Antes que Miami fue C¨¢diz
Un amistoso de pretemporada entre el Real Madrid y el Barcelona muy distinto al de Estados Unidos
Aquel viernes, 28 de agosto de 1959, el tren de Madrid rode¨® la bah¨ªa de C¨¢diz entre clamores. Multitudes en cada estaci¨®n. En el Puerto de Santa Mar¨ªa, en Puerto Real, en Chiclana, en San Fernando¡ Aplausos desde las ventanas, repletas de gente, de las casas que miraban a la v¨ªa. ?Qui¨¦n iba en ese tren? Iban el Madrid y el Bar?a, al Carranza.
Ser¨ªa el mejor Carranza de siempre.
Los dos grandes andaban en una edad de oro como esta. El Madrid hab¨ªa ganado s¨®lo unos meses antes su cuarta Copa de Europa consecutiva, pero en Espa?a se hab¨ªa quedado en blanco. ?Y eso? Porque el Bar?a, con Helenio Herrera enfrente, hab¨ªa hecho doblete. Gan¨® la Liga con cuatro puntos de ventaja, y la Copa, en la que elimin¨® a los blancos en semifinales, con un 2-4 en el Bernab¨¦u.
Y todos ven¨ªan juntos, en el coche cama, desde Madrid, revueltos, jugando a las cartas, amigos como eran. ?Qui¨¦n lo imaginara hoy! Les amaneci¨® llegando a Sevilla. Por la ma?ana contemplaron admirados la expectaci¨®n que levantaban a su paso.
Completaban el cartel el Mil¨¢n, campe¨®n de Italia y finalista en la anterior Copa de Europa, y el Standard de Lieja, campe¨®n de B¨¦lgica. Por si los atractivos fueran pocos, el Madrid presentaba a Did¨ª, el cerebro del Brasil campe¨®n del mundo en 1958, y a un extremo, Canario, que hac¨ªa ala con ¨¦l.
Los abonos de 700 pesetas para los cuatro partidos se vend¨ªan a 1.500 por la calle y volaban. Cuatro radios, dos de Madrid y dos de Barcelona, iban a dar los partidos en directo. TVE desplaz¨® un equipo. Tambi¨¦n el NO-DO. Se acreditaron 50 periodistas, de los que m¨¢s de 20 eran de fuera: 12 belgas, cuatro italianos, tres franceses, un argentino y un brasile?o.
El torneo se jugaba en dos d¨ªas: s¨¢bado, semifinales; domingo, final de vencidos y final. Doble horario: 18.30 el primero, bajando ya el sol; 22.30 el segundo, para que hubiera tiempo de cenar entre uno y otro. Se admit¨ªan dos cambios por partido.
Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo es invitado el mismo viernes a dar una charla sobre F¨²tbol y Toros a la que acuden el Madrid y el Bar?a. La sala est¨¢ a reventar. Muchos se enteran ese d¨ªa de que Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas, aquel de la muerte a las cinco de la tarde cantada por Lorca, fue en el curso de su breve y agitada vida presidente del Betis. F¨²tbol y toros no eran tan antag¨®nicos como muchos predicaban a¨²n.
Amanece el s¨¢bado. El sorteo ha sonre¨ªdo al Bar?a, que abre plaza ante el Standard de Lieja. Se da seguro su paso a la final, a la que llegar¨¢ algo m¨¢s descansado. Helenio Herrera lo ve tan claro que reserva a Olivella, Segarra y Gensana. El ataque lo componen Villaverde, Kocsis, Kubala, Eulogio Mart¨ªnez y Czibor. Fuera a¨²n le quedan Tejada, Evaristo y Luis Su¨¢rez, figuras mundiales igualmente.
Los de HH arrancan muy bien y se ponen 2-0, pero los belgas no se rinden y aprietan cuando el Bar?a se conf¨ªa. Y su meta, Nikolai, para horrores. Empatan. Hay que jugar pr¨®rroga. El Bar?a se impone y se clasifica por 4-3. Siete goles, paradas, pr¨®rroga, lujos¡ El p¨²blico se va feliz a cenar. ?Y ahora viene lo mejor del d¨ªa!
El Madrid no reserva nada. En el ataque, Canario, Did¨ª, Di St¨¦fano, Puskas y Gento. En el Mil¨¢n hay celebridades como Buffon, Maldini, Liedholm, Altafinj, Danova¡ El partido es un festival. El Madrid se pone 3-0 en 14 minutos, con una salida fulgurante, y renueva la ventaja cada vez que el Mil¨¢n se acerca: 1-0, 2-0, 3-0, 3-1, 4-1, 5-1, descanso, 5-2, 5-3 y 6-3. Se ha cumpli¨® la ley de Di St¨¦fano, cuya t¨¢ctica era ¡°un, dos tres y descansar¡±. Coger tres de ventaja para respirar y entregarse a los lujos. Y si el rival se acercaba, renovar la distancia de tres. ?l cuid¨® personalmente la cuenta, marcando cuatro.
Antonio Calder¨®n, el gerente, est¨¢ euf¨®rico y explica en Marca que el Madrid siempre cumple. Su cach¨¦ era de 1.800.000 pesetas, por mill¨®n del Bar?a, 900.000 del Mil¨¢n y 400.000 del Standard. ¡°P¨®ngalo, que lo sepa la gente, y que no defraudamos¡±, le dijo a Cronos. Y Cronos lo puso.
El domingo, el partido de la tarde es el ¨²nico en el que no petan las escaleras. Gana el Mil¨¢n, 3-2. Ya vamos por 21 goles en tres partidos.
En la final, se cuelan tantos que las pistas alrededor del campo est¨¢n atestadas. El Bar?a saca a Olivella, Segarra y Gensana, descansados, y su ataque ahora lo forman Villaverde, Kocsis, Evaristo, Su¨¢rez y Czibor. Kocsis y Su¨¢rez entran de refresco. El Madrid repite el ataque de la v¨ªspera. Mete s¨®lo dos jugadores nuevos: Pach¨ªn por Marquitos y Antonio Ruiz por Vidal.
El partido, que arbitra el belga Grandai, ser¨¢ de f¨¢bula. Se adelanta el Bar?a, pero acaba ganando el Madrid por 4-3. Con mucho esfuerzo y gracias a Gento, que hace una segunda parte fabulosa. Era incansable. El ¨²nico de los que repitieron s¨¢bado y domingo que acab¨® fresco como una lechuga. Los jugadores madridistas levantan, como hab¨ªan hecho el a?o anterior, el enorme trofeo, cuyo valor material supera las 300.000 pesetas. El p¨²blico se va frot¨¢ndose los ojos. Ninguno de los asistentes olvidar¨¢ esos d¨ªas.
S¨®lo a una persona defraud¨®. Antonio D¨ªaz Ca?abate, el autor de Historia de una Taberna entre otros ¨¦xitos. Hac¨ªa 30 a?os que no iba al f¨²tbol, pero el torneo le pill¨® en C¨¢diz y asisti¨® a la final. ABC, diario del que era el cr¨ªtico taurino, le pidi¨® una cr¨®nica que public¨® en paralelo con la del especialista. No vio a Di S¨¦fano superior a Ren¨¦ Petit, aunque aclar¨® que pod¨ªa deberse al marcaje tan estrecho que sufri¨®. Deplor¨® la influencia de los entrenadores, las t¨¢cticas, la falta de libertad de los jugadores. Aventur¨® que el f¨²tbol ir¨ªa a menos por ese camino. ?Eso despu¨¦s de un torneo con siete goles de promedio por partido!
Me pregunto qu¨¦ pensar¨ªa hoy.
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