El Athletic se lame las heridas
Los errores del Granada facilitan el alivio de los rojiblancos en un partido plano (3-1)
La orograf¨ªa es bella, pero en los partidos de f¨²tbol los accidentes geogr¨¢ficos solo ocultan la fealdad del paisaje, como las vallas que rodean los descampados en espera de una recalificaci¨®n y la construcci¨®n de algo. Un accidente fue el socav¨®n que hizo a su defensa el central Hongla cuando quiso cortar el bal¨®n con un corta¨²?as en vez de con un rastrillo y Be?at lo recogi¨® intacto para que Susaeta lo alojara en la red como quien se quita un pelo de la barba. Pero el Athletic, tantas veces samaritano, es sin duda generoso y te compensa un error individual con otro colectivo. La sucesi¨®n de errores en el tanto de Pereira solo explica porque el Athletic se comporta con la misma firmeza que un flan sobre una balsa de caramelo l¨ªquido. Mas a¨²n si la defensa es improvisada por las bajas de De Marcos y Laporte. Y para que la cordillera fuera picuda, el ¨¢rbitro pit¨® cesi¨®n al portero en una cometida de Williams (dudosa decisi¨®n) y el disparo de Lekue, mordido, semifallado, dio en Wakaso y se fue a la red.
Demasiados accidentes geogr¨¢ficos en poco m¨¢s de media hora para un partido tan plano. No hay peor se?al de indiferencia que se oiga, en un estadio de m¨¢s de 50.000 espectadores, las voces de los jugadores. El silencio de la Maestranza, tan hondo, tan profundo, era poco frente al silencio de la Catedral, como si en vez de f¨²tbol se oficiase un sepelio.
Jugaba poco el Athletic, deshilvanado, como si cosiese puntos con garfios, lejanos los futbolistas unos de otros, irreconocibles individual y colectivamente. Jugaba amarrado el Granada con cinco defensas, con todas las precauciones del mundo ante la inseguridad individual y colectiva de la que hab¨ªa dado severas muestras. O sea, un paisaje nublado que dejaba el sol para los aleda?os de San Mam¨¦s donde reinaba el carnaval frente al silencio imponente de la Catedral.
El segundo gol, aunque fuera casi un tropez¨®n, le salv¨® al Athletic de despe?arse. Cierto que el Granada solo era el ¨ªmpetu, a veces descontrolado de Wakaso (ahora de cerebro del equipo quien antes fuera un extremo poderoso) y un poco de perfume estiloso de Pererira, apenas unas gotas no se agotase el tarro de las esencias. El tercer gol fue otro accidente. San Jos¨¦ (quiz¨¢s partiendo de fuera de juego) porfi¨® con Ochoa, bland¨ªsimo en la salida y de repente vio el bal¨®n y la red all¨ª, a un paso.
Fueron tres goles, pero solo hubo una jugada verdadera. Un disparo maravilloso de Uche desde fuera del ¨¢rea, violento, recto, casi invisible que golpe¨® contra el larguero y le hizo llorar Eso no fue un accidente geogr¨¢fico, eso fue el pico m¨¢s alto de la cordillera, la ¨²nica acci¨®n que desenton¨® en un partido ¨¢tono, sigiloso, ronco, casi mudo. El Athletic se la lami¨® las heridas de Europa con el b¨¢lsamo del Granada. Pero ya se sabe que las pomadas casi nunca curan. Solo alivian el dolor.
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