Froome le aguanta a Quintana y Contador a Chaves en Mas de la Costa
El suizo Mathias Frank (IAM) gana la etapa tras culminar la escapada del día
Había de todo: puertos para calentar las piernas, o sea, hueso y piel pegados como lapas, sol para recalentarlas, terrenos quebradizos, una fuga para que los nervios no se desaten, porque a estas alturas hasta los nervios sestean, y un puerto final de los que huelen a antiguo, cuatro kilómetros de esos que duelen como las agujetas de un desentrenado, con asfalto cambiante, del que enamora a las bicicletas hasta bailar pegados con cola. Había de todo... pero pasar, lo que se dice pasar, no paso nada. Los cuatro amigos del mus, Nairo Quintana, Froome, Chaves y Contador, siguieron jugado juntos y acabaron juntos como buenos amigos. Alberto dio un órdago pero le vieron la se?a. Cierto que Froome tardó un poco más en ver la mordedura de los labios que indica solo dos reyes. Y se quedó pensativo, rezagado. Tenía poco para hacer apuestas. Sus cartas, o sea, sus piernas, están pálidas, flaquean, la fatiga se le ha metido entre sus delgados huesos. Pero sacó dos reyes de la manga y la partida siguió como si nada. Hasta que atacó Esteban Chaves, otros dos reyes pelados, en esa parte dura del recorrido donde retorcerse es vivir o sobrevivir o sucumbir. Y Froome volvió a dudar como si alguna variz le hubiera hinchado la vena. Pero aceptó el envite y volvió a llegar, codos abiertos, mirada baja. Y allí llegaron los cuatro juntos, sin distancias, sin diferencias. Pasar, lo que se dice pasar, no había pasado nada, cuando, a priori se esperaba que pasase de todo. Pero cuando no hay cartas, o sea, piernas, el enga?o funciona lo justo. Y las se?as se ven como cuando parpadea una lechuza.
Juntos, incluso revueltos. Con Nairo Quintana feliz: una etapa menos, un riesgo menos, la Vuelta más cerca, ahí, a punto de u?a, junto a los dedos. Con Contador feliz, porque se siente bien y siempre deja una gotita de espectáculo en los metros finales o en los principales para sentirse bien consigo mismo. Con Chaves defendiendo su podio como defiende el balón un ni?o en el recreo, si el balón es suyo. Lo de Froome es otra cosa. A Froome le repican los versos de Sabina y se siente en una sala de espera sin esperanza y hoy, quizás notó que su corazón, sus cartas o sea sus piernas, están a punto de ser cerradas por derribo. Demasiado lejos de Quintana, con la contrarreloj de por medio, necesitaba dar marcha atrás al reloj, pero la cebolleta está averiada. No puede. Al menos llegó a la hora en punto, sin retraso, con puntualidad británica. Pero ganar, lo que se dice ganar, no ganó nada.
Ganar, lo que se dice ganar, ganó Mathias Frank, el suizo del IAM, buen escalador y constante explorador sin éxito de victorias. Pertinaz como aquella pertinaz sequía, el suizo encontró en Mas de Costa, en Llucena, su vellocino de oro. Estaba en la fuga de 28 que abrió el cielo del pelotón para que corriera el poco aire que entraba por la ventana. Llegado el momento, se marchó con Cataldo, buen compa?ero de fatiga pero peligroso rival. Por detrás se retorcía Gesink, probablemente el candidato más acreditado, el larguirucho holandés al que verle correr te rompe el alma por su concesión al sufrimiento. Frank era el más fuerte y se fue. Dejó a Cataldo cuando quedaba lo más duro por recorrer. Sus segundos eran como onzas de oro y las guardó en el bolsillo, lo cerró con llave y las llevó hasta la meta donde las cambió por un ramo de flores. Gesink calculó mal o se quedó sin las pilas suficientes para repetir victoria.
Era la guerra de los humildes, de los felices. Tras Frank, llego un rosario de infelices. Derrotados de la esperanza. Aquellos que habían sido amigos de escapada, de correrías por tierras de Castellón y se fueron desperdigando como cuentas perdidas en la oración de Penyagolosa. No había olivos, pero aquello parecía un huerto, un valle de lágrimas
Era la guerrilla. La guerra se esperaba por detrás, pero no quedan balas. Había terreno, pero no ejércitos. Se enfrentaron quienes se tenían que enfrentar pero nadie levantó la espada más allá de la cabeza. El golpe era demasiado débil. Y Quintana sonreía feliz. Intentó dejar a Froome y no lo consiguió, pero el británico no pudo dejarlo a él. Lo cual, con el terreno conquistado, defender el territorio es una victoria. Lo mejor suele ser enemigo de lo bueno. Y lo bueno se lo llevó Quintana, más cerca, tan cerca, de que Madrid se rinda a sus pies. Froome, sin cartas, sin piernas, tendrá que esperar. En la sala de espera sin esperanza.
"Esperaba ataques de todos"
Nairo se lo esperaba todo. Ya había anunciado que ahora tocaba correr a la defensiva. Las exhibiciones tienen que ser controladas, como las pulsiones del corazón, no sea que la taquicardia del éxito te conduzca al fracaso. ”Esperaba ataques de todos”, se?aló en el peque?o territorio de la meta de Más de Costa. Se refería a Froome, a Chaves, a Alberto Contador. “Ya desde el principio vimos que el Sky iba a correr a la ofensiva porque filtró corredores en la escapada y eso anunciaba la posibilidad de que intentaran atacar durante el recorrido”. Lo parecía porque entre los 28 escapados estaban Golas y K?nig, aunque el Movistar también había metido en ese peque?o grupo a Herrada y Erviti, el Orica a Gerrans y Tankink y el Tinkoff a Gogl.
Nada de sorpresas, todos preparados para las escaramuzas. Pero sí, parecía que el equipo de Froome quería realizar algo, devolver el golpe de Formigal, reivindicar su orgullo y de paso recolocar a Froome. “No ocurrió, por lo que los ataques debían producirse en el puerto final. Y atacó Chaves, porque se está jugando el podio y todos queríamos ver de qué era capaz Froome. Y ha llegado con nosotros”.
Cuando los cuatro estaban a punto de entrar en la meta, Quintana giró su cabeza para ver donde venía Froome, y el británico le adelantó en la línea blanca. Una cuestión de orgullo. La derrota debe ser siempre orgullosa, aunque la victoria produce más felicidad. Una felicidad que Quintana no da aún por conseguida. “Queda aún una etapa contrarreloj en la que nadie te puede ayudar. Es una lucha tú a tú, uno contra otro. Y luego una etapa de monta?a en Aitana, también muy dura”. Sin embargo, el ciclista colombiano cree que esa etapa se adapta mejor a sus características “y con este equipo, y si la suerte nos acompa?a, todo acabará bien”
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