Ruth Beitia, oro en salto de altura
En una final afrontada con una placidez desarmante, la mejor atleta espa?ola de la historia consigue en los Juegos la medalla de oro que culmina una carrera de dos d¨¦cadas
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Ruth Beitia est¨¢ sentada en el suelo con la espalda apoyada en un banco como una que est¨¦ de picnic en un parque un atardecer de verano. Est¨¢ con un par de amigas con las que charla, se cuenta chistes, se r¨ªe a carcajadas. De vez en cuando, se levanta, da una carrera veloz de nueve pasos muy medidos y da un salto. Cuando ella vuelve a la tertulia bajo el toldo, alguna de las amigas se levanta y la imita. Ella vuelve siempre sonriente, feliz como una perdiz, y con unas gafas de sol at¨®micas que le dan pinta de moderna en la noche. El resto del mundo no existe. No hay estadio. No hay ruido. No hay carreras que pasan como un carrusel por la pista que rodea su puesto.
Aunque no lo parezca, Ruth Beitia est¨¢ ganando una final ol¨ªmpica en un estadio sin llama en el lejano Brasil. A su alrededor, sus rivales, sufren, lloran, calman su ansiedad y su inquietud corriendo, dando vueltas, cambiando las marcas de cinta aislante en el suelo, mirando desesperadas a su alrededor a sus entrenadores en busca de un consejo m¨¢gico que le haga poder con un listo con gran tendencia a caerse en cuanto brincan delante de ¨¦l. Se juntan en sus lamentos veteranas laureadas como Blanka Vlasic, Kamila Licwinko o Chaunt¨¦ Lowe; j¨®venes como Jungfleish, Lake o Demireva. La italiana Alessia Trost se r¨ªe nerviosa con la sueca Sofie Skoog. Solo Beitia, de 37 a?os, la mente pl¨¢cida de quien no tiene cuentas pendientes con nadie, la sonrisa y el ¨¢nimo, est¨¢ por encima de la situaci¨®n. Ni en una ocasi¨®n cambi¨® la marca del inicio de su carrera parada. Ni en una ocasi¨®n antes de un salto fue hacia las gradas de los t¨¦cnicos y las familias a pedir consejo. Todo estaba claro. Estaba disfrutando. Solo importa eso.
Solo Beitia gana un concurso ideal. La c¨¢ntabra es la ¨²nica que pasa a la primera las tres alturas que diezman al grupo inicial de 17 en un plispl¨¢s. Despu¨¦s del 1,88m pasan todas, pero muy tocadas. Despu¨¦s del 1,93m, faltan cinco, y solo Beitia, Trost y Lowe sin mancha.
Beitia sale la primera de todas. En cuanto lo supo Ram¨®n Torralbo, su entrenador desde hace 26 a?os, o su 50%, como ella, que solo desea abrazarle sin c¨¢maras delante, repite siempre, lanz¨® unos juramentos. Mucha presi¨®n abrir . El otro Ram¨®n del atletismo espa?ol, Ram¨®n Cid, el que manda en todos los t¨¦cnicos, est¨¢ sentado a su lado en la grada baja. Le calma. Le dice que mire el lado positivo. Le recuerda que Beitia es tan segura que m¨¢s que agobiarse por saltar la primera, agobiar¨¢ a las otras por su limpieza. Despu¨¦s, disimular¨¢ sus nervios dando palmas r¨ªtmicas en los saltos de sus rivales, a las que anima. Pero la mayor¨ªa falla.
La siguiente altura es 1,97m. ¡°Si la pasa a la primera, es medalla segura¡±, susurra Cid. ¡°Pero no oro, alguna saltar¨¢ luego, seguro¡±.
Beitia se levanta, se coloca en su marca y sonr¨ªe segura mientras los jueces elevan el list¨®n. Sigue sonriendo cuando despu¨¦s de saltarlo, se levanta las gafas y se dirige a su Ram¨®n.
