Drucker gana en Pe?¨ªscola en una etapa de calor, cansancio y paz
El luxemburgu¨¦s se impone al sprint mientras los grandes esperan a los pr¨®ximos d¨ªas para jugarse la general
Calor. Calor seco primero, por tierras de Arag¨®n. Calor h¨²medo, despu¨¦s por tierras de Castell¨®n, como si el mar lanzara gotas secas. Ol¨ªa a sprint desde el principio y un luxemburgu¨¦s, de las tierras secas de Europa, Jean Pierre Drucker, alias Jenpy, encontr¨® en Pe?¨ªscola petr¨®leo entre los restos de anteriores batallas por la clasificaci¨®n general. Gan¨® en el duelo de ri?ones al favorito, Meersman, que se equivoc¨® por miedo, por precauci¨®n, por indecisi¨®n. Se hab¨ªa ido Bennati a dos kil¨®metros, del equipo de Contador, el a?o que viene del de Nairo Quintana. Bennati es un tipo duro y listo, como esos ni?os a los que nunca puedes dejar de vigilar porque se van a cualquier parte, en su caso a la meta.
Calor y agua. Calor de pino y mar, sol vertical, rayos como gotas calientes. Y los bidones de agua de aqu¨ª para all¨¢. Agua que va y viene, que se acaba como si alguien de repente hubiese quitado el tap¨®n al mar. Agua para que nadie se seque. Bidones que vuelan, agua que atraviesa la garganta como un pu?al. Sprint a la vista y sonrisa por llegar a la meta del d¨ªa. Para vencer al calor, para recuperar el agua, para llegar al hotel, que ma?ana hay jornada de descanso junto al mar. Y como escribi¨® Serrat a su pueblo blanco ¡°si te toca llorar es mejor frente al mar¡±. Y re¨ªr tambi¨¦n.
A punto estuvo de re¨ªr Bennati cuando se fue a falta de dos kil¨®metros y sembr¨® de dudas al pelot¨®n. Que s¨ª, que saben que le cazan, pero que no le cazan. ?Agua, por favor, y que no sea del mar, que la sal seca la garganta! Y que s¨ª, que le cazan, pero cuando disparan y est¨¢n a punto de darle en el coraz¨®n, separan el dedo del gatillo porque la pieza parece que ha ca¨ªdo. Y dudan. Y la duda, tan maravillosa para la raz¨®n, aten¨²a el coraz¨®n. As¨ª que Bennati dice que sigue, que no queda nada, que a 200 metros est¨¢ el agua, con gas o sin gas, el agua de la piscina si llega el caso, la del mar, la que sea.
Transiciones y sorteo
Ah¨ª se equivoc¨® Meersman, que temi¨® que el italiano llegase y se lanz¨® a por ¨¦l como un beagle. Y lo caz¨®, claro que lo caz¨®, a costa de que a ¨¦l lo cazara un pointer, m¨¢s alto, m¨¢s esbelto, quiz¨¢s m¨¢s listo, menos voraz, m¨¢s astuto. Eso fue la etapa, con la cl¨¢sica fuga de seis ciclistas, que mueren donde suelen morir, cuando se ve la orilla y cuando hay sed, mucha sed, reseco y restos del naufragio seco de Formigal.
No pas¨® nada m¨¢s. Las guerras tienen sus tiempos de paz. Y guerras grandes hab¨ªan sido la del Aubisque (sin vencedores ni vencidos entre los generales) y la de Formigal, con un general derrotado en toda regla (Froome) por despistado, ¨¦l y su equipo, todo el Sky entregando la cuchara. Entre Alca?iz y Pe?¨ªscola no hab¨ªa tiempo para la guerrilla. Demasiado abierto el paisaje, demasiado despejado el horizonte, demasiado dif¨ªcil emboscarse en la nada. Tiempo de descanso. Tiempo de silencio. De pensar en el inmediato futuro, el que se avecina a partir del mi¨¦rcoles, con dos etapas de alta monta?a y una contrarreloj entre medio.
Las transiciones en la Vuelta son como las elecciones de los esprinters, sobre todo si todos son ne¨®fitos y todos sienten que tienen las puertas abiertas, que hay v¨ªa libre, que se producen errores con los que ocurren lo mismo que con el dinero: nunca se pierde, otro lo gana y se lo queda. Ayer el sorteo le toc¨® a Drucker, cuando quien m¨¢s boletos ten¨ªa era Meersman. Pero se le cayeron en el camino. Mir¨® y no vio la meta. Cuando la vio, hab¨ªa mucha gente, hasta tres le adelantaron, le relegaron, le olvidaron. Y luego se olvidaron de todo. Agua, mucha agua, menos sol, humedad por dentro, no por fuera. Y a descansar para recuperar. Quedan m¨¢s batallas, pero est¨¢n en esta.
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