Muere Elizabeth Hawley, la notaria del Himalaya, a los 94 a?os
La periodista certificaba con preguntas qui¨¦n coronaba un ochomil, a pesar de que nunca hab¨ªa sido alpinista
Tom¨¢s Fern¨¢ndez, guarda durante d¨¦cadas del refugio Vega de Urriellu, a los pies del Naranjo de Bulnes, pod¨ªa describir de memoria las rutas de escalada de sus imponentes paredes, alertar a golpe de cacerola a los escaladores que amenazaban con perderse en la pared oeste o recordar que en tal o cual paso delicado faltaba o sobraba un clavo. La informaci¨®n que manejaba y su prodigiosa memoria eran cruciales para muchos escaladores. Sin embargo, nunca hab¨ªa escalado, y cuando una vez le preguntaron por el origen de sus conocimientos replic¨® en voz baja: ¡°No hace falta haber pisado una estrella para ser astr¨®nomo¡±. Igual que se respetaba y se sigue respetando el criterio de Tom¨¢s, se ten¨ªa en cuenta de forma casi religiosa los juicios de Elizabeth Hawley, conocida como la ¡®notaria del Himalaya¡¯ y fallecida este viernes en Katmand¨² (Nepal) a los 94 a?os de edad.
Hawley jam¨¢s escal¨® una monta?a. Lo suyo fue el periodismo y su quehacer favorito documentar de forma rigurosa y exhaustiva las ascensiones a los picos del Himalaya de Nepal. No hab¨ªa sesgo oficial en su labor, tan solo su inquebrantable voluntad de entrevistarse personalmente con los monta?eros antes y despu¨¦s de sus expediciones para anotar sus ¨¦xitos y fracasos, as¨ª como las circunstancias en las que se daban accidentes y defunciones. Todo empez¨® en 1963, tres a?os despu¨¦s de que la periodista Hawley (oriunda de Chicago, EEUU) se estableciese de forma permanente en Katmand¨² como corresponsal de la agencia de noticias Reuters: ese a?o asumi¨® el encargo de escribir acerca de la expedici¨®n norteamericana al Everest. Las entrevistas personales, el seguimiento intrigante de los alpinistas en la monta?a fascinaron a Hawley, que sigui¨® entrevistando a todo aqu¨¦l que comprase un permiso de cima. Su casa pronto empez¨® a llenarse de carpetas pulcramente ordenadas y rebosantes de fichas manuscritas.
Hawley se mov¨ªa por Katmand¨² a bordo de un escarabajo azul cielo, a veces con ch¨®fer. Pod¨ªa llegar al hotel de los expedicionarios antes incluso de que estos registrasen su entrada. Entonces, sin grandes pre¨¢mbulos empezaba su interrogatorio: ?cuantos integrantes?, ?qu¨¦ ruta?, ?qu¨¦ estilo?, ?ox¨ªgeno embotellado?, ?porteadores de altura??fechas? Cada alpinista rellenaba una ficha con sus datos, aunque ninguno tuviese por qu¨¦ hacerlo. De hecho, algunos sol¨ªan negarse a recibir a la escu¨¢lida y seria dama. Los que acced¨ªan pod¨ªan estar seguros de que ella les encontrar¨ªa a su regreso con preguntas en absoluto inofensivas. Porque por extra?o que parezca, Hawley daba o quitaba cimas. Mucho antes de entrevistar a los supuestos conquistadores de tal o cual monta?a, la documentalista hab¨ªa bebido de una fuente inagotable: el chismorreo. En un campo base, todo se acaba sabiendo. El trasiego de sherpas trabajando monta?a arriba y abajo les concede much¨ªsima informaci¨®n: saben qui¨¦n es fuerte y qui¨¦n no lo es, qui¨¦n necesita ayuda y qui¨¦n no, qu¨¦ tiempo hace falta para colarse en una cima, qu¨¦ estado presenta la monta?a, qui¨¦n estuvo en la cima y qui¨¦n no lleg¨®¡ son los ojos y o¨ªdos del lugar y hablan, y eso que cuentan viaja ladera abajo, valle abajo y llega a Katmand¨² mucho antes que los alpinistas triunfantes o derrotados. Ese era el secreto de Hawley. Adem¨¢s, dispon¨ªa de un batall¨®n de preguntas trampa: ?si no tienes fotos, puedes decir qu¨¦ pico ve¨ªas al norte? ?Hab¨ªa rocas cerca de la cima? ?hasta d¨®nde llegaban las cuerdas fijas? Conoc¨ªa tantos detalles que resultaba complicado eludir su interrogatorio. De hecho, cuando las respuestas del candidato no encajaban con sus conocimientos, Hawley marcaba su caso con un elegante ¡®dudoso¡¯, lo que autom¨¢ticamente equival¨ªa a llamarlo mentiroso.
En 1999, un conocido alpinista surcoreano pugnaba por adjudicarse las 14 monta?as m¨¢s elevadas del planeta. Despu¨¦s de conquistar su 12? cima se entrevist¨®, orgulloso y feliz, con Hawley, qui¨¦n valid¨® su ¨¦xito. M¨¢s relajado, el hombre suspir¨® y dijo: ya solo me falta una para acabar. Hawley, sin desviar la mirada de sus apuntes replic¨®: dos, si la memoria no me falla. El alpinista surcoreano palideci¨®, trag¨® saliva y dos a?os despu¨¦s repiti¨® una ascensi¨®n que, esta vez s¨ª, fue del gusto de Hawley.
Ahora mismo, todo el ingente trabajo de documentaci¨®n de Elizabeth Hawley est¨¢ en la red, en The Himalayan Database , accesible de forma gratuita. Hawley y sus colaboradores empezaron a pasar sus notas del papel al ordenador en 1991, e invirtieron en el proceso, hasta 2004, m¨¢s de 11.000 horas de trabajo. El dise?o de la base de datos, su mantenimiento y las verificaci¨®n de los datos han supuesto en el mismo espacio de tiempo otras 8.000 horas de labor.
Si bien Hawley dej¨® de trabajar en 2016, su asistente, la tambi¨¦n periodista alemana Billi Bierling, asume ahora su labor y cuenta con un equipo que garantiza la continuidad en el mayor trabajo de documentaci¨®n de la historia del himalayismo.
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