El Eibar se da un fest¨ªn con el Betis
El equipo andaluz pasa desapercibido y sucumbe en Ipurua
Hubo goleada del Eibar, pero no hubo tormenta. Fue una lluvia persistente, centro aqu¨ª de Inui que empuja a su red Amat, centro all¨¢ que cabecea Escalante, m¨¢s olvidado por la defensa rival que un sereno en Nochebuena, un penalti por acull¨¢ que pareci¨® fuera del ¨¢rea y con Mandi expulsado, un bal¨®n entrepiernas de Enrich que acaba en gol de Charles, un centro de Capa que cuela Enrich. Todo tan f¨¢cil, todo tan dif¨ªcil. Y todo as¨ª. Todo f¨¢cil, porque las goleadas cuando se producen siempre parecen f¨¢ciles, los goles caen maduros ante un Betis escu¨¢lido, aseada su piel futbol¨ªstica, pero con colonia barata en vez de perfume. Todo dif¨ªcil, porque presuntamente, el Betis ten¨ªa todo lo que al Eibar le falta. Pero no lo trajo a Ipurua, lo dej¨® en Sevilla a recaudo del fr¨ªo y la humedad del norte. Se qued¨® desnudo en mal momento y el Eibar le aplic¨® hielo y fuego al cincuenta por ciento.
Hubo un equipo que quer¨ªa pelear y otro que quer¨ªa dialogar. El primero estaba fuerte, el segundo estaba mudo. Y el Eibar alz¨® la voz y se hizo el silencio en el equipo de Seti¨¦n. El Eibar ten¨ªa lo suficiente, laterales largos, centros interesantes y dos delanteros necesitados de mover a cartuchera. Y ten¨ªa adem¨¢s a Ivan Alejo, alias Ivi, que suena a apodo antiguo, pero que practica un f¨²tbol moderno. La velocidad le da la vida, la t¨¦cnica la da el p¨¢lpito. El Betis, tan limpito, se ensuci¨® con el primer gol y ya no levant¨® cabeza. Cierto que Sergio Le¨®n (que dej¨® en el banquillo a Sanabria) malgast¨® dos balas apuntando fuera de la diana, pero parecieron fuegos artificiales. Comidos los laterales por su propia hambruna, y agobiados sus centrocampistas por el destajismo de Escalante y Dani Garc¨ªa, era una presa f¨¢cil para un rival que llevaba siete partidos sin ganar y ve¨ªa las orejas del lobo m¨¢s grandes que las de un elefante.
Hubo f¨²tbol vertical y futbito, frente a frente. Y el Eibar consum¨® una goleada inesperada, un golpeo insistente, un sirimiri implacable del que ca¨ªan goles como suave granizo. La expulsi¨®n de Mandi, fue el rayo implacable para un equipo entregado no a la causa sino a la circunstancia. Necesitaba ganar el Eibar y gan¨®. Necesitaba golear y gole¨® para disfrutar de la abundancia. Hubo un equipo y el otro compareci¨®, pero no compiti¨®. Fue, pero no acudi¨®. Sali¨® pero no estuvo. Y el Eibar se empoder¨® sin alzar la voz en exceso.
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