Laureles, ¡®puntazos¡¯ y espirales psicod¨¦licas: el dise?o en los Juegos
En la imagen de las Olimpiadas se han alternado los motivos patri¨®ticos con la est¨¦tica m¨¢s rompedora
?Alguien se acuerda del logotipo de los Juegos Ol¨ªmpicos de Par¨ªs, en 1924? Fue el primero de una larga lista en la que solo algunas im¨¢genes corporativas han superado el paso del tiempo. La imagen de los Juegos es uno de los ingredientes esenciales de su ¨¦xito, aunque tard¨® a?os en adquirir un sello propio.?
Los primeros Juegos modernos se sirven de los carteles desde su primera edici¨®n, las de Atenas, en 1896. Beb¨ªan de la im¨¢genes de la antig¨¹edad cl¨¢sica en la que Pierre de Fr¨¦dy, bar¨®n de Coubertin, se hab¨ªa inspirado para resucitarlos, pero tambi¨¦n de las exposiciones internacionales que hab¨ªan espoleado el turismo durante el siglo XIX. Las dos siguientes, la de Par¨ªs en 1900 y la de San Luis en 1904, se celebran coincidiendo con esos acontecimientos. En los p¨®sters aparecen atletas, siempre hombres, como encarnaciones del disc¨®bolo de Mir¨®n y envueltos en banderas retorcidas de los pa¨ªses participantes.?
Los cinco aros ol¨ªmpicos no aparecer¨¢n en un cartel hasta 1928, y no en unos Juegos de verano, sino de invierno, los de Saint Moritz (Suiza). Con la celebraci¨®n de Los ?ngeles 1932 el s¨ªmbolo ol¨ªmpico por excelencia comienza a integrarse en el logotipo espec¨ªfico de cada edici¨®n. As¨ª ocurre con la de Berl¨ªn, en el 36, un empacho de imaginer¨ªa nazi. "Leni Riefenstahl, y su documental Olympia est¨¢n presentes en todo aquel deseo de enlazar la antig¨¹edad griega con el Tercer Reicht", apunta Miquel de Moragas, fundador del Centro de Estudios Ol¨ªmpicos de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, un estudioso de la imagen de los Juegos.
Los de Melbourne, en 1956, aportan un cambio de alcance, seg¨²n Juli Pernas, director de la fundaci¨®n Barcelona Ol¨ªmpica, en la imagen de los carteles: "Hasta los juegos de Helsinki, en el 52, la figura humana desempe?a un papel destacado y a partir de entonces, adquiere preponderancia la simbolog¨ªa". Eso se ve claramente en los p¨®sters de Tokio 1964. El gran punto rojo de la bandera impera en solitario sobre los cinco anillos. "Tambi¨¦n aporta el primer dise?o sistem¨¢tico de pictogramas de deportes y servicios", ilustra De Moragas.
El s¨ªmbolo por antonomasia de los Juegos, los anillos ol¨ªmpicos, resulta reconocible para nueve de cada diez habitantes del planeta
Y es que con Tokio se crea el primer diccionario de signos, compuesto de 20 pictogramas para deportes y otros 39 de informaci¨®n general. "Un lenguaje universal", seg¨²n el experto, que ha terminado por conquistar cada elemento de la vida cotidiana, desde un cartel de un servicio p¨²blico hasta una indicaci¨®n de aeropuerto.
M¨¦xico sorprende
Los Juegos de M¨¦xico, en 1968, quisieron deslumbrar con una imagen por completo innovadora. Las calles de una pista de atletismo dibujaban las letras de su logotipo, y los c¨ªrculos internos de cada letra serv¨ªan tambi¨¦n de anillos ol¨ªmpicos. "En M¨¦xico nace una idea que luego se retomar¨¢ en Barcelona: la olimpiada cultural, una invitaci¨®n para que los artistas del dise?o se impliquen en la celebraci¨®n y en la imagen de los Juegos", apunta De Moragas. "M¨¦xico quiso crear un sistema de imagen global, pero que tambi¨¦n se identificara con la cultura mexicana".
El sucesor de Miquel de Moragas al frente del Centro de Estudios Ol¨ªmpicos, Emilio Fern¨¢ndez Pe?a, cree que con M¨¦xico 68 se logr¨® el mejor logo y cartel ol¨ªmpicos de la historia: "Logra integrar y sintetizar en una imagen a la vez sencilla y efectiva el pa¨ªs de celebraci¨®n, el a?o y los aros ol¨ªmpicos".
Aquella edici¨®n no se lo puso f¨¢cil a la siguiente, la de M¨²nich 72, pero para muchos dise?adores, al final se logr¨® subir a¨²n m¨¢s el list¨®n de la exquisitez del dise?o. Destaca un nombre propio, el de Otl Aicher, uno de los grandes dise?adores gr¨¢ficos alemanes, que apuesta por la imagen de una suerte de ruleta op art, con aspas negras y blancas, sobre la que se dibuja una espiral. "Aicher logr¨® un tratamiento crom¨¢tico exquisito", destaca tajante el dise?ador Emilio Gil, director de proyectos de Tau Dise?o, para quien aquella l¨ªnea gr¨¢fica, marcadas por la sangr¨ªa de los asesinatos de deportistas israel¨ªes, es la mejor jam¨¢s lograda en la historia ol¨ªmpica.
La visibilidad mundial de unos juegos aportan una oportunidad incomparable a los dise?adores para lucirse y marcar tendencia. Aicher lo logr¨®, adem¨¢s de con el logotipo y los pictogramas, con su peculiar manera de retocar las im¨¢genes de los deportes. "Convert¨ªa cada imagen en una representaci¨®n gen¨¦rica de la especialidad deportiva que mostraba". M¨²nich, adem¨¢s, estrena la figura de la mascota. "Es la primera olimpiada en la que el merchandising empieza a ser un elemento destacado", explica Miquel de Moragas.
Barcelona y el elemento humano?
Ni Montreal, Mosc¨², Los ?ngeles o Se¨²l aportan nuevos r¨¦cords ¡ªen la disciplina del dise?o gr¨¢fico¡ª para ninguno de los expertos consultados. El gran salto adelante llega con Barcelona 92. Las primeras olimpiadas celebradas en Espa?a innovan con el uso de la figura humana en el logotipo, obra de Josep Maria Trias Folch. El logo representa a un atleta esquem¨¢tico, dibujado con un punto por cabeza y dos arcos a modo de brazos y piernas, que salta por encima de las letras del nombre de la ciudad.
La tendencia humanista se retoma en la imagen corporativa de S¨ªdney, de Pek¨ªn y ahora de R¨ªo, una edici¨®n que, en cuanto a imagen, no despierta demasiado entusiasmo. Su logotipo, que representa a tres figuras en un corro, resulta "de dif¨ªcil decodificaci¨®n" para Emilio Gil, que denuesta tambi¨¦n el de Atenas 2004 "por el exceso de detalle" y pone en duda el de Londres 2012 y su tipograf¨ªa vasta, angulosa y casi ilegible. Para Gil, el mejor logotipo es el de los anillos ol¨ªmpicos, que naci¨® al poco de reinstaurarse los juegos. "Es absolutamente reconocible, descriptivo, sint¨¦tico, simple, f¨¢cil de reproducir, y buen compa?ero de otros logos". Por popularidad, que no quede tampoco: seg¨²n el COI, el s¨ªmbolo por antonomasia de los juegos modernos resulta reconocible para nueve de cada diez habitantes del planeta.
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