Helsinki
Tumbar a la leyenda m¨¢s grande, y terminar venci¨¦ndole tras una carrera llena de sombras, trampas y desapariciones
El 11 de agosto de 2005, en el tart¨¢n mojado de Helsinki, un velocista impresionante gan¨® el Mundial de 200 metros lisos: Justin Gatlin. Ten¨ªa 23 a?os y ya era la nueva realidad estadounidense; en el horizonte del sue?o americano, siempre Carl Lewis y su antag¨®nico tramposo, el canadiense Ben Johnson.
El p¨²blico ovacion¨® a Gatlin. Tres d¨ªas antes se hab¨ªa paseado en los 100 metros lisos, si eso es posible: nadie hab¨ªa dejado tan atr¨¢s al segundo, m¨¢s de diez d¨¦cimas. Lleg¨® a meta en los 200, cogi¨® aire y se le acerc¨® el primer atleta para felicitarle. Era un jamaicano rid¨ªculamente alto, con una pierna m¨¢s corta que la otra y la columna vertebral torcida; hab¨ªa entrado cojeando, pues nada m¨¢s salir de la curva se parti¨® por donde siempre, los isquios. Ten¨ªa entonces 18 a?os y unos tiempos imposibles a su edad.
Doce a?os despu¨¦s, el 6 de agosto de 2017, Londres -la ciudad donde se debi¨® celebrar el Mundial 2005- acoge un nuevo Mundial. Como entonces, Justin Gatlin gan¨® la carrera, ¨¦sta de 100 metros. Como tambi¨¦n entonces, Bolt, 30 a?os, fue a saludar al campe¨®n del mundo, pero esta vez ocurri¨® algo impresionante: Gatlin, 35 a?os, se arrodill¨® ante ¨¦l y le rindi¨® un gesto de respeto pocas veces visto.
Lo que ocurri¨® en ese tiempo es conocido: Gatlin no fue el Carl Lewis que estaba previsto que fuera, sino Ben Johnson. El f¨ªsico de Bolt -su pierna m¨¢s corta, su escoliosis, su propensi¨®n a las roturas- era un f¨ªsico envenenado: con esas condiciones pod¨ªa acabar las carreras como en Helsinki, broken wing, o como en Pek¨ªn, dej¨¢ndose llevar veinte metros d¨¢ndose golpes en el pecho y obligando a todo el mundo a preguntarse qu¨¦ tiempo pod¨ªa haber marcado. La respondi¨® un a?o despu¨¦s ¨¦l mismo en Berl¨ªn: 9,58. Lo hizo porque le hab¨ªa sumado m¨¢s trabajo que cualquiera: el que convierte unas condiciones imperfectas y talentosas en una bomba de relojer¨ªa.
A todo eso le acaba de ganar Gatlin. Despu¨¦s de no poder competir durante cuatro a?os, con el planeta entero silb¨¢ndole por tramposo y alabando al Dios Bolt, la alegr¨ªa del pueblo que en Pek¨ªn no pudo aguantar nueve segundos sin festejar. Se entiende la crispaci¨®n, pero la lecci¨®n de Gatlin es valiosa: se puede fallar, a veces hasta dos veces, y redimirse con una victoria as¨ª cuando por edad pod¨ªa estar comentando la carrera. Se puede sospechar, porque eso se lo ha ganado, pero si en Londres Gatlin corri¨® limpio ha hecho una proeza: tumbar a la leyenda m¨¢s grande, y terminar venci¨¦ndole tras una carrera llena de sombras, trampas y desapariciones.
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