era mi gregario en el Sky, y ya tengo tiempo suficiente. Por detr¨¢s solo est¨¢n pensando en el podio".
Tambi¨¦n le preguntaron, con malicia, qu¨¦ pasar¨ªa si en vez de en el Sky estuviera en un equipo del mont¨®n, como el Fortuneo. Y con ingenuidad tambi¨¦n respondi¨®: "Estar¨ªa intentando coger las escapadas y so?ando con ganar una etapa".
Esto es Esperando a Godot, aventura un ingenioso, y otro le corrige r¨¢pido, no, Esperando a Goddet. A Jacques Goddet, el dictador del Tour de la posguerra, y tambi¨¦n cronista despiadado y generoso en L'?quipe capaz de insultar a todas las figuras que no le daban espect¨¢culo llam¨¢ndolos no los "gigantes de la ruta", como acostumbraba, sino los "pigmeos", un d¨ªa de cabreo de 1956, cuando el desconocido Roger Walkowiak se puso l¨ªder tras una fuga descuidada. El Tour organiz¨® la complicad¨ªsima y costos¨ªsima llegada a Finhaut-Emosson y solo pudo ofrecer a su audiencia paisajes desde un helic¨®ptero de monta?as deslumbrantes, y una carrera bloqueada como un insulto por un equipo de presupuesto ilimitado e incontrolado que hace pigmeos de los mejores. Goddet no llega, ni Godot. El tren pasa.
En Finhaut dur¨ªsimo lanza su ataque el Astana, el equipo con m¨¢s capacidad de agresi¨®n. Aceleran el ritmo Nibali, ganador de las tres grandes, y luego Rosa, el futuro (y futuro corredor del Sky, que acapara todo lo que se mueve). Los dos se apartan cuando no pueden m¨¢s. Faltan seis kil¨®metros. Solo queda Aru, el rematador, que se vuelve, y ve a su rueda, serenos y a la espera, a Henao, Nieve y Poels, tres Skys, y a su rueda, Froome, silbando. Aru, ganador de la ¨²ltima vuelta, hunde la cabeza entre los hombros y vuelve a su plaza, a cola avergonzado. As¨ª es el Tour del Sky: los que les atacan simplemente les ayudan a hacer mejor su trabajo.
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