Las Palmas empata en la prolongaci¨®n
El t¨¦cnico de Osasuna se retir¨® al vestuario al sentir un dolor en el pecho tras marcar su equipo el primer gol
Osasuna tendr¨¢ que esperar. Y si el que espera, desespera, la desesperaci¨®n le lleg¨® en el tiempo de prolongaci¨®n cuando tras un barullo en el ¨¢rea, el central amarillo , David Garc¨ªa, al que marcaba el central rojillo David Garc¨ªa, empuj¨® a la red el bal¨®n que hab¨ªa devuelto el poste tras un remate de Boateng. Era el empate canario y la desolaci¨®n navarra. Su primera victoria no llega, y eso que ante Las Palmas madrug¨® para marcar a los seis minutos por un penalti de Boateng, que parece afiliado a este tipo de jugadas. El equipo de Quique Seti¨¦n tarda en entrar en los partidos como si su culto a la paciencia, su gusto por la elaboraci¨®n le hiciera arrancar con el freno de mano echado.?
Cuando Roberto Torres se dispuso a lanzar el penalti, el t¨¦cnico osasunista Enrique Mart¨ªn Monreal se dio la vuelta. No quer¨ªa verlo. El clamor de El Sadar le anunci¨® el gol y un pinchazo en el pecho le envi¨® al vestuario del que, aunque recuperado ya no sali¨® al campo. El coraz¨®n de Mart¨ªn Monreal late a mucha velocidad, a la misma con la que corr¨ªa la banda cuando era jugador y la pasada campa?a ya le jug¨® una mala pasada. A los pocos minutos un miembro del servicio medico volvi¨® al campo y levant¨® el pulgar al banquillo y a los futbolistas anunciando que todo estaba en orden.?
Y al orden se aplic¨® Osasuna que convirti¨® su precauci¨®n (cinco defensas y cuatro centrocampistas en la alineaci¨®n) en devoci¨®n defensiva. Le dio el bal¨®n al equipo canario y junt¨® l¨ªneas como si de una legi¨®n romana se tratase. Hab¨ªa reclamado Mart¨¬n Monreal que Osasuna fuese Osasuna para lograr la primera victoria y sus futbolistas siguieron la consigna en cuanto a determinaci¨®n, orden, entrega, disputa, pero el f¨²tbol concebido como elaboraci¨®n, despliegue, combinaci¨®n se archiv¨® en la memoria para cuando lleguen d¨ªas mejores.?
Tras ese gol comenz¨® el asalto de Las Palmas, su b¨²squeda desesperada por llegar al ¨¢rea en buenas condiciones, ero su insistencia en el golpeo se realizaba con guantes de seda m¨¢s que con pu?os de hierro. Roque Mesa era el faro que indicaba el camino, el tr¨¢nsito lo hac¨ªa Vicente G¨®mez, un futbolista elegante y vertical, pero todo mor¨ªa en la cabeza o en los pies de los futbolistas de Osasuna. Era un asedio, s¨ª, pero Osasuna parec¨ªa tener los v¨ªveres necesarios para resistir.?
En un partido tan sencillo (un front¨®n) y tan complejo (una sopa de letras), Osasuna encontr¨® incluso el tesoro que no buscaba. En la prolongaci¨®n de la primera mitad, Roberto Torres cruz¨® un centro largo que Aythami quiso prolongar de cabeza hacia su portero. Por all¨ª andaba Sergio Le¨®n, el lobo solitario que caz¨® la pelota, se desembaraz¨® de David Garc¨ªa, el otro central y bati¨® a Lizoain cruzando el bal¨®n entre sus piernas. Si el penalti hab¨ªa sido inesperado, el gol de Sergio Le¨®n resultaba impensable.?
No le qued¨® otra a Las Palmas que intensificar su asedio, convertirlo en agobio, en una sucesi¨®n de centros, libres indirectos y saques de esquina. Si Osasuna volv¨ªa a ser Osasuna deb¨ªa dominar ese juego a¨¦reo. Y sin embargo, se le cay¨® el cielo. Primero cay¨® una nube, cuando Vicente G¨®mez cabece¨® con la coronilla un centro endiablado de Livaja. Fue como robarle al equipo rojillo una caja de v¨ªveres. A punto estuvo Aythami de obtener el empate en otro cabezazo tras uno de los 12 c¨®rners que sac¨® el equipo de Quique Seti¨¦n, pero Nauzet se estir¨® como el chicle para despejar la pelota. Los nubarrones se amontonaban: Boateng dispar¨® desde lejos y el poste devolvi¨® la pelota al campo.?
Los segundos mor¨ªan deprisa para Las Palmas y lentamente para Osasuna que apelaba al coraz¨®n para disfrutar de su primera victoria. Y lleg¨® la prolongaci¨®n. En el primer minuto de eso que antes se llamaba el descuento, el en¨¦simo centro se enred¨® en el ¨¢rea, Boateng lo envi¨® al poste, pero apareci¨® David Garc¨ªa para marcar el empate. Ah¨ª se cay¨® el cielo sobre El Sadar. Su defensa numantina dej¨® una rendija por donde se col¨® el rival.?
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