La delgada l¨ªnea blanca
La diferencia entre el triunfo y el fracaso depende m¨¢s de lo que queremos creer de los goles marcados o no marcados en los que la suerte es el factor determinante
¡°La vida es lo que nos pasa mientras hacemos otros planes.¡± Allen Saunders, escritor estadounidense.
Esta es la par¨¢bola de dos centrales, uno muy bueno, el otro bastante mediocre. El bueno jug¨® 112 veces para la selecci¨®n holandesa. El mediocre no ser¨ªa convocado ni para la selecci¨®n de Inglaterra. El mediocre acaba de destrozar al bueno.
Ocurri¨® el domingo pasado en un partido de la Premier League entre el Burnley y el Crystal Palace. Faltaban 90 segundos para que se cumplieran los 90 minutos y el Palace, ¨²ltimo en la tabla, perd¨ªa por 1 a 0. Un centro suave flot¨® teledirigido hacia la cabeza de Scott Dann, alt¨ªsimo defensa central del Palace.
Estaba solo a dos metros de la porter¨ªa, el portero rival estaba mal colocado. Mi abuela lo hubiera metido. Dann, que suele ir bien de cabeza aunque se hace un l¨ªo con los pies, lo hubiera metido 99 veces de 100. Pero esta vez no. La pelota sali¨® fuera y el Palace perdi¨® el cuarto de los cuatro partidos de la Premier que ha disputado esta temporada.
Cuatro partidos fueron los que dur¨® el entrenador holand¨¦s del Palace en su cargo. Como consecuencia directa del fallo de Dann, Frank de Boer fue despedido. Si el Palace hubiera empatado aquel partido, De Boer, ilustre central en su d¨ªa del Barcelona, seguir¨ªa donde estaba. Contratado en junio ante el regocijo de la afici¨®n, De Boer est¨¢ en la calle, su reputaci¨®n como entrenador, en ruinas.
Lo mismo le podr¨ªa haber pasado hace tres a?os a Mauricio Pochettino tras su d¨¦cimo partido como entrenador del Tottenham, pero en este caso la suerte le sonri¨®. Como ¨¦l mismo reconoci¨® en una rueda de prensa el viernes, el Tottenham se acercaba en aquel momento a la zona de descenso y si no hubiera sido por un gol absurdamente afortunado en tiempo adicional, desviado a la red por un jugador rival, seguramente lo hubieran echado.
Adorado hoy por los fans del Tottenham y admirado por el mundo del f¨²tbol ingl¨¦s en general, el argentino volvi¨® a agrandar su leyenda esta semana, pero una vez m¨¢s por razones que poco tuvieron que ver con ¨¦l. Fue en un partido entre el Tottenham y el Borussia Dortmund, dos equipos en el grupo del Real Madrid en la fase inicial de la Champions.
El Tottenham ganaba 2 a 1 cuando al Dortmund le anularon un gol por un fuera de juego que clar¨ªsimamente no lo fue. A lo largo de casi todo el partido el Dortmund tuvo el control del bal¨®n ¡ªy eso que acababa de vender al que hab¨ªa sido su mejor jugador, Ousmane Demb¨¦l¨¦, al Barcelona¡ª. (Por cierto, ?cu¨¢ntos jugadores llamados Demb¨¦l¨¦ hay hoy en las ligas europeas? ?Se habr¨¢ equivocado de Demb¨¦l¨¦ el Bar?a?)
Pero volviendo al partido, tras evitar fortuitamente el gol del empate del Dortmund, el Tottenham acab¨® ganando por 3 a 1. Con lo cual los expertos ingleses, por lamentable necesidad hist¨®rica m¨¢s proclives al autoenga?o que otros, se apresuraron a celebrar la brillantez de Pochettino y la superioridad del Tottenham sobre el equipo alem¨¢n cuando tan f¨¢cilmente, por ejemplo si el juez de l¨ªnea hubiera estado medio despierto, podr¨ªan haber acabado opinando exactamente lo contrario.
Hoy, ma?ana, en una semana, los resultados cambiar¨¢n y los an¨¢lisis y los pron¨®sticos, menos fiables que los de los economistas, tambi¨¦n. Vean el caso de Manuel Pellegrini, hoy entrenando en China, que en la temporada 2009-10 qued¨® segundo en la liga espa?ola con el Real Madrid tras sumar un r¨¦cord de 96 puntos. La diferencia entre el triunfo y el fracaso de Pellegrini, como la de cualquier entrenador, es m¨¢s fina que una delgada l¨ªnea blanca. Depende mucho m¨¢s de lo que queremos creer, por la necesidad primaria que tenemos de atribuirle poderes m¨¢gicos a nuestros l¨ªderes, de aquella mitad de los goles marcados o no marcados en los que la suerte es el factor determinante, de las inevitablemente imperfectas decisiones arbitrales, de cosas que ocurren o no ocurren en mil¨¦simas de segundo por Dios sabr¨¢ qu¨¦ raz¨®n.
Si Scott Dann hubiese metido aquel gol cantado el domingo pasado, Frank De Boer seguir¨ªa hoy en el Palace y quiz¨¢ hubiese acabado teniendo una trayectoria similar a la de Pochettino en el Tottenham. Ahora el pobre puede que no tenga m¨¢s remedio que unirse a las legiones de opinadores en la radio o en la televisi¨®n. O, mayor humillaci¨®n a¨²n, escribir una columna como esta.
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