Ciclog¨¦nesis del M¨¢laga ante la Real Sociedad
Los de M¨ªchel dejan de ser colistas al tumbar al equipo de Eusebio en Anoeta con oficio y dos penaltis justos e inesperados (0-2)
En pleno aviso de ciclog¨¦nesis explosiva, en Anoeta corr¨ªa una brisa leve. Y buena temperatura. Demasiada calma, como si el colista M¨¢laga fuera una luz tenue, un quinqu¨¦ para iluminar a una Real un tanto aturdida por sus ¨²ltimas flaquezas: que si el flato en los minutos finales, que si la debilidad an¨ªmica para sustanciar su buen f¨²tbol, que si su inconsistencia. Un punto leve de depresi¨®n, como si padeciera de pronto el s¨ªndrome de Dorian Grey. Y el M¨¢laga que llega de colista, ah¨ª s¨ª que existe el aturdimiento, el miedo, el v¨¦rtigo, eso s¨ª que es una ciclog¨¦nesis con aire de brisa marinera, enga?osa, que liquida a la Real con un ejercicio de solidaridad apuntillado por dos de los penaltis m¨¢s absurdos de la historia reciente de Anoeta.
Dos penaltis pueden parecer siempre una errata arbitral, pero en realidad fueron dos erratas de la Real, dos faltas de ortograf¨ªa, de caligraf¨ªa. Dos suspensos que premiaron el esfuerzo del equipo andaluz como castigaron la anemia de la Real, en un cierto estado de melancol¨ªa tras sus inmejorables expectativas. El primer penalti lo marc¨® Borja Bast¨®n, tras ser descolocado por Rulli al golpearle el tal¨®n. Se reh¨ªzo y dispar¨®, salvando Llorente. Del Cerro Grande anul¨® la ley de la ventaja y volvi¨® a la pena m¨¢xima. Pero el gol tuvo mucho que ver con Keko, que se apur¨® en una presi¨®n aparentemente in¨²til a De la Bella en la salida del bal¨®n que acab¨® en un error del lateral, en el penalti y en el gol. Ol¨ªa a perfume del Eibar en la actitud de Keko, la exigente colonia de Mendilibar.
Las noticias de la Real eran como hojas que lleva el viento, parsimoniosas, aburrido vals con un acorde¨®n y poco m¨¢s. Oyarzabal dio la nota mandando a las nubes grises un cabezazo a placer, solo, toda la porter¨ªa abierta, el portero suplicando perd¨®n, piedad. El M¨¢laga no era bello, pero era bueno. La Real, ni lo uno ni lo otro. M¨¢xima diferencia posible. Frente al tran tran realista, ese vals nada fecundo, m¨¢s propio de Ravel que de Strauss, se impon¨ªa el esp¨ªritu abnegado, solidario y eficaz de Recio, un futbolista impagable, un conmutador de energ¨ªa que fue mejorando la prestaciones del M¨¢laga hasta liquidar el partido.
Willian Jos¨¦, tan aburrido en el ¨¢rea contraria, decidi¨® defender un libre indirecto en la suya. Y lo hizo a la perfecci¨®n, despejando con el brazo. Se puede esconder una mano en el dobladillo de la t¨²nica de Dios, pero un brazo es demasiado escandaloso. Penalti y Bast¨®n que lo lanza igual. Rulli lo adivina, lo repele y Chory Castro (ex de la Real) llega antes que dos defensores a empujar el rechazo a la red. ?Extra?o, verdad?
Quedaba mucho, pero queda poco. Media hora puede resultar m¨¢s larga para el que necesita remontar que para el que requiere resistir. Y los minutos cayeron como la babilla por la mand¨ªbula en los atardeceres del est¨ªo: sin que la Real encontrara la manera de remediarlo ni el M¨¢laga de destrozarlo. Un ir y venir, una brisa suave. Un aire leve. Una bendici¨®n para el colista que dejaba de serlo. Para la Real, s¨ª, la ciclog¨¦nesis anticipada.
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