El final de la escapada
La gloria del Tour de Francia se la llevan siempre las cumbres, no las llanuras, supongo que por el placer de ver reventar a gente
Cuando estaba a punto de terminar la etapa del Tour, Romain Bardet atac¨®. Iba por delante Barguil y dej¨® atr¨¢s a Froome, Aru y Fuglsang. Sigui¨® pedaleando hasta pasar a Barguil, que se reuni¨® con los otros, y a todos le sac¨® Bardet treinta segundos cuando faltaban once kil¨®metros para la meta. Hab¨ªa pasado de todo ya, entre otras cosas la ca¨ªda de Richie Porte. Se hab¨ªa quedado clavado Quintana, que al menos calibr¨® sus fuerzas para evitar esa sacudida de orgullo, ese levantarse y querer seguir rueda, que el Tour castiga tir¨¢ndote una minutada a la cara.
Bardet se hab¨ªa escapado en un descenso, donde los dos mitos espa?oles fundaron su leyenda: Delgado bajando Peyresourde en el 83 ¡ªla cabeza encima de la rueda delantera, el culo arriba¡ª que le vali¨® el apodo de Loco de los Pirineos en la portada de L'Equipe; Indurain en el Tourmalet en el 91, cuando Lemond sucumbi¨® a Chiapucci creyendo que recuperar¨ªa en el descenso y el espa?ol hizo de esa bajada una tumba a medida del americano (en Val Louron, Lemond ya iba tan despacio que termin¨® cay¨¦ndose; ¨¦se era Indurain, ¨¦se era Chiapucci, ¨¦se era Bugno: ¨¦sa era la generaci¨®n del 64 despedazando a la anterior).
Bardet quiso ganar una etapa antol¨®gica en un descenso y qui¨¦n sabe si inaugurar su propia leyenda (tiene 27, los mismos que ten¨ªa Miguel¨®n). Pero su aventura loca, an¨¢rquica, salvaje y ego¨ªsta se encontr¨® con la frialdad impasible de la burocracia, la organizaci¨®n de un peque?o pelot¨®n dispuesto a arruinarlo todo. Hay pocos ejemplos mejores de la vida que un grupo de gente dispuesto a cazar a una persona sola. La escapada de Bardet daba angustia verla; detr¨¢s, como depredadores, Froome y los dem¨¢s se daban relevos perfectos, pedaladas grandes, mand¨ªbulas apretadas. Y el franc¨¦s a lo lejos empezaba a hacerse m¨¢s grande a ojos de sus perseguidores. Las miradas atr¨¢s, el ¨²ltimo empuj¨®n a cinco kil¨®metros de meta, la esperanza de que falten rectas en las que la presa se deje ver y aumente las ganas de sangre.
La gloria del Tour se la llevan siempre las cumbres, no las llanuras. Supongo que es por el placer de ver reventar a gente; asistir a la selecci¨®n natural de una forma tan vistosa, con los fuertes sacando de rueda a los d¨¦biles a veces por pura capacidad pulmonar. Pero en las escapadas temerarias, en las fiestas solitarias que cualquier ciclista que no es Coppi decide darse en homenaje, sobrevive la parte del ciclismo que m¨¢s se parece a la vida: un tipo contra el mundo al que el mundo deja ir d¨¢ndole esperanza, y el mundo absorbe a punto de llegar a meta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.