Dos ronquidos del Athletic silencian la sinfon¨ªa del Celta
Los rojiblancos ganan a falta de 12 segundos a un Celta majestuoso que perdon¨® los m¨²ltiples pecados de su rival
El alambre del Athletic es tan fino como el de un funambulista del Circo del Sol. Es el que le distancia del Athletic visitante del Athletic anfitri¨®n. El primero se cae casi siempre por una mala postura del pie o un fallo de desatenci¨®n; el segundo, se lanza al abismo de San Mam¨¦s con la confianza de una red tan real como imaginaria. El problema es cuando el alambre se cimbrea, agitado por equipos voraces como el Celta, que no se fijan demasiado en qu¨¦ ciudad juegan, ni ante qu¨¦ p¨²blico, ni con qu¨¦ jefe de pista. El Celta le convirti¨® el escenario en un circo cuadrado. Y el Athletic es un cl¨¢sico como para convertir la circunferencia en cuatro esquinas. Demasiada imaginaci¨®n. Pero sobrevivi¨® en San Mam¨¦s con dos milagros que absolvieron todos sus males y condenaron a un Celta majestuoso que le perdon¨® todos sus pecados.
El Celta le acorral¨®, le encajon¨®, le quit¨® el bal¨®n, el aliento... hasta las ganas. Le ense?¨® los galones y el traje de campa?a al mismo tiempo. Es decir, le dej¨® desnudo. Y en Bilbao esta vez hac¨ªa fr¨ªo, tanto que se congel¨® Be?at, que es como meter al Athletic en el frigor¨ªfico esperando que llegue un festejo para sacar el manjar. O sea una falta, un c¨®rner, un centro, un penalti algo accesorio, nada elaborado, muy circunstancial.
Dominio c¨¦ltico
Y eso que el Celta domin¨® en todo el campo, en la defensa con un matem¨¢tico Cabral, en el centro con la ciencia de Radoja y en la delantera con el avispero de Iago Aspas y el zumbido permanente de Guidetti. Y eso que jug¨® con fuego, y se contone¨® con la ley de Murphy, es decir, en 20 minutos se plant¨® dos veces delante de Kepa Arrizabalaga, con metros y tiempo para decidir y Guidetti lanz¨® fuera, como si el portero le produjera l¨¢stima, y Aspas remat¨® de vaselina al travesa?o como si fuera un ejercicio de precisi¨®n, m¨¢s que una acci¨®n de gol.
Mientras tanto, el Athletic solo hab¨ªa dado seis pelotazos: lo peor es que cuatro de ellos los dio Be?at. Un mal s¨ªntoma, una se?al de impotencia, un atasco sin sem¨¢foro. Nada funcionaba en el Athletic, desordenado en defensa, inexistente en el centro el campo y ausente en ataque. Solo cinco minutos, cinco solo para ser quien era. No es que iluminase el firmamento pero ech¨® un par de cohetes de feria en dos remates de Aduriz, uno dio en el brazo de Cabral, otro lo repeli¨® Rub¨¦n.
Fueron como dos salidas de tono en el concierto del Celta, tan persistente como el Bolero de Ravel, tan intenso, tan fino, tan solemne. Tanto, que el primer violinista, Iago Aspas, volvi¨® a tropezar con el poste en otro ejercicio de cuerda ante una defensa desafinada. Y despu¨¦s surgi¨® Kepa para frenar a la orquesta de Berizzo con dos paradas a disparos de Aspas y Radoja. El Celta estaba malgastando p¨®lvora en unos juegos artificiales maravillosos: una orquesta que borraba al Athletic y silenciaba al p¨²blico. San Mam¨¦s, bajo la lluvia era lo m¨¢s parecido a Mordor.
Pero es caprichoso el azar y quiso el destino que Roncaglia cometiera un penalti sobre Williams que conllev¨® el gol del empate de Aduriz y la expulsi¨®n del central. Y todas las certezas del Celta se convirtieron en dudas sancionadas por una acci¨®n a 12 segundos del final con un centro de cabeza de Williams (no es su fuerte) que San Jos¨¦ empalm¨® a la red. El f¨²tbol suele ser as¨ª de injusto. Como la Loter¨ªa. Y esta vez el gordo toc¨® en Bilbao. En San Mam¨¦s, por m¨¢s se?as. Dos ronquidos del Athletic fueron m¨¢s efectivos que la sinfon¨ªa del Celta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.