Cuando le llega el turno, Beitia se levanta, se coloca en su marca y sonr¨ªe segura mientras los jueces elevan el list¨®n. Sigue sonriendo cuando despu¨¦s de saltarlo, se levanta las gafas y se dirige a su Ram¨®n. En el transcurso de los apenas 15 metros que les separan, la sonrisita se transforma en una risa abierta, en unos ojos chispeantes, en unas manos que ensayan ya la forma el coraz¨®n con los dedos que utilizar¨¢ cuando llegue el momento. Solo cuatro pasan la altura decisiva. Solo ella lo ha hecho sin fallos. En un rinc¨®n, sobre el muro de hormig¨®n del foso, Blanka Vlasic, la gran croata que nunca ser¨¢ campeona ol¨ªmpica, llora de dolor, los pies descalzos, despu¨¦s de haber podido a la segunda con la altura. Por delante aparece Lowe, la otra grande, levantando los brazos al cielo, como adorando iluminada a los focos, como pidiendo ayuda a los dioses. Solo ha podido a la tercera con 1,97m. Necesita saltar dos metros si quiere ganar. Tambi¨¦n buscar¨¢ el oro en los 2m la b¨²lgara Mirela Demireva, la ¨²ltima llegada a la elite, la ¨²nica de las cuatro que nunca ha llegado a esa altura.
Beitia falla los tres intentos en los dos metros, pero cree firmemente que no los necesitar¨¢. Desde la colchoneta se despide del estadio como una campeona, y hace el coraz¨®n con la mano, su dedicatoria a la familia y a todo el atletismo espa?ol. Desde el foso, junto a Torralbo, que, dominado por la emoci¨®n, ha perdido ya la capacidad de analizar, descubrir el fallo y corregir, va viendo caer una tras otra a sus rivales.
"Que no nos pase otro Londres"
En la grada, Torralbo piensa en Londres. ¡°Que no nos pase otro Londres¡±, ruega. ¡°Otro Londres, no¡±. En Londres, hace cuatro a?os, Beitia salt¨® dos metros y cre¨ªa tener asegurada una medalla, pero en su ¨²ltimo intento, la norteamericana Brigette Barret salt¨® 2,02m y la dej¨® cuarta. No ocurri¨® otro Londres.
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Cuando Demireva falla su tercer intento, y ya es bronce, se acerca desde la grada su amiga Tia Hellebaut, la belga campeona ol¨ªmpica en Pek¨ªn, donde derrot¨® a Vlasic. Le da la enhorabuena, la felicita. ¡°Eres fant¨¢stica, Ruth¡±, le dice. ¡°Vas a ganar¡±. Beitia no resiste y empieza a llorar. Ya es medallista ol¨ªmpica. Cuando el tercer nulo de Vlasic, que cojea cada vez m¨¢s, grita ¡°ya soy plata¡±, y pide una bandera espa?ola.
Cuando Lowe tira la toalla, es la locura. Beitia, descalza, se sube a un andamio para abrazar a Torralbo, al que se le caen las l¨¢grimas. Es el entrenador de una campeona ol¨ªmpica. Se lo repiten y cuanto m¨¢s se lo dicen menos significado encuentra a la frase. Son palabras sin m¨¢s.
El anhelo de todo deportista, un titular que le proclame campe¨®n ol¨ªmpico, ya no es el sue?o loco de Ruth Beitia, que al final de una carrera inacabable lo ha alcanzado. En una noche nublada en R¨ªo, 25 grados, gotas de agua de vez en cuando, ambiente de entendidos en las gradas, la mejor atleta espa?ola de la historia consigui¨® la 14? medalla en una gran competici¨®n internacional, el oro m¨¢s valioso, el trofeo que le faltaba en la colecci¨®n. Es la primera campeona ol¨ªmpica del atletismo espa?ol, que hasta ahora solo contaba con los oros de Ferm¨ªn Cacho y Dani Plaza en Barcelona 92.
Una de las m¨¢ximas del deporte es que todos los sue?os est¨¢n permitidos. Ruth Beitia, y con ella una entregada afici¨®n espa?ola, lo comprob¨® la ¨²ltima noche ol¨ªmpica de R¨ªo.
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