Despegue al infinito
El gran ¨¦xito organizativo y deportivo de los Juegos Ol¨ªmpicos, muy por encima de lo esperado, acab¨® con los complejos del pa¨ªs y lanz¨® a los atletas espa?oles hacia el mejor momento de su historia

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¡°A la ville de¡¡±. Ni por asomo pod¨ªa sospechar nadie que aquellas c¨¦lebres palabras pronunciadas por Juan Antonio Samaranch el 17 de octubre de 1986 anticipar¨ªan la consolidaci¨®n de Espa?a como un pa¨ªs moderno y aperturista. Y no solo pol¨ªtica y socialmente. El deporte ejercer¨ªa de bisagra seis a?os despu¨¦s. El ¨¦xito organizativo y deportivo de Barcelona 92 estuvo muy por encima de lo pronosticado por los m¨¢s optimistas. En un pa¨ªs apocado y acomplejado tras casi 40 a?os en el cuarto oscuro, aquellos Juegos le permitieron sacudirse los fantasmas. B-92 rescat¨® a Espa?a de su tercermundismo y le acerc¨® a su entorno europeo.
Hab¨ªa razones de mucho peso para que los espa?oles temieran un rid¨ªculo en los Juegos catalanes. Cuatro a?os antes de que Samaranch leyera la papeleta, Espa?a hab¨ªa organizado un Mundial de F¨²tbol que abund¨® en el pesimismo cr¨®nico, con una selecci¨®n tan superada en el c¨¦sped como los rectores del evento en sus despachos. En lo estrictamente deportivo, la historia ol¨ªmpica espa?ola era puro barbecho: desde 1900, 26 medallas en 16 ediciones de los Juegos veraniegos. Un estudio interno de la organizaci¨®n de B-92 tiraba por lo alto el pron¨®stico. Se vaticinaban 12 metales para Espa?a, el triple de los conseguidos en Se¨²l 88. Lo que parec¨ªa un brindis al sol muy forzado resulta que se qued¨® corto. La cosecha se dispar¨® hasta los 22 podios, algo impensable, marciano.
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Con un presupuesto de 154.000 millones de pesetas (925 millones de euros), Barcelona no solo afront¨® un reto may¨²sculo para los atletas nacionales, sino que tuvo que regular los Juegos de la reconciliaci¨®n y los primeros del gigantismo. En 1992 reapareci¨® Sud¨¢frica tras la derogaci¨®n de las leyes del apartheid, Alemania y Yemen desfilaron con equipos reunificados, Namibia, Letonia, Estonia y Lituania lo hicieron como independientes, la desmembrada Uni¨®n Sovi¨¦tica luci¨® la bandera blanca de los cinco aros y descompuesta Yugoslavia compitieron por libre Croacia, Eslovenia y Bosnia. Participaron 169 pa¨ªses, 10 m¨¢s que en Se¨²l 88, con un total de 9.370 deportistas. Y no hay que olvidar la extraordinaria incidencia de los 35.000 voluntarios (m¨¢s unos 15.000 en los paral¨ªmpicos), se?al del fabuloso calado popular del acontecimiento.
El nuevo orden ol¨ªmpico impuesto por Samaranch agudiz¨® el mercantilismo. Y como s¨ªmbolo el Dream Team de la NBA, hasta entonces de espaldas al olimpismo. Las doce megaestrellas convocadas para la cita, con Magic, Bird y Jordan a la cabeza, ten¨ªan por entonces salarios que sumados superaban con creces los 5.000 millones de pesetas, la mitad de lo que cost¨® la preparaci¨®n de 900 deportistas espa?oles durante los ocho a?os precedentes a B-92.
