La medalla que lo cambi¨® todo
Consecuencias de la plata conseguida por el equipo nacional de waterpolo en Barcelona 92
Quiz¨¢s las cosas no sucedieron tal y como yo las recuerdo, en realidad es m¨¢s que probable que sucediesen de un modo muy diferente, justo al rev¨¦s, pero siempre he tenido la sensaci¨®n de que el deporte espa?ol cambi¨® gracias a aquella medalla. Hablo de la plata conseguida por el equipo nacional de waterpolo en los Juegos de Barcelona 92, aquella plata peleada ante Italia hasta el ¨²ltimo segundo de la tercera pr¨®rroga, aquella plata que nos abofete¨® con una imagen que jam¨¢s hab¨ªamos visto en el deporte espa?ol: la tristeza infinita por ganar una medalla, la frustraci¨®n por haber hecho historia.
Los del verano del 92 fueron d¨ªas de calor, fiesta y abrazos en los bares, en las casas, incluso frente a los escaparates de las tiendas de televisores ante los que perfectos desconocidos se deten¨ªan para ver el desenlace de una prueba y terminaban formando una pi?a besucona como si hubiesen hecho la mili juntos. Nadie esperaba gran cosa de los juegos, si acaso que las ceremonias de apertura y clausura nos quedasen coquetas y que no se cayese ninguna de las nuevas infraestructuras levantadas para la ocasi¨®n. M¨¢s all¨¢ de eso, la mayor¨ªa nos conform¨¢bamos con las cl¨¢sicas medallas en vela y alguna que otra sorpresa agradable como aquella plata del baloncesto en Los ?ngeles o el bronce de Sergi L¨®pez en Se¨²l.
Y entonces comenz¨® la apoteosis. Dos d¨ªas despu¨¦s de la inauguraci¨®n comenzaron a llover medallas: la siempre fiable vela, el ciclismo en pista, la marcha, el yudo, la nataci¨®n, el f¨²tbol, el hockey sobre hierba¡ De repente parec¨ªamos rusos o americanos, alguno incluso se despert¨® una ma?ana pregunt¨¢ndose si se hab¨ªa instaurado la Tercera Rep¨²blica o algo por el estilo pues no parec¨ªa posible tanto ¨¦xito deportivo dentro de una monarqu¨ªa parlamentaria y mucho menos bajo el yugo de la dictadura, al menos no en Espa?a. Gan¨¢bamos incluso en modalidades tan ex¨®ticas como el tiro con arco y todav¨ªa hoy recuerdo a mi abuela viendo la televisi¨®n y poniendo mala cara mientras escamaba unas sardinas, diciendo que uno de los arqueros ten¨ªa pinta de drogadicto y que ten¨ªa que serlo para dedicarse a un deporte semejante, si es que a aquel disparate se le pod¨ªa llamar deporte.
Por eso nos llam¨® tanto la atenci¨®n la dram¨¢tica reacci¨®n de la selecci¨®n de waterpolo. Por eso nos quedamos de piedra ante sus l¨¢grimas en el podio, mientras les colgaban las medallas del cuello, con las caras descompuestas como si acabasen de matar a Manolete y a Paquirri de una sola cornada. Por eso muy pocos entendieron la amargura de unos h¨¦roes que volv¨ªan a casa desolados, a enfrentarse con el vac¨ªo del deportista derrotado mientras el resto del pa¨ªs celebraba una nueva muesca en el medallero. Aquel d¨ªa nos lo empezamos a creer de verdad, quiz¨¢s demasiado, y por eso ahora estamos dispuestos a tildar de fracasados a Garbi?e Muguruza, F¨¢tima G¨¢lvez o Ray Zapata, porque gracias a la ambici¨®n desmedida de aquel equipo nos hemos convertido todos en unos aut¨¦nticos gilipollas.
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