La plata liberadora de Orlando Ortega
Solo el jamaicano McLeod supera al vallista, que consigui¨® en los 110m la primera medalla para el atletismo espa?ol desde Atenas 04
Despu¨¦s de quedar segundo en la carrera que lo liber¨®, Orlando Ortega corri¨® gritando como un loco hacia la curva del estadio pidiendo una bandera, una bandera. Desde las gradas, alguien le ofreci¨® una bandera cubana. Le dio la espalda al oferente y sigui¨® buscando. En otra esquina, alguien le ense?o una bandera espa?ola. Se lanz¨® veloz, como si siguiera saltando vallas, 11, 12, 13, despu¨¦s de las 10 de su carrera, aterriz¨® en el muro de hormig¨®n que delimita el foso. Los tacos de sus zapatillas resbalaron. Tembl¨®, pero logr¨® mantener el equilibrio. Recibi¨® la tela en las manos y se lo envolvi¨® en la espalda, como una capa. Ya era feliz.
M¨¢s que una medalla, que consigui¨®, Orlando Ortega buscaba el reconocimiento, el que se le adoptara como uno m¨¢s del pa¨ªs en el que en 2013 decidi¨® proseguir su vida. ¡°Lo hab¨ªa prometido¡±, dijo luego. ¡°No sali¨® el oro, pero esta plata sabe a oro, como el r¨¦cord del mundo, han sido tres a?os muy duros¡¡± Alguien lo vio llorar.
Al ritmo de su coraz¨®n a¨²n acelerado casi una hora despu¨¦s de la carrera que marcar¨¢ su vida, bailaba colgada del cuello una medalla dorada con un tim¨®n, un ancla, un cristo. Su fe en tres s¨ªmbolos. El recuerdo de su abuela.
La carrera que le hab¨ªa llegado hasta all¨ª, los 110 metros que le separaban de la salida, era secundaria. Solo una met¨¢fora de su vida. "Lo m¨¢s bonito es haber llegado a la meta. Haberlo logrado", dijo.
La carrera no fue perfecta. Ortega sali¨® mal. Dud¨® en los primeros apoyos y lleg¨® el ¨²ltimo a la primera valla. Despu¨¦s, empez¨® a remontar, a perseguir la sombra amarilla veloc¨ªsima del jamaicano Omar McLeod, a quien no alcanz¨®. En la quinta valla, cambi¨® de ritmo, su especialidad, el aceler¨®n que, junto a su t¨¦cnica exquisita mamada desde peque?o en casa, es su marca de f¨¢brica. Adelant¨® a todos menos a uno. McLeod era demasiado r¨¢pido para ¨¦l. Con McLeod no ha podido nunca. El d¨ªa de su carrera m¨¢s perfecta, en julio del a?o pasado en M¨®naco, Ortega corri¨® en 12,94s, la d¨¦cima mejor marca de la historia, una marca que McLeod no ha logrado a¨²n (12,97s es su l¨ªmite), pero un cara a cara es otra cosa. ¡°McLeod es muy r¨¢pido¡±, recuerda Orlando Ortega, padre y entrenador de Orlandito. ¡°Es el ¨²nico vallista que ha corrido los 100m lisos por debajo de los 10s¡±. Gan¨® el jamaicano con 13,05s, 12 cent¨¦simas menos que Ortega, 19 menos que el bronce, el franc¨¦s Dimitri Bascou.
Omar padre no se deja llevar por la emoci¨®n como el hijo, de 25 a?os, atrapado tres a?os, los tres que ha transcurrido en Espa?a, por una tensi¨®n que lo ahogaba. La tensi¨®n la vivi¨® como t¨¦cnico y espectador. ¡°El escenario, una final ol¨ªmpica en la que no hay enemigo peque?o, el ambiente. Todo ha sido indescriptible. Pero Orlando es un competidor muy fuerte en momentos de tensi¨®n¡±, dice. ¡°Hizo la carrera que hab¨ªamos planeado. En series y semifinales corri¨® controlando, evitando errores, cambiando en la sexta valla. Pero para la final hab¨ªamos hablado de controlar bien los siete apoyos hasta la primera valla y luego all¨ª, a no pensar m¨¢s, a morir, a dar el m¨¢ximo. A pesar de la salida, que siempre tiene miedo a un nulo, su carrera ha sido t¨¦cnicamente muy buena¡±. No derrib¨® ni una valla, ni las roz¨®.
¡°Mi arrancada fue p¨¦sima¡±, dijo el atleta, de 25 a?os, que, en R¨ªo, disputaba su segunda final ol¨ªmpica. En la primera, como cubano en Londres, fue sexto. ¡°Pero despu¨¦s, a partir de la quinta valla, lo di todo. La segunda parte es lo mejor que tengo. Tras la d¨¦cima ya vi que iba segundo, pero hasta que no cruc¨¦ la meta no quise creer¡±.
Hasta que lleg¨® a los tacos de salida, a la calle siete en la final, y levant¨® los brazos al cielo y mir¨®, y record¨® a su abuela, la atleta ol¨ªmpica en M¨¦xico 68 Cristina Echevarr¨ªa, la tarde hab¨ªa sido larga en el estadio. Toda la presi¨®n que hab¨ªa vivido en Espa?a, en su dormitorio en la Blume, en su apartamento alquilado en Madrid, hablando con su madre, con su hermana, en Estados Unidos, los fines de semana por el Skype, con su familia en su pueblo de Artemisa, en Cuba, pugnaba por salir de su cuerpo, relat¨®. En la semifinal, dos horas antes, lo pas¨® fatal, confes¨®. Se sinti¨® muy presionado y debi¨® controlar, evitar el menor error, atar corto a sus caballos. En la final ya los solt¨®, se dej¨® llevar.
La plata de Ortega es la primera medalla ol¨ªmpica del atletismo espa?ol desde los Juegos de Atenas 2004, donde Joan Lino, Manolo Mart¨ªnez y Paquillo Fern¨¢ndez lograron subir al podio. ¡°Dej¨¦ a Espa?a muy alto¡±, dijo el atleta del CAVA de Ontinyent, la localidad valenciana que lo acogi¨® cuando no volvi¨® a Cuba despu¨¦s de participar en el Mundial de Mosc¨². En Espa?a, dijo, encontr¨® alegr¨ªa, calor, ca?itas, paella de carne, porque no le gusta la de marisco, tranquilidad. ¡°No tengo l¨ªmites. Quiero bajar de 13s, estoy obsesionado con eso, y ganar la Liga de Diamante. Quiero hacerlo, sobre todo, porque quiero poner bien alto el nombre del atletismo espa?ol. Quiero que igual que se habla del f¨²tbol espa?ol, y sale siempre en las portadas, as¨ª pase con el atletismo. Y vienen buenos j¨®venes, viene Hortelano¡¡±
El torrente de emociones lo vence. A¨²n agarrado a la bandera sobre sus hombros, Orlando se va sin para de hablar. Es medianoche en R¨ªo. ¡°Pero esta no noche no duermo¡±, dice. ¡°De eso estoy seguro¡±.
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