Si Barcelona ciudad aprovech¨® el acontecimiento para reflotar numerosos proyectos que ten¨ªan telara?as, el deporte espa?ol logr¨® por primera vez una estimable inyecci¨®n financiera con el plan ADO (Asociaci¨®n de Deportes Ol¨ªmpicos) de ayuda a los atletas de ¨¦lite instaurado en 1988. Hasta B-92 se manejaron 12.500 millones de pesetas, lo que permiti¨® que los deportistas pudieran centrarse exclusivamente en su entrenamiento y se tecnificara mucho mejor su preparaci¨®n.
Arropados como nunca, pero eso s¨ª con una exigencia de los patrocinadores: resultados. Y vaya si los hubo. Entre el 25 de julio y el 9 de agosto se multiplicaron las explosiones de j¨²bilo. Por cada esquina, a cualquier hora, en la disciplina m¨¢s insospechada, se abrochaba una medalla espa?ola (13 oros, siete platas y dos bronces). Triunf¨® el f¨²tbol, pero se puso fin a su monocultivo con ¨¦xitos en atletismo, boxeo, ciclismo, gimnasia r¨ªtmica, hockey sobre hierba, yudo, nataci¨®n, tenis, tiro con arco, vela y waterpolo. De repente, el espa?olito de turno era capaz de competir al m¨¢s alto nivel. De repente, ni los alemanes med¨ªan siete cuerpos ni los estadounidenses ten¨ªan cuatro pies. Espa?a entera se frot¨® los ojos sin parar durante 15 d¨ªas. Por el camino, los mecenas, p¨²blicos y privados, tuvieron constancia del enorme retorno del deporte como ariete publicitario. Hoy, 25 a?os despu¨¦s, se alude a la Marca Espa?a.
Sin el m¨¢s m¨ªnimo desmerecimiento para nadie, dos fechas quedaron selladas para la historia del deporte espa?ol. El 31 julio, la yudoca Miriam Blasco hizo un doblete para la eternidad. Se convirti¨® de una tacada en la primera espa?ola en ganar una medalla en unos Juegos de Verano (cinco meses antes Blanca Fern¨¢ndez Ochoa hab¨ªa logrado un bronce en los de Invierno en Albertville) y, por supuesto, la pionera con un oro. Blasco derrib¨® una barrera que permiti¨® el fabuloso vuelo del deporte femenino. Valga una referencia. Hasta la cita barcelonesa, 92 mujeres hab¨ªan sido ol¨ªmpicas. Desde aquellos Juegos (127) hasta la fecha ya han participado 700. En R¨ªo 2016, las mujeres representaron el 48% de la delegaci¨®n y se alzaron con nueve de las 17 medallas. Cuatro a?os antes, en Londres, se colgaron 11 de las 17.
Cacho y el f¨²tbol
El 8 de agosto, un d¨ªa antes de la clausura, coincidieron dos momentos imperecederos. Ferm¨ªn Cacho consigui¨® el oro en los 1.500 metros y, de alg¨²n modo, su celeb¨¦rrima entrada en meta se convirti¨® en el p¨®ster espa?ol de los Juegos. Horas m¨¢s tarde, con el Camp Nou a rebosar, lleg¨® el delirio con el triunfo de la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol, tan desatado Kiko como el euf¨®rico local Pep Guardiola y otros tantos. Algo impensable hoy en d¨ªa, como inconcebible resultar¨ªa en la actualidad la despolitizaci¨®n de un evento como el de B-92. En aquellos Juegos, sin un solo incidente, todos los partidos soplaron en la misma direcci¨®n.
Cacho y el f¨²tbol pusieron el lazo a unos Juegos fant¨¢sticos, para Espa?a y para el resto del universo. Se homolog¨® la profesionalizaci¨®n ol¨ªmpica, se dispar¨® la hucha de los patrocinadores y las televisiones pasaron a ser el gran man¨¢ de los Juegos. Para Espa?a supuso el despegue infinito del deporte. En Barcelona se sacudi¨® toda la caspa y se pusieron los pilares para que la Marca Espa?a vaya hoy de cumbre en cumbre.
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