El hombre del m¨¦todo
Sin tener ni idea, lo nombraron director deportivo. Era desde luego otro Monchi, que sin embargo siempre fue el mismo
En la vida lo m¨¢s dif¨ªcil es reinventarse. Ese d¨ªa tienes que ser otro, que tome un camino muy distinto, y a la vez ser el de siempre, sin desv¨ªos. Ejercer este equilibrio tan sutil, casi imposible, est¨¢ al alcance de pocos. Ram¨®n Rodr¨ªguez Verdejo, Monchi, es uno de ellos. En sus a?os al frente de la direcci¨®n deportiva del Sevilla el club obtuvo nueve t¨ªtulos y doscientos millones de euros de beneficios solo en traspasos. Lo nunca visto. Cre¨® un modelo para crecer, y durante diecisiete a?os se mantuvo fiel a ¨¦l. Sus logros resultan a¨²n m¨¢s admirables si uno observa su trayectoria, desde que empez¨® como portero del equipo hasta que acab¨® en sus despachos.
En la porter¨ªa tuvo d¨ªas terribles, como cualquiera de nosotros en su trabajo. Con el Sevilla en Segunda, quedaron apeados en la Copa ante el Isla Cristina, en el S¨¢nchez Pizju¨¢n, en una eliminatoria que estaba casi ganada, pero vieron a Monchi adelantado y le colaron una vaselina. Esa tarde sali¨® del estadio oculto en la furgoneta del utillero, y cuando se subi¨® a su coche, tuvo que taparse la cara en los sem¨¢foros para que no lo abuchearan los aficionados. Meses despu¨¦s, metidos en otra una mala racha de resultados, llegar¨ªa Semana Santa. ¡°Al final decid¨ª salir de casa porque me gustan mucho las cofrad¨ªas, pero pon¨ªa a mi mujer embarazada por delante para dar pena y que no se metieran conmigo¡±, le confes¨® a ?lvaro Coraz¨®n durante una entrevista en Jot Down.
Los malos partidos s¨®lo equivalieron a una parte de una trayectoria llena de infortunios. A menudo su carrera transcurri¨® entre banquillos. Era el eterno suplente. Sin embargo, no se limit¨® a ver pasar la vida. En el banquillo acapar¨® las lecciones con las que a?os despu¨¦s se reinvent¨®. La suplencia le ense?¨® a ver el f¨²tbol desde otra perspectiva, observando a sus entrenadores. Con Bilardo aprendi¨® que hay que proveerse de un m¨¦todo y atarse a ¨¦l. El t¨¦cnico era particularmente met¨®dico. No dejaba nada al azar. Lo controlaba todo. El m¨¦todo era el m¨¦todo, y no se saltaba. Monchi cuenta que en los hoteles, cuando todo el mundo iba en chanchas, ¨¦l calzaba botines. Le preguntabas y te dec¨ªa: ¡°?Y si arde el hotel? ?Y si tenemos que salir corriendo? T¨² en chanchas¡¡±. No le gustaba c¨®mo jugaban sus equipos, pero Monchi admit¨ªa que Bilardo llevaba a las ¨²ltimas consecuencias sus ideas, seg¨²n su m¨¦todo.
El a?o de su retirada se convirti¨® en delegado del equipo. Empez¨® con tan mal pie que al Sevilla le cerraron el estadio, en un partido le dieron al ¨¢rbitro un botellazo, en otro con una lata, y a¨²n despu¨¦s alguien lanz¨® al campo el famoso cuchillo. Casi sin transici¨®n, y sin tener ni idea, lo nombraron director deportivo. Su primer encargo fue confeccionar una plantilla nueva que costase cero euros. Entonces ide¨® el m¨¦todo para detectar jugadores a punto de despuntar, que compraba a bajo precio, triunfaban en el Sevilla, y fichaban por otros equipos, que pagaban por ellos un dineral. Era desde luego otro Monchi, que sin embargo siempre fue el mismo.
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