El futuro blanco de Neymar
Cuando el brasile?o lleg¨® al Barcelona, se concedi¨® tanto protagonismo a las razones del coraz¨®n, que se perdi¨® el rastro del dinero

Todav¨ªa no se hab¨ªan confirmado los primeros rumores de su fichaje por el PSG y ya se sospechaba que Neymar jugar¨ªa en el Real Madrid m¨¢s pronto que tarde, una consecuencia inevitable a tanto amor como se profesaron el garoto y las gradas del Camp Nou tras su llegada a Barcelona. Aquellos fueron los d¨ªas m¨¢s felices de nuestras vidas, tan emocionados por las fintas de padre e hijo a la cartera corruptora de Florentino P¨¦rez que no pocos sentimos la tentaci¨®n de llevarlo directamente al altar para escenificar la firma de su contrato no solo ante los medios, tambi¨¦n ante dios. Tanto protagonismo se concedi¨® entonces a las razones del coraz¨®n que durante meses perdimos de vista el rastro del dinero, un reguero indecente de comisiones que terminaron por judicializar la econom¨ªa del Bar?a y desembocaron en un car¨ªsimo divorcio, el tr¨¢mite legal imprescindible para comenzar una nueva vida y pasearse, alg¨²n d¨ªa, otra vez ilusionado por las playas de Madrid.
Qu¨¦ gran canci¨®n compondr¨ªa Joaqu¨ªn Sabina sobre su futuro aterrizaje en la capital si tuviera el coraz¨®n tan blanco como lo tendr¨¢ Neymar cuando el guion as¨ª lo exija. En alguna entrevista ha recordado el compositor c¨®mo lleg¨® con una maleta de cart¨®n desde su ?beda natal y, a los cinco minutos, ya era de Madrid, un tiempo que ahora se nos antoja excesivo ante la sospecha de que, el otrora ¨ªdolo cul¨¦, ya era madrile?o cuando las ranas del Retiro se convert¨ªan en pr¨ªncipes y no en imputados por casos de corrupci¨®n. Sus futuros compa?eros, los mismos que anteayer le pateaban los tobillos con sa?a y cierto despecho, le abren hoy las puertas de sus casas y en Par¨ªs ya cuentan las horas para que el brasile?o se presente en el despacho de Al-Khelaifi para decirle aquello tan manido de ¡°no eres t¨², soy yo¡±. El cortejo ha comenzado y no hace falta ser muy avispado para saber c¨®mo acabar¨¢ el culebr¨®n.
Toda esta situaci¨®n me ha recordado a una boda en la que trabaj¨¦ como camarero hace ya un tiempo. Terminado el banquete, y con el ambiente regado y abonado para la emoci¨®n, se bajaron las luces del sal¨®n y la orquesta anunci¨® una sorpresa que el novio hab¨ªa preparado para la novia. Superada por tan rom¨¢ntica expectativa, a la muchacha tuvieron que sentarla ante la posibilidad de un desmayo mientras los invitados se repart¨ªan entre los que aplaud¨ªan gozosos y los que prend¨ªan sus mecheros al cielo. Entonces comenzaron a sonar unos compases de samba y por la puerta de servicio aparecieron tres mulatas de hom¨¦ricas dimensiones ataviadas con tacones de aguja, brillantina corporal y tres plumas de colores por exiguo ropaje. El novio, euf¨®rico a todas luces, se lanz¨® a la pista de baile con pasos torpes pero atrevidos, cancaneando entre las bailarinas ante la mirada pasmada de los all¨ª presentes. Para cuando la m¨²sica ces¨®, su reci¨¦n contra¨ªda esposa, sus suegros y buena parte de la familia de ella ya se hab¨ªan marchado a casa entre at¨®nitos e indignados. Desolado, al desafortunado muchacho lo rodeaban sus afines tratando de ofrecerle consuelo cuando uno de ellos lo agarr¨® por la pechera y comenz¨® a gritarle a dos palmos de la cara: ¡°?Te lo dije o no te lo dije?¡±. Siempre hay alguien que ya lo dijo.
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