Equipo B
Los suplentes fueron durante mucho tiempo seres marginales, claramente inferiores a los titulares
Entre las inercias del f¨²tbol est¨¢ que la verdad se discute, faltar¨ªa m¨¢s. Tampoco es tan raro. Pasa en demasiados ¨¢mbitos. ?Qui¨¦n no tiene un amigo, sin ir m¨¢s lejos, al que nadie cree cuando cuenta la verdad? En f¨²tbol la tendencia conduce siempre a cuestionar cualquier cosa, todo, tambi¨¦n lo inmutable. Es un placer necesario. Solo hay que ver el entusiasmo de quienes ¨²ltimamente sostienen que los jugadores suplentes forman un equipo superior en muchos sentidos al de los titulares. Quiz¨¢ por eso no los alinean a menudo, porque si lo hiciesen se convertir¨ªan en titulares, y eso los volver¨ªa inferiores, aunque por otra parte estuviesen contentos porque juegan. Le le¨ª un razonamiento con parecida fuerza interior a un autor franc¨¦s, que afirmaba que si tuviese talento, lo imitar¨ªan; si lo imitasen, se pondr¨ªa de moda; si se pon¨ªa de moda, pronto pasar¨ªa de moda. As¨ª que m¨¢s le val¨ªa no tener talento.
Los suplentes fueron durante mucho tiempo seres marginales, claramente inferiores a los titulares. Si ca¨ªas en el banquillo lo hac¨ªas en un agujero hondo. Necesitabas una buena desgracia ajena para salir. Pero el negocio creci¨®, la temporadas se volvieron muy exigentes, los clubes empezaron a so?ar a lo grande y ahora, para ocupar una suplencia, no basta con ser un futbolista del mont¨®n, adem¨¢s hay que ser buen¨ªsimo. Se popularizaron las rotaciones para que los mejores llegasen frescos al final de la temporada, cuando todo se decide, y a la vez los suplentes, de pronto con categor¨ªa de estrellas, no se entristeciesen y se fuesen a otro club. La deriva no se detuvo ah¨ª, y ya se discute si no ser¨¢n m¨¢s buenos los reservas que los titulares.
El f¨²tbol vive bajo una incesante necesidad de debates. Si en alg¨²n momento se produjese un silencio, porque, digamos, no hay nada que debatir, y solo cabe jugar, bien podr¨ªamos estar asistiendo al fin del f¨²tbol. Imaginen que este pasase a formar parte de esos acontecimientos deportivos a los que se dedica un breve, o unas colas en los informativos de televisi¨®n, y ni siquiera para facilitar el resultado, sino para rese?ar algo m¨¢s primario, parecido a ¡°Jug¨® un equipo contra otro¡±, y nada m¨¢s. Desprovisto del placer superfluo pero inevitable de discutirlo todo, al f¨²tbol le esperar¨ªa un futuro en el que quiz¨¢ no tuviese futuro.
En esas circunstancias trist¨ªsimas para ¨¦l, ?d¨®nde estar¨ªa la noticia? La situaci¨®n se volver¨ªa un reto para los medios de comunicaci¨®n; quiz¨¢ una maravillosa oportunidad, pues se abrir¨ªa una ventana para los titulares olvidados. En 1960 ?lvaro Cunqueiro escribi¨® una columna para El Progreso de Lugo en la que cuestionaba el concepto de noticia, y sugiri¨® al director del peri¨®dico el tema con el que deber¨ªa abrir la primera p¨¢gina. ¡°Pasado ma?ana, por ejemplo, se echa a dormir el cuco en el escondite que se ha buscado¡±, se?alaba. Para Cunqueiro se trataba de una realidad diferente, pero perfectamente noticiable. ¡°Si yo fuese el director de El Progreso, querido don Puro, dar¨ªa la noticia en primera plana el martes: ¡®Se durmi¨® el cuco¡±.
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