El club de la comedia
El Bar?a es un Goldies a la catalana donde las corbatas no disimulan el olor a cerveza y el eco de las risas
Juro por lo m¨¢s sagrado que este empe?o m¨ªo por criticar cuanto sucede en el seno y ¨®rbita del F¨²tbol Club Barcelona me duele tanto como al que m¨¢s, no encuentro satisfacci¨®n alguna en ello. Al fin y al cabo, uno tiene su corazoncito te?ido de azulgrana aunque en los ¨²ltimos tiempos, ha de reconocerse, pueda parecer tan infectado y endurecido por la psoriagr¨ªs como la piel mal hidratada de Sir Jorah Mormont en Juego de tronos. Qu¨¦ m¨¢s quisiera yo que ser portador de buenas nuevas y loas al imperio pero salvo que se pretenda falsear la realidad o alimentar el propio descr¨¦dito, se impone acatar los hechos con cierta objetividad y reconocer que la actualidad no invita al triunfalismo, las alabanzas ni el lanzamiento indiscriminado de cohetes.
Desde el pasado viernes, por ejemplo, el club se encuentra sumergido en un proceso de recogida de firmas que podr¨ªa desembocar en una moci¨®n de censura contra la actual junta directiva. ¡°Las razones para un voto de censura no pueden responder a criterios deportivos de ninguna manera. Las razones son muy de fondo. La crisis es institucional, social y econ¨®mica¡±, argument¨® Agust¨ª Benedito tras presentar la documentaci¨®n para iniciar el tortuoso procedimiento.
Razones no le faltan al otrora candidato a la presidencia aunque, mucho me temo, su iniciativa nace condenada en un club cuya masa social est¨¢ compuesta en una evidente mayor¨ªa simple por cobistas y zalameros de la alta burgues¨ªa barcelonesa, aficionados del Espanyol con carnets heredados y nost¨¢lgicos del franquismo. Esto ¨²ltimo podr¨ªa parecer exagerado, casi insultante, pero se comprende con claridad si uno compara la celeridad con que se despoj¨® a Johan Cruyff del cargo de presidente honor¨ªfico y el celo demostrado en mantener las medallas del club otorgadas al dictador.
La l¨ªnea que separa el drama de la comedia suele ser tan delgada que a menudo resulta imperceptible y sobre ella parece manejarse, como nadie, el Bar?a actual: un club aparentemente profesionalizado, con m¨¢s de trescientos empleados en n¨®mina y unas estructuras ejecutivas superpobladas pero que necesita echar mano de la hija de su secretario t¨¦cnico para contactar con el entorno de Ousmane Demb¨¦l¨¦.
En esa peligrosa dicotom¨ªa entre lo que realmente es y lo que pretende parecer se mueve hoy este coloso que se mira en el espejo y no se reconoce, convencido de ser un gran teatro pero incapaz de comprender que se ha convertido en el nuevo club de la comedia, un Goldies a la catalana en el que ni las corbatas ni los iPads disimulan el olor a cerveza, el humo de tabaco y el eco de las risas.
De nada sirve hacerse trampas al solitario y so?ar con el hipot¨¦tico regreso de Joan Laporta, imposible liberar al club de esta dictadura silenciosa que se perpet¨²a mudando las caras y con complicidades contadas, como las habas. El ¨²nico consuelo posible se encuentra en el humor, en la comedia, y buen comienzo ser¨ªa aceptar que la vida moderna es censar al Bar?a en Mordor y confiar en que todo esto lo resuelve el enano.
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