Comparado con Messi

Nos gusta comparar esto con aquello, aquello con lo otro, lo otro con lo que sea. Lo hacemos todo el tiempo. Algunos d¨ªas incluso comparamos una cosa con la misma cosa, a ver si es igual hoy que la semana pasada. Buscar diferencias y similitudes entre dos o m¨¢s elementos devino en pasatiempo, algo instintivo. No hay materia en la que no se juegue a comparar: literatura, econom¨ªa, m¨²sica, automoci¨®n, tecnolog¨ªa, periodismo¡ Y por supuesto, f¨²tbol. Ay. Imaginen no comparar este equipo con aquel, un jugador con uno rival, el f¨²tbol de hoy con el de ayer: los d¨ªas se llenar¨ªan de huecos, de horas en blanco, silenciosas, que nos permitir¨ªan o¨ªr desde el sal¨®n las gotas que se descuelgan del grifo de la cocina.
Todo el mundo necesita imaginar mundos imposibles, en los que la realidad no sea tozuda y case con sus gustos"
Comparar es una constante en el f¨²tbol, y si quieren, tambi¨¦n una pesadez inevitable. En nuestro af¨¢n err¨¢tico por comparar lo que sea, nadie se presta tanto a ello como Leo Messi. Siempre estamos tratando de ponerle alguien al lado, para medir. En eso somos encomiables. O quiz¨¢ incorregibles. Una de las ficciones m¨¢s comunes en la que, por serlo, muchos est¨¢n dispuestos a creer, es esa en la que lo comparamos con Cristiano Ronaldo. Todo el mundo necesita imaginar de vez en cuando mundos imposibles, en los que la realidad no sea tozuda y case con sus gustos. Hablamos, m¨¢s que nunca, de una modalidad de pasatiempo, como el crucigrama o las ocho diferencias. Cuando se deja atr¨¢s la comparaci¨®n con Cristiano, sostenida por unos se?ores que saben mucho de marketing y por otros que saben poco de f¨²tbol, llega la comparativa con Maradona. ?Est¨¢n a la misma altura? ?Es superior uno? ?Era mejor el otro? Tal vez no exista respuesta fehaciente para una inc¨®gnita ociosa.
Pero como Messi lo admite todo, tambi¨¦n hay d¨ªas en los que se le compara con Messi. Esos son los d¨ªas m¨¢s divertidos, cuando aparece alguien y afirma que por lo menos Messi son dos jugadores. Est¨¢ el que juega en el Bar?a, rodeado de gente como Iniesta o Neymar, y en otra ¨¦poca Xavi o Guardiola, y el que juega con Argentina. Con el club ha ganado toda clase de finales, y varias veces. En cambio, con la selecci¨®n ha conseguido justamente perderlas, tambi¨¦n varias veces.
Para ciertas personas podr¨ªan llamarse con nombres diferentes. Claramente uno es mejor que otro, sostienen, como si al subirse a un avi¨®n, para ir de los partidos del Bar?a a los de la selecci¨®n, perdiese habilidades. No son el mismo Messi, afirman, casi en la l¨ªnea de aquel texto de Borges titulado ¡°Borges y yo¡±, en el que el narrador, llamado Borges, dec¨ªa que ¨¦l se dejaba vivir, mientras que al otro, tambi¨¦n llamado Borges, era al que le pasaban las cosas y el que tramaba la literatura. A uno le gustaban los relojes de arena, los mapas, la tipograf¨ªa del siglo XVIII, el sabor del caf¨¦ y la prosa de Stevenson; al otro tambi¨¦n. El texto acaba con un ¡°No s¨¦ cu¨¢l de los dos escribe esta p¨¢gina¡±. A m¨ª me pasa que tampoco distingo a un Messi del otro. Siempre me parece el mejor. El incomparable.